El número 13 ha estado asociado históricamente a la mala suerte, especialmente cuando cae en martes o viernes. Cuando el día trece de un mes coincide con alguno de estos días, los más supersticiosos ruegan para que este día sea piadoso con ellos.
De hecho, “en martes 13 ni te cases ni te embarques” es un refrán bastante conocido en los países de habla hispana. Los más creyentes aseguran que si alguien se casa o hace un viaje en estas fechas podría ocurrir ‘algo malo’, incluso, solo el refrán hace referencia a que es mejor evitar ‘hacer cualquier cosa importante’ ese día.
Su origen se encuentra en una serie de referencias que se remontan a la mitología de la antigüedad, a las religiones abrahámicas y a algunas coincidencias históricas.
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El número 13 siempre ha estado vinculado con motivos oscuros en toda clase de culturas y religiones, lo que ha provocado que dicha superstición trascienda tantas fronteras en la actualidad.
Pero, ¿por qué tanto rechazo a este número? Según NationalGeographic, el 13 de por sí ha tenido connotaciones negativas en muchas culturas, principalmente vinculadas a la religión. Por ejemplo, en la Cábala judía son 13 los espíritus malignos; la cifra se asocia también al carnero, la víctima que Abraham debía sacrificar a Dios, y es por lo tanto un número de la muerte.
Por otra parte, en el cristianismo tiene tres malos augurios al respecto: trece eran los invitados a la Última Cena, y se cree que Jesús fue crucificado en un viernes 13 y, finalmente, cuando se escribió el Libro del Apocalipsis, el Anticristo aparece en el decimotercer capítulo.
En cuanto a la mitología vikinga hacen referencia a la calamidad del número 13, ya que se asociaba a Loki, un dios traicionero y caótico, por lo que esta cifra se consideraba poco fiable.
Incluso se dice que la confusión de lenguas de la Torre de Babel también tuvo lugar un martes 13.
Por qué específicamente un martes o un viernes
La asociación del martes 13 con la desgracia tiene origen en la divinidad romana que da nombre a este día: Marte, el señor de la guerra.
Los romanos se tomaban muy en serio la influencia de los dioses en su vida cotidiana, por lo que uno violento y causante de conflictos como él no era el más indicado para presidir bodas, negocios u otros eventos que requirieran buenos auspicios.