Este viernes, 13 de septiembre de 2024, en el colegio en el que creció, el colombiano Jaime García Serrano realizó una hazaña sobre su agilidad mental para las matemáticas en honor a su tierra natal, Málaga, en las bravas tierras de Santander.
Y son tierras bravas, porque así son algunos de sus mejores representantes como García, un bravo para la aritmética, el cálculo mental, el conteo de cientos cifras en muy poco tiempo. Por eso se ha ganado el título de la “calculadora humana”, un distintivo que les suelen apostar a los intrépidos en las ciencias exactas, a quienes, como el calculista colombiano, pueden realizar complejas razones trigonométricas y dar resultados en milésimas de segundos.
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Ahora, con el paso del tiempo, no deja de estudiar. Se dedica, con calma y paciencia, a seguir descubriendo su pasión por el mundo numérico y todo lo que de allí se deriva. No se puede decir que transita por la vejez con el peso de los años, ni a rastras con el castigo del tiempo, porque su memoria permanece fresca. Sus pensamientos calmados, pero bien procesados y, extraordinariamente, sus cálculos más rápidos que los de otra persona de cualquier edad.
Infobae Colombia habló con este afamado maestro de la computación de 68 años, hijo de una taxista y una ama de casa, que ya cuenta también con seis apariciones en el libro de los Guinness World Records por ejecutar proezas de agilidad mental y, ahora, en busca de la séptima.
Un sistema de enseñanza diferente
Sin embargo, su verdadera pelea ha sido, a lo largo del tiempo, por un sistema de enseñanza que de verdad se encargue de que los estudiantes se apasionen por las matemáticas, esa ciencia exacta que él mismo, en tono jocoso, denomina “el coco”. De hecho, ese es uno de los pendones de su mensaje: que las matemáticas pueden llegar a ser sencillas para quien se dedica a ellas con tiempo, paciencia y confianza en el proceso.
En varias ocasiones suele expresar: “Si las matemáticas y sus derivadas han sido el terror del pénsum, es porque no se saben enseñar. Los profesores se quedaron estancados en el imperioso y tortuoso modelo de toda la vida. Por eso los muchachos les sacan el cuerpo desde el principio y terminan perdiendo consecutivamente la materia. Están en mora de cambiar el chip”.
Los padres pueden ayudar
En ese sentido, le comentó a Infobae Colombia que, incluso, desde casa, los padres pueden ser muy proactivos para impulsar un gusto por el aprendizaje hacia las matemáticas –y hacia otras ciencias, porque el calculista reconoce que no todas las inteligencias son iguales– desde edades muy tempranas. Incluso, desde que los mismos acudientes se van percatando “de los dones que cada uno tiene”.
Por eso, recomendó “no obligarlos a estudiar matemáticas”, a cambio de usar estrategias que los enamoren de ellas. Porque, aunque se hace necesaria la enseñanza de esta ciencia exacta, sugirió que es mejor que se impartan los conocimientos de este material que resultan “necesarios para la vida”, en general, y que quienes tengan la vena de los números y las fórmulas sí puedan potenciarse en esta área.
Pero que no se ejerza presión sobre quienes tienen otros talentos, con el fin de que puedan exprimir al máximo sus cualidades en las áreas del conocimiento en las que son fuertes y disfrutan. “En un salón de 35, 40 estudiantes, a tres o cuatro les gustarán las matemáticas; pero para qué meterse a darles a los demás límites e integrales (...)”, cuestionó.
Aun así, destacó que en escenarios en los que los profesores de los colegios “están cumpliendo con un papel y ya”, o en el que el mismo Gobierno, como él critica, “no le pone cuidado” al aprendizaje, los padres de familia pueden incentivar el desarrollo de procesos matemáticos en casa. Siempre con las operaciones básicas antes de otras complejas.
En ese sentido, recomendó en su diálogo con este medio, que siempre se comience con lo mínimo, lo más sencillo y, eso sí, con un ábaco, elemento que dice que es una herramienta maestra mal comprendida, que suele ser acorralada en los salones de clase.
“Mi alma es el ábaco. Lo he trabajado desde que estaba muy niño y me puse con el objetivo de utilizarlo al principio con una sola columna, las unidades”, dijo. Porque los progresos parten en una sola cifra. “Ya una vez tuve la facilidad de hacer cuentas con una sola cifra, luego hice con dos. Entonces comencé también a imaginarme las dos columnas —unidades y decenas—, luego de tres, cuatro, y ya puedo hacer cálculos hasta con 100 cifras”, continuó.
Ojo con el celular
Pero el trayecto que hay del inicio al desarrollo de una mente habituada a los cálculos toma tiempo, paciencia, papel y lápiz. Porque como dice ese adagio, “del dicho al hecho hay mucho trecho”, es ese intervalo el que hay que saber recorrer con paciencia y motivación, pero con constancia. “Los niños lo quieren ya todo hecho”, explicó; en consecuencia, “hay que coger papel y lápiz y hacer muchos ejercicios”, siguió.
En ese sentido, destacó que las distracciones se convierten en el peor enemigo del desarrollo de grandes capacidades. Y en su análisis no dejó de apuntar sus fuertes posiciones en contra de la tecnología “mal usada” y una inteligencia artificial que les facilite el trabajo mental a los menores, sobre todo en el desarrollo de operaciones, que hoy por hoy se “escanean y la IA le manda todo el proceso bien explicado”, mientras que la persona detrás de la pantalla “no entiende nada”.
Ahí vio un gran riesgo “muy complicado”, debido a que tener toda la información ya resuelta abrevia los tiempos de procesamiento mental y, en últimas puede ahogar la motivación necesaria de ejecutar de principio a fin un proceso de cálculo mental que puede ser más rápido.