Tras viajar desde el barrio María Paz, en el sur de Bogotá, hasta el cementerio de San Bonifacio, en Ibagué, para presuntamente, profanar la tumba de una mujer, fue capturado el señalado brujo Ómar Rodríguez, de 60 años.
Mientras excavaba una tumba del cementerio más importante de la capital de Tolima, el equipo de seguridad de San Bonifacio alertó a la Policía Metropolitana de Ibagué, que se presentó en el camposanto para interrogar a Rodríguez.
Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel.
“Nuestra patrulla de vigilancia atendió el llamado de la comunidad, en este caso de un guarda de seguridad del cementerio, que nos permitió capturar en flagrancia a esta persona”, precisó el coronel Diego Edixson Mora Muñoz, comandante de la Policía Metropolitana de la ciudad.
Al responder de manera sospechosa a sus preguntas y admitir que no conocía ni tenía relación alguna con la persona enterrada en aquella tumba, el presunto brujo fue capturado y se le incautaron objetos sospechosos, como restos óseos envueltos en papel, muñecos de cera y una culebra.
“Es importante resaltar, que al ser sorprendido por nuestros hombres, se le indago si tenía algún parentesco con la persona que allí se encontraba descansando en paz, según la lápida, era una mujer, pero de forma clara, el capturado manifestó no conocer ni la familia ni la persona que allí se encuentra enterrada”, insisitó Mora Muñoz.
La María de Jorge Isaacs tampoco ha podido descansar por profanaciones a su cementerio:
En el municipio de El Cerrito, Valle del Cauca, las autoridades locales denunciaron a inicios del 2.024 un nuevo caso de hurto y profanación en el cementerio de Santa Elena, famoso por ser el lugar de descanso del personaje literario María, de la famosa novela de Jorge Isaacs. Este simbólico emblemático, además de tener un gran valor histórico y literario, se ha convertido en un atractivo turístico único en la región.
Según informó Noticias Caracol, en esta ocasión los delincuentes no se conformaron con robar lápidas, estatuillas o inscripciones, sino que se llevaron maquinaria pesada que se utilizaba para la construcción de un muro perimetral destinado a evitar futuros robos, un problema recurrente que ya se ha repetido en cuatro ocasiones en los últimos años.
“Robaron la herramienta con la que estábamos construyendo la pared del fondo, la tapia final del camposanto, porque el cementerio en diferentes ocasiones se ha visto sometido a la profanación, al maltrato y al daño en las tumbas y en las bóvedas”, declaró el padre Juan Carlos Jaramillo, de la parroquia San Pedro Apóstol. El sacerdote, que también administra el cementerio, subrayó la gravedad de las constantes profanaciones y el impacto que tiene tanto a nivel económico como emocional para la comunidad.
Además, Jaramillo destacó que la profanación no es solo una ofensa económica por el robo de herramientas, sino también una falta de respeto hacia los difuntos y hacia el patrimonio histórico que representa la tumba de María, de la novela icónica de Jorge Isaacs. En su entrevista con el medio citado, el sacerdote hizo un llamado a la comunidad para unirse y defender el camposanto: “Por eso, queremos hacer un llamado a todos los santalenitas y cerriteños para que nos levantemos, porque estoy seguro de que es más la gente buena que tiene este pueblo, que queremos verlo crecer y desarrollarse, que los cuatro o cinco vándalos desadaptados que quieren dañar nuestra comunidad y nuestro corregimiento”.
El impacto de los saqueos y degradaciones en el cementerio de Santa Elena va más allá del daño material. En los últimos años, este lugar ha sido blanco de ataques a manos de inescrupulosos que, atraídos por la posibilidad de hacer dinero fácil, han causado destrozos y robos de diversa índole. Este sitio no solo es un pilar en la historia literaria colombiana, sino que también tiene un valor intrínseco para la identidad cultural de la población de El Cerrito.
El esfuerzo por proteger y preservar este patrimonio es compartido por toda la comunidad, que ha intentado diversas estrategias de protección. La construcción del muro era una de estas medidas, un esfuerzo ahora truncado por la delincuencia reinante. La maquinaria robada incluía herramientas indispensables para continuar con la obra de fortificación, una infraestructura necesaria para la seguridad del lugar.