’Yo soy Betty, la fea’: la telenovela que se grabó al límite y el día que no hubo capítulo

Los libretos escritos por Fernando Gaitán llegaban al estudio de grabación cuando los actores ya estaban grabando algunas escenas

El formato de las producciones de ese entonces exigía entregar los formatos al día para los televidentes @canalrcn/Instagram

A casi 25 años de su estreno, Yo soy Betty, la fea sigue siendo un referente indiscutible en la historia de la televisión mundial. Esta telenovela colombiana, que narra la vida de Beatriz Pinzón Solano, ha sido doblada a más de veinte idiomas, adaptada en 25 versiones internacionales, y vista en alrededor de cien países.

Su éxito es tal que aún se retransmite en la televisión colombiana y ha dado pie a una secuela en Amazon Prime, Betty la fea, la historia continúa. Sin embargo, el camino hacia la fama global estuvo marcado por desafíos que pocos conocen, especialmente la frenética velocidad con la que se grababa la producción original, donde el tiempo era un lujo que no existía.

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Durante las grabaciones de “Betty”, el ambiente en el set era una mezcla de adrenalina y creatividad bajo presión. En esa época, las telenovelas se grababan casi simultáneamente con su emisión, pero en el caso de “Betty”, la presión era aún mayor.

En 2000, cuando 'Yo soy Betty, la fea' ya dominaba la televisión colombiana, el Museo Nacional de Colombia hizo una exposición de Picasso. La producción de la telenovela rodó allí varias escenas. YouTube.

Según revelaciones recientes de actores como Julián Arango (Hugo Lombardi) y Natalia Ramírez (Marcela Valencia), los capítulos llegaban al set el mismo día de su grabación, y no siempre completos.

El guion era enviado hoja por hoja por fax, ya que en ese entonces los correos electrónicos aún no eran una herramienta común en la industria. Esto dejaba al elenco y al equipo de producción con apenas unas horas para aprenderse los diálogos, ensayar y filmar, todo con la expectativa de que el episodio estuviera listo para su emisión en la noche.

Julián Arango, en una entrevista reciente con la Revista Vea, recordó cómo este ritmo de trabajo, que para muchos habría sido un “infortunio”, se convirtió en un factor que añadió una capa especial a la serie. “Esa magia de la inmediatez”, afirmó, “permitió que la historia se construyera en tiempo real, reflejando las reacciones del público y los cambios en los personajes de una manera muy orgánica”.

Hasta los pequeños quienes grabaron la novela debían faltar a clases de manera frecuente o tomar clases particulares por los largos horarios en el set- crédito Canal RCN

Aunque no todo era glamour en el set. Natalia Ramírez reveló que las jornadas de trabajo eran extenuantes, al punto de preferir dormir en los estudios de RCN en lugar de ir a casa. “Uno sabía a qué hora entraba, pero jamás sabías a qué hora salías”, comentó. Las jornadas de 16 horas eran comunes, y en más de una ocasión, Ramírez decidió quedarse en los pequeños camerinos del canal para poder descansar algunas horas antes de continuar con las grabaciones al día siguiente.

Fernando Gaitán, el creador de “Betty”, escribía los guiones casi en tiempo real, influenciado por la respuesta del público ante cada episodio. Esto generaba una dinámica en la que la historia podía adaptarse y evolucionar rápidamente, manteniendo a la audiencia en vilo. Sin embargo, este enfoque también provocó situaciones límite.

El guionista y productor era famoso por su determinación al momento de dirigir la novela - crédito Colprensa

En una ocasión, según reveló una fuente cercana a la producción, el equipo no logró terminar la edición del episodio a tiempo para su emisión. Ante la falta de material nuevo, el canal se vio obligado a emitir una repetición, lo que provocó una ola de protestas de los televidentes. En aquella época, sin redes sociales, las quejas inundaron las líneas telefónicas de la oficina del televidente del canal, dejando en evidencia el fervor con el que se seguía cada capítulo.

La fuente señaló que el éxito de “Betty” no hubiera sido posible sin la combinación de dos gigantes del talento: Fernando Gaitán, quien creaba escenas memorables bajo presión, y Mario Ribero, el director que lograba que la urgencia de la producción no se notara en la pantalla. El chiste recurrente en el set era que un día “Betty” se emitiría en vivo, como se hacía en las telenovelas de las décadas de los 50 y 60. “No ocurrió, pero casi”, recordó la fuente con una sonrisa.