En medio de una escalada inflacionaria que ha encendido las alarmas en Colombia, el presidente Gustavo Petro ha planteado la posibilidad de intervenir en el mercado de arriendos del país como medida para contener los crecientes costos que, según él, están exacerbando la crisis económica que enfrenta la nación. Esta propuesta ha desatado un intenso debate entre defensores y detractores de la intervención gubernamental en el sector inmobiliario.
Según datos revelados por Petro durante un discurso en la emblemática plaza de Bolívar, los arriendos representan una porción significativa del gasto familiar en Colombia, alcanzando hasta el 25% del presupuesto de los hogares, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). El mandatario ha vinculado directamente estos costos elevados con el aumento generalizado de precios, desestimando la tasa de interés como el principal factor inflacionario y señalando a la especulación inmobiliaria y a las tarifas eléctricas como los verdaderos culpables.
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En contraposición a esta postura, Mario Ramírez, presidente de Fedelonjas, la Federación Colombiana de Lonjas de Propiedad Raíz ha defendido fervientemente la autonomía del mercado de arriendos. En una entrevista con Mañanas Blu, Ramírez argumentó que el mercado ya está regulado por la Ley 820 de 2003, la cual limita los incrementos anuales de los arriendos al índice inflacionario del año anterior. A pesar de las críticas, aseguró que el aumento efectivo de los arriendos se ha mantenido por debajo del límite permitido para el presente año.
“Este es un mercado que se autorregula”, afirmó Ramírez, subrayando que incluso durante la crisis desencadenada por la pandemia de covid-19, propietarios y arrendatarios han encontrado acuerdos mutuos para ajustar los pagos en situaciones de dificultad económica. Este mecanismo, según él, evidencia la capacidad del mercado para adaptarse sin necesidad de intervención estatal directa.
Ramírez defendió que el mercado de arriendos tiene mecanismos de autorregulación y que, en épocas de crisis como la pandemia, se han logrado acuerdos entre arrendadores y arrendatarios para ajustar los pagos.
“El mensaje es a que digamos que este es un mercado que se autorregula, por decirlo de alguna manera. Y lo hemos visto cuando incluso en época de pandemia la gente no tenía la posibilidad por diferentes motivos que se conocen de no poder pagar, entonces se llegaban a ciertos acuerdos entre el propietario y el arrendatario. Entonces creo que, creo que en este momento hay que, hay que tener una cierta cautela porque nuevamente la ley regula el incremento en los cánones de arrendamiento y esto pues es de aclararlo”. Dijo el Presidente de Fedelonjas
Uno de los puntos álgidos del debate radica en el impacto que un aumento desproporcionado de los arriendos tendría sobre los hogares colombianos, especialmente aquellos de estratos bajos que constituyen la mayoría de los inquilinos. Datos del Dane indican que el 40% de los hogares colombianos reside en viviendas arrendadas, una población vulnerable que podría ser severamente afectada por cualquier intervención abrupta en los precios del mercado de arriendos.
En este sentido, Ramírez advirtió sobre los riesgos potenciales de una intervención estatal excesiva, que podría amenazar los ingresos de los hogares dependientes de los arriendos. En lugar de intervenir directamente en los precios, propuso que el Gobierno debería concentrar sus esfuerzos en fomentar la construcción de nuevas viviendas. Argumentó que un aumento en la oferta de vivienda podría ejercer presión a la baja sobre los precios de arriendo, al tiempo que beneficiaría a los inquilinos al ofrecer más opciones disponibles en el mercado.
Además, Ramírez hizo hincapié en que plataformas como Airbnb, que facilitan el alquiler a corto plazo, deben ser consideradas de manera separada de los arriendos tradicionales debido a su naturaleza y público objetivo diferenciados.
El debate sobre la intervención estatal en el mercado de arriendos en Colombia continúa dividiendo opiniones entre quienes abogan por una regulación más estricta para proteger a los inquilinos y aquellos que defienden la capacidad del mercado para autoajustarse. Mientras tanto, el Gobierno enfrenta el desafío de encontrar un equilibrio que estimule el desarrollo del sector inmobiliario sin comprometer la estabilidad financiera de los hogares colombianos más vulnerables.