El 29 de julio sobre las 11:30 de la noche, Bogotá fue escenario de un atroz y estremecedor crimen que conmocionó a la capital colombiana. El mayor del Ejército, Fabián Humberto Bueno Carranza, de 42 años, nacido en Guateque (Boyacá), y su pequeña hija de siete años fueron brutalmente asesinados en su apartamento al norte de la ciudad. El impacto aumentó al revelarse que el autor del crimen era nada menos que el hijo de Bueno Carranza, un menor de 14 años.
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Medicina Legal facilitó los detalles preliminares de este horrible caso, detallando que el mayor Bueno Carranza recibió más de 100 puñaladas, mientras que su hija fue apuñalada al menos 77 veces. Las armas empleadas fueron halladas en el lugar del crimen, lo que ayudó a los forenses y a la policía a entender la magnitud de la violencia desplegada. La revista Semana accedió a la investigación completa y señaló que el adolescente llevó a cabo el asesinato con una brutalidad sin precedentes, propinando un total de 117 puñaladas a su padre y más de 70 a la pequeña.
El crimen se perpetuó dentro del apartamento familiar, y las evidencias recabadas apuntan a que el ataque ocurrió mientras las víctimas dormían y mientras su mamá estaba en el turno de trabajo. El mayor fue encontrado en la habitación principal, lo que sugiere que fue sorprendido sin oportunidad de defenderse. La hija menor, según informes, logró encerrarse en su habitación y pidió ayuda a los vecinos, pero el joven atacante rompió la puerta para completar su macabro cometido.
La madre del adolescente, Catherine Torres Velásquez, pudo salvar su vida de una manera casi milagrosa. Al llegar a la casa, encontró la escena del crimen y fue atacada por su hijo, pero logró escapar y pedir auxilio. La identidad de Torres Velásquez fue confirmada por El Tiempo, que añadió que fue ella quien reveló que el autor del doble homicidio era su propio hijo y cuyas últimas palabras en ese momento fueron “mamá perdóneme”.
Debido a la gravedad de los hechos la mujer fue recluida en un centro asistencial debido a que se encontraba en crisis, dejándola hasta ahora con la imposibilidad de ofrecer un testimonio oficial.
Las autoridades están investigando como se había estado comportando el menor días antes del ataque y también están cotejando con el colegio en el que estudiaba para ve si tenía algún seguimiento. Asimismo se revisaron las bases judiciales para ver si había denuncias de violencia contra el oficial, lo cual fue inicialmente descartado.
La revista Semana resaltó que, a lo largo de toda la investigación, los detalles han sido escalofriantes, elevando este caso a uno de los crímenes más brutales registrados en Bogotá en los últimos tiempos. El contexto familiar del adolescente aún no se ha esclarecido completamente, pero fuentes cercanas indicaron que podría haber tenido antecedentes de problemas psicológicos, algo que ahora está bajo escrutinio de las autoridades competentes.
El Tiempo también corroboró que el menor de 14 años fue detenido y está bajo custodia mientras se llevan a cabo las investigaciones pertinentes. El futuro legal del adolescente es incierto dado que, aunque es menor de edad, la gravedad del crimen podría llevar a un procesamiento bajo un régimen especial.
En un comunicado el Ejército Nacional de Colombia expresó su profundo pesar por la pérdida de uno de sus oficiales y su hija, y ofreció todo el apoyo necesario a la familia en estos momentos de dolor. Además, el Ejército manifestó su disposición a colaborar en la investigación para esclarecer todos los pormenores del caso.
Además, según El Tiempo las autoridades pudieron hacer una breve reconstrucción de los que ocurrió en las tres habitaciones de la casa número 8.
“Un cuerpo de un hombre de 42 años con múltiples heridas de arma cortopunzante; un cuerpo de una menor de edad con múltiples heridas de arma cortopunzante y una mujer de 37 años con lesiones en el rostro y el pecho y un estado emocional alterado y un joven de 14 años con heridas de arma cortopunzante en las manos”, se lee en el informe.
De acuerdo con las pesquisas, los oficiales solicitaron al conjunto residencial la bitácora de ingreso y la revisión de cámaras para determinar alguien había ingresado al lugar, pero según la madre del menor, oriunda de Muzo (Boyacá), nadie ajeno había ingresado.