En su sección “las casas extrañas de Bogotá”, el creador de contenido Diergo Andariego visitó el barrio de los iglús, como se le conoce popularmente, en la localidad de Suba (norte de Bogotá).
“Cuando me hablaron sobre este lugar, la verdad me costó muchísimo ubicarlo, porque la persona que me lo recomendó se desapareció del mapa, pero después de mucha investigación logré ubicarlo y se ve muy interesante, muy bacano”, celebró, antes de adentrarse en el sector.
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Su atractivo, de acuerdo con el tiktoker especializado en recorrer la ciudad y sus rincones más llamativos es que no hay necesidad de trasladarse “a Alaska o las demás regiones en las que haya iglús para verlos, porque aquí mismo (en Bogotá) los tenemos”.
Lo que sí, es que para llegar hasta los pequeños iglús “toca subir bastante, como pueden ver la entrada es por una subida bastante pronunciada y estas casitas las hay más o menos en tres cuadras, incluso, el salón comunal también tiene esta forma”.
Este barrio se conoce bajo el nombre de Comuneros, así como otro concurrido sector de la capital, ubicado sobre la avenida NQS entre calles sexta y tercera, aunque el de los iglús también es conocido como La Palma Los Comuneros, por algunos locales.
Nació, de acuerdo con la investigación de Andariego, “durante la primera alcaldía de Antanas Mockus, mediante una tutela, que consiguió que los recicladores tuvieran el derecho a una vivienda digna y propia, pero hubo bastante dificultad para asignar una zona a este grupo poblacional, lo intentaron en Las Cruces, Bosa y” finalmente, lo lograron en Unza, como se conoce al sector, por el barrio que está justo a un lado.
Hubo gran resistencia entre los residentes del sector; ya que, para entonces, también había sido desocupado la L y pensaban que sus nuevos vecinos serían exhabitantes de calle o expendedores de droga.
Sin embargo, “en el 96 consiguieron que la Alcaldía Local de Suba les diera cobijo a los recicladores, entonces, aproximadamente 200 familias de recicladores fueron ubicadas en este lugar y, claramente, tenía la fama de ser un sector peligroso, era la periferia de Bogotá, pero en este momento no es ni de lejos lo mismo”.
La altura y demás medidas no son como en las casas convencionales, pero, sin duda, “lo que llama la atención de este lugar son esos techos de zinc, con esas formas tan peculiares, tan particulares, incluso caprichosas, que uno pensaría que es un desaprovechamiento del espacio en las casas”.
Motivo por el que, con los años, el barrio los Comuneros ha ido perdiendo su esencia; ya que, algunos propietarios han decidido ampliar sus casas, construyendo un tercer e, incluso, cuarto piso que –para abaratar costos– ya no tiene su tradicional cúpula en la parte superior.
“Es tan tranquilo que la gente deja sus cosas en la calle, su ropa extendida fuera y todo está bien”, los habitantes del sector han trabajado en equipo para facilitar el acceso de vehículos de dos llantas y carretillas hasta la zona alta, pero con lo que no pudieron lidiar fue con la crisis generada por la covid-19:
“En el 2020, cuando llegó la Pandemia, muchas de estas familias estuvieron en riesgo de perder sus hogares, porque no tenían un sustento, no tenía como soportar sus gastos y tenía la hipoteca encima; es decir, podían perder sus casas, entonces, se presentó una acción popular y, por lo que veo, han logrado salvar sus hogares”.
Un inconveniente mayor que vendría robándoles la tranquilidad desde hace décadas; ya que, gran parte de los habitantes de La Palma Los Comuneros no tienen a su nombre una vivienda.
Aunque, de otro lado, tienen todo cubierto en términos de servicios públicos, con los años han ido valorizándose las propiedades y la vista es, cuando menos, particular, tanto por la fachada de sus casas, como por la altura a la que se encuentra.