El Museo del Vidrio de Bogotá, situado en una encantadora casa blanca en la localidad de San Cristóbal, ofrece a los visitantes una inmersión única en la rica tradición del vidrio, un material que jugó un papel fundamental en la historia de la humanidad. Desde su apertura en 2014, en la Casa La Eneida, este museo no solo preserva el legado de este material milenario, también celebra la comunidad y los artesanos que mantienen viva esta tradición.
El museo está dividido en cuatro salas temáticas: Fuego, Agua, Eneida y Taller Fenicia. Cada sala ofrece una perspectiva única sobre la historia del vidrio, explorando sus múltiples usos y formas de expresión, así como las herramientas esenciales en su fabricación. Los visitantes pueden sumergirse en una experiencia práctica en el Taller Fenicia, donde tienen la oportunidad de participar en actividades dirigidas por maestros vidrieros, como la confección de collares y la creación de vitrales.
Sandra Solano, directora del museo, destacó en Semana que “somos un museo comunitario que trabaja con un patrimonio fundamental: los seres humanos que conservan la técnica del vidrio”. En 2024, el museo registró a más de 50 personas en el país que se dedican al arte del vidrio. La participación no se limita a los artesanos tradicionales; mujeres y poblaciones vulnerables también se involucran a través de diversos proyectos que enriquecen la experiencia del museo.
La colección del Museo del Vidrio es testimonio de historias comunitarias. Cada pieza, ya sea una copa, una lámpara o un vitral, fue donada por miembros de la comunidad que aportaron vidrios con historias personales. Hace una década, el museo lanzó una convocatoria para que la comunidad compartiera estas piezas, las cuales fueron evaluadas y organizadas con la ayuda de maestros, artesanos y museólogos.
Mario Maldonado, un destacado artista vidriero, recordó sus inicios en el mundo del vidrio: “Mi proceso de aprendizaje empezó cuando tenía 14 años. Empecé como aprendiz con el señor Julio Forero, un soplador de los más antiguos”. Maldonado es una figura clave en la historia del vidrio en Bogotá, y muchas de las piezas exhibidas en el museo son obra suya. Además, los maestros actuales que realizan demostraciones en el museo fueron instruidos por él.
Entre los artesanos actuales, John Alberto Conde es un referente en el uso del soplete para vidrio, una técnica que perfeccionó durante más de 30 años. “Esta técnica se trabaja con un soplete para vidrio. Yo lo hago con una pieza del museo que tiene más de 70 años”, explicó Conde.
El museo también se involucra activamente en la comunidad a través de grupos como los Vigías del Patrimonio y los Amigos, quienes generan proyectos para la visibilización del museo. Asimismo, el grupo de Mujeres Familias en Acción Comunitaria juega un papel crucial en la preservación de la tradición de la talla de vidrio, integrando a mujeres de diversos perfiles como tatuadoras, literatas y artesanas.
Sandra Solano concluyó: “Las personas que conocen el museo se conectan con esos seres humanos y se dignifica el trabajo de los vidrieros”.
La importancia del arte
El vidrio es utilizado para crear una variedad de piezas, desde vitrales que adornan iglesias y catedrales con intrincados diseños y colores vibrantes, hasta esculturas contemporáneas que desafían las convenciones del arte tradicional. La versatilidad del vidrio permite a los artistas explorar múltiples formas de expresión, jugando con la luz y la transparencia para crear efectos visuales únicos.
Además de su valor estético, el vidrio tiene una rica historia cultural y social. En muchas comunidades, la práctica del arte vidriero se transmite de generación en generación, convirtiéndose en una parte integral de su patrimonio cultural. Los artesanos del vidrio no solo crean objetos de arte, también preservan técnicas ancestrales y contribuyen a la identidad cultural de sus comunidades.
En el contexto de museos y centros dedicados al vidrio, como el Museo del Vidrio de Bogotá, se celebra el producto final, al tiempo que el proceso y las historias personales detrás de cada pieza. Estos espacios facilitan una conexión entre los visitantes y los artesanos, dignificando el trabajo de estos últimos y resaltando la relevancia del vidrio en la vida cotidiana y en la expresión artística.