El aumento del 14% en los pensamientos suicidas en Bogotá generan una preocupación significativa en la capital colombiana. El Observatorio de Salud reportó que durante el último año documentaron que 28.032 personas pensaron en quintarse la vida, frente a 24.616 que lo consideraron en el 2022, siendo los jóvenes de entre 18 y 28 años los más afectados.
La conducta suicida es un problema complejo y multifacético que incluye diversas manifestaciones, tales como la ideación suicida, amenaza suicida, intento de suicidio y mortalidad por suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica la ideación suicida como pensamientos recurrentes sobre quitarse la vida, los cuales pueden o no incluir una planificación específica. Por otro lado, se define el intento de suicidio como aquellos actos deliberados para causar la muerte que no llegan a concretarse.
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Otros datos revelan que las localidades de la capital del país donde habitan las personas que tuvieron pensamientos suicidas son Kennedy, Bosa, Suba, Ciudad Bolívar y Engativá. Igualmente, respecto al género, se evidenció que las mujeres son más propensas a tener ideaciones de muerte. Los indicadores de estas conductas son vitales para la evaluación del estado de salud mental de una población, permitiendo así la identificación de grupos vulnerables que requieren intervenciones inmediatas para prevenir tragedias.
El Plan Decenal de Salud Pública 2022-2031 de Bogotá estableció como meta reducir la tasa de mortalidad por suicidio y lesiones auto infligidas a 5,0 por 100.000 habitantes para el 2031. Para ello, se utilizan datos proporcionados por el Subsistema de Vigilancia Epidemiológica de la Conducta Suicida (Sisvecos) y las proyecciones demográficas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).
Cabe mencionar que los datos sobre ideación e intento suicida se recopilan mediante el Sisvecos. Este sistema se basa en bases anuales que cubren el periodo de 2012 a 2023, utilizando proyecciones poblacionales que toman en cuenta los censos más recientes. Dicha información es esencial para la planificación de intervenciones de salud pública y la asignación de recursos adecuados.
La juventud bogotana, entre los 18 y los 28 años, está particularmente expuesta a la ideación suicida. Este grupo demográfico enfrenta diversos retos, como ansiedad, estrés, esquizofrenia y consumo de sustancias alucinógenas, esto, sumado a la presión académica, la inestabilidad laboral y la incertidumbre económica, factores todos que pueden contribuir al deterioro de su salud mental. La correlación entre la pandemia de covid 19, el aislamiento social y el incremento en las tasas de pensamientos suicidas es un área de investigación activa.
Prevención y tratamiento
La prevención de la conducta suicida en Bogotá requiere de un enfoque multidisciplinario. Según la OMS, los programas exitosos suelen incluir la identificación temprana, el tratamiento de los trastornos mentales, así como el fortalecimiento de los sistemas de apoyo social. El acceso a servicios de salud mental es crucial y debe ser una prioridad para los responsables de las políticas públicas en la ciudad. Una estrategia de prevención integral debe abordar múltiples niveles de intervención:
- Educación y concienciación pública: Campañas de sensibilización que promuevan el conocimiento sobre salud mental y reduzcan el estigma asociado.
- Fortalecimiento de redes de apoyo: Fomentar comunidades de apoyo y lazos sociales que brinden respaldo emocional.
- Mejoras en la asistencia sanitaria: Facilitar el acceso a servicios de salud mental de calidad, incluyendo terapia y tratamientos farmacológicos cuando sea necesario.
- Programas específicos para jóvenes: Desarrollo de iniciativas que atiendan las necesidades particulares de la juventud.
Uno de los principales desafíos es la detección temprana de las señales de alerta. Familias, amigos y profesionales de la salud deben estar capacitados para identificar signos de depresión y ansiedad, y actuar de manera oportuna. Además, es vital que se establezcan líneas de ayuda disponibles 24/7 y accesibles para toda la población. La coordinación interinstitucional también es fundamental. La colaboración entre diferentes organismos gubernamentales y no gubernamentales puede mejorar la eficacia y el alcance de los programas de prevención.