Alerta por llegada de cangrejo rojo a Santander: su consumo puede afectar el cerebro humano

El cangrejo rojo americano es una especie invasora que habita ecosistemas acuáticos y terrestres, así como cuerpos de agua contaminada

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Su presencia amenaza el ecosistema
Su presencia amenaza el ecosistema y a otras especies - crédito Omar Javier López Gómez

La Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) ha alertado sobre el hallazgo de un cangrejo rojo en una laguna del municipio de Villanueva, Santander.

La entidad lo ha identificado como una “especie invasora peligrosa” tanto para la salud humana como para el medio ambiente.

Este crustáceo, conocido como langostino rojo o langostilla de río, cangrejo de pantano rojo o cangrejo de Louisiana, puede portar parásitos y virus que pueden afectar el cerebro. Si bien, este cangrejo rojo americano es una especie invasora que habita ecosistemas acuáticos y terrestres así como cuerpos de agua contaminada, por esto se considera perjudicial para la salud del ser humano.

La entidad también advierte que, esta especie puede afectar seriamente el equilibrio natural de las zonas que habita, pues es vector de diferentes virus y enfermedades letales para otras especies de cangrejos nativos por la cantidad de patógenos y parásitos que alberga en su cuerpo. Adicionalmente, sus hábitos de propagación en madrigueras que instalan en orificios en las paredes de los cuerpos de agua, alteran y modifican los ecosistemas.

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El cangrejo rojo americano mide entre 10,5 y 12 centímetros, pesa alrededor de 45 gramos. Su cuerpo tiene forma cilíndrica cuyo color en edad adulta es de un rojo intenso y algunas veces toma tonalidades cafés. Es una especie con una alta tasa de fecundidad que alcanza a poner entre 200 y 500 huevos y su reproducción es altamente resistente a aguas de mala calidad y bajas concentraciones de oxígeno.

Además de los problemas de salud para los humanos, la presencia de este animal también provoca erosión en las áreas donde construyen sus nidos. Estos cangrejos rojos cavan cuevas en las zonas de protección de quebradas, lagunas y rios, lo que genera deslizamientos y grietas. Sus inherentes actividades de excavación causan deslizamientos internos y cárcavas, afectando la estabilidad de las lagunas y el medio ambiente en general.

Es un efecto dominó, pues la langostilla se alimenta de moluscos, renacuajos y platelmintos, entre otros, pero al mismo tiempo, algunas aves, insectos, peces y mamíferos como el chigüiro, pueden devorar uno de estos cangrejos, convirtiéndose de inmediato en huéspedes de enfermedades y virus.

Se sabe además que si una persona o un animal doméstico (gato o perro), come uno de estos crustáceos puede llegar a presentar complicaciones en vías digestivas y respiratorias de consecuencias severas y a veces letales.

Actualmente la CAS está realizando inspecciones en la laguna para localizar más cangrejos de esta particular especie. Hasta el momento, no se ha encontrado presencia del cangrejo rojo en el río Fonce, pero la situación sigue siendo monitoreada de cerca para prevenir su propagación y mitigar los posibles impactos tanto ambientales como de salud.

Cangrejo rojo. Foto: biólogo Nelson
Cangrejo rojo. Foto: biólogo Nelson Londoño - CAR

Cabe resaltar que no es la primera vez que este cangrejo aparece en territorio colombiano. El pasado 24 de marzo, La Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), también hizo un llamado a los habitantes de los municipios ubicados en la cuenca alta del río Bogotá Valle de Ubaté para que no consumieran cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii).

El llamado de la autoridad ambiental no solo se dio como antesala a la Semana Santa, época en la que se incrementa el consumo y venta de pescado y otras especies que hacen parte de la gastronomía tradicional religiosa, sino además por la presencia de estos individuos en lugares de esparcimiento y recreación como los parques ecoturísticos de la CAR ubicados en estas zonas, ante el riesgo que, para adultos, menores de edad y mascotas representaría su manipulación o ingesta.

De acuerdo a datos de La Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca. (CAR), esta particular especie llegó a Colombia en 1985 proveniente de Estados Unidos con fines de investigación como parte de un proyecto particular en el municipio de Palmira, Valle, pero fue liberada en forma accidental y desde entonces se ha expandido rápidamente a otras zonas del país.

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