En la tarde del domingo 1 de septiembre de 2024, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (Amlo), compartió el último informe de Gobierno de su sexenio, por lo que se refirió a los logros de su administración; como también, a lo que le faltó por hacer como, por ejemplo, concluir la búsqueda de los 43 de Ayotzinapa.
Pero, uno de los anuncios que hizo el primer mandatario mexicano estuvo relacionado con Colombia, pues Amlo confirmó que están buscando los restos óseos del general y expresidente colombiano general José María Melo, el cual, murió asesinado en 1860 mientras se encontraba en el país norteamericano bajo las órdenes del exmandatario Benito Juárez.
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De acuerdo con la información que compartió López Obrador, la orden es que buscar los restos del general Melo en la región de La Trinitaria, Chiapas, que fue fusilado en medio de la Guerra de Reforma, una guerra civil que se desarrolló en México entre 1858 y 1861 y que estalló a raíz de la Constitución de 1857.
En su discurso, Amlo confirmó que: “Están buscándose en La Trinitaria, Chiapas, los restos del general José María Dionisio Melo y Ortiz, el único presidente indígena de Colombia, quien luchó durante el movimiento de reforma aquí en México junto con el general Ángel Albino Corzo y bajo las órdenes del presidente Benito Juárez, por lo cual, fue asesinado en 1860 por una pandilla de conservadores que operaba en nuestro territorio”.
El general Melo en México
El general José María Melo desempeñó un papel crucial en la historia política de Colombia a mediados del siglo XIX, pues fue uno de los principales en el levantamiento de 1854 que, aunque breve, marcó el primer intento significativo de una clase social distinta de la burguesía, los artesanos, de acceder al poder en la recién formada república.
A treinta años de la independencia y a sesenta de la Revolución de los Comuneros, Melo y sus seguidores lograron mantener el control durante ocho meses antes de ser desterrados.
Después de la caída del régimen de Melo, en 1855, se sometió a varios juicios acusándolo de insubordinación militar y delitos políticos. El primero buscaba configurarlo como criminal, pero fracasó; los siguientes juicios, de carácter militar y civil, también fracasaron en su intento de encubrir el verdadero carácter político y de clase que definía el levantamiento desde sus inicios.
Finalmente, Melo fue condenado al destierro y expulsado del país en un barco de la línea Astrad con rumbo a Costa Rica, junto a doscientos artesanos que lo habían apoyado.
Durante dos años, el paradero de Melo fue incierto, aunque se sospecha que pudo haber participado en la resistencia contra el filibustero William Walker en Nicaragua.
En 1859, Melo apareció en El Salvador, donde fue bien recibido y participó en la vida pública, posteriormente, llegó a Guatemala, pero allí enfrentó la persecución del dictador Rafael Carrera, lo que lo llevó a México.
Por tal motivo, en octubre de 1859, cruzó la frontera y solicitó permiso para unirse al ejército liberal que formaba el gobernador de Chiapas, Ángel Albino Corzo.
El presidente Benito Juárez, mediante una carta fechada en marzo de 1860, aprobó la incorporación de Melo al ejército fronterizo con rango de general, lo que fue considerado un gesto de solidaridad latinoamericana.
Esta aceptación era excepcional, dado que no era frecuente permitir la integración de extranjeros en las filas del ejército mexicano durante la guerra de Reforma.
En su nuevo rol, Melo organizó un destacamento de caballería de poco más de cien jinetes y se estableció en la frontera con Guatemala, área de frecuentes incursiones conservadoras; sin embargo, 1q de junio de 1860, el destacamento de Melo acampó en la ex Hacienda de Juncaná, cerca de Zapaluta, ahora La Trinitaria, hasta que fueron sorprendidos y atacados por fuerzas conservadoras comandadas por el general Juan A. Ortega.
El inmisericorde fin de José María Melo llegó tras ser herido y capturado; según una carta de un soldado conservador, fue asesinado por orden expresa de Ortega.
Su ejecución se cumplió mediante dos subordinados, que luego registraron su cadáver con meticulosa violencia para entregar pertenencias al comandante Ortega.
A pesar de esta tragedia, Melo fue enterrado sin honores por indígenas tojolabales frente a la capilla de la ex Hacienda de Juncaná, por lo que durante años se mantuvo la duda sobre su lugar de entierro.
Es menester acotar que, en 1940, y nuevamente en 1989, se intentó exhumar su cuerpo, aunque sin éxito concluyente.