En abril del 2023, el río Medellín presentó un cambio inesperado al tornarse de un azul intenso en la zona de la estación Tricentenario del metro. Este fenómeno, que se volvió fuente de preocupación debido a sus implicaciones ambientales y para la salud de los residentes cercanos, no es un suceso aislado.
Solo dos meses antes, se reportó un cambio de coloración rojiza en un tramo entre Bello y Copacabana, y en enero de 2024, el río adquirió un tono marrón fuerte a la altura de la calle 98 sur en el Aburrá.
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La repetición de estos eventos impulsó al Área Metropolitana del Valle de Aburrá a iniciar investigaciones exhaustivas. Después de un análisis detallado con equipos técnicos, se descubrió que alrededor de 15 empresas eran responsables de estos vertimientos desde 2016, aunque las autoridades decidieron no divulgar los nombres ni las ubicaciones de estas industrias.
A raíz de estas investigaciones, las empresas conminadas tomaron diversas medidas correctivas. Algunas implementaron plantas de tratamiento de aguas para eliminar la coloración, mientras que otras rectificaron los errores en sus procesos que estaban produciendo el problema. A pesar de las acciones correctivas, la vigilancia continúa para asegurar que este tipo de contaminación no vuelva a ocurrir.
La Unidad de Emergencias Ambientales del Área Metropolitana es la encargada de monitorear las condiciones del río. Esta dependencia, compuesta por un equipo de ocho ingenieros sanitarios, ingenieros ambientales y tecnólogos ambientales, supervisa 12 puntos estratégicos del cauce del río Aburrá. Las inspecciones se llevan a cabo a todas horas, incluso los domingos, y abarcan la toma de fotografías y la recolección de datos para posteriores análisis.
En lo que va del 2024, la Unidad de Emergencias Ambientales realizó cerca de 200 visitas de monitoreo, vigilancia y control en el río y sus afluentes. Estas acciones incluyen verificaciones en tiempo real cuando se reciben denuncias ciudadanas a través de la línea de atención al usuario y redes sociales. Al activarse el protocolo de respuesta inmediata, la unidad colabora con Empresas Públicas de Medellín (EPM) y las Secretarías de Medio Ambiente municipales para determinar el origen de las coloraciones o contaminaciones detectadas.
El líder de Vigilancia Ambiental del Área Metropolitana, Álvaro Zapata, destacó que “cuando la autoridad ambiental recibe denuncias ciudadanas, se activa un protocolo inmediato que incluye la colaboración con entidades como Empresas Públicas de Medellín (EPM) y las Secretarías de Medio Ambiente municipales para revisar de donde provienen las coloraciones o posibles aportantes de contaminantes al recurso hídrico”.
Gracias a estas labores continuas, se logró reducir significativamente los vertimientos que alteran el color del agua en el río Medellín, generando un impacto positivo en la calidad del recurso hídrico y en el bienestar de la comunidad metropolitana. Es importante señalar que cualquier persona o empresa que sea detectada contaminando las aguas en la jurisdicción metropolitana puede enfrentar sanciones que van desde 200 hasta 500 salarios mínimos mensuales, además de otras medidas preventivas que se puedan aplicar.
La contaminación del río Medellín tiene serias implicaciones para la salud pública, el medio ambiente y la economía de la región. Desde el punto de vista de la salud, la presencia de sustancias tóxicas y microorganismos patógenos en el agua puede provocar enfermedades en las comunidades que dependen del río para actividades recreativas y, en algunos casos, para consumo indirecto.
Ambientalmente, la contaminación afecta la biodiversidad, alterando los ecosistemas acuáticos y terrestres adyacentes, lo cual puede llevar a la desaparición de especies nativas y la proliferación de organismos invasores. Económicamente, el deterioro del agua impacta negativamente en sectores como el turismo, la pesca y la agricultura, además de aumentar los costos de tratamiento del agua para uso doméstico e industrial involucradas.