En un hecho que llamó la atención de los colombianos, la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) cerró, por tres días, 19 establecimientos en Bogotá por no expedir factura electrónica, hecho que se volvió obligatorio para todos los establecimientos de comercio del país.
Uno de esos establecimientos fue el famoso Piqueteadero Doña Segunda, en la carrera 51, número 73 - 09, en el barrio 12 de Octubre, en localidad de Barrios Unidos. Por eso, miles de colombianos reaccionaron en redes sociales y se volcaron en críticas hacia la Dian y, sobre todo, contra el presidente Gustavo Petro.
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Incluso, la mujer aseguró que está “al borde de la locura” porque serían tres días en los que el restaurante dejará de producir. Además, explicó que sus hijos han intentado cumplir con la expedición de la factura electrónica, pero en muchos casos no lo pudieron hacer. El hecho hizo tendencias en X (antes Twitter) la frase “la pobre viejecita”, en referencia al cuento del escritor bogotano Rafael Pombo, que narraba a una señora que, supuestamente, no tenía nada que comer.
Sin embargo, también en redes sociales dejaron entrever su disgusto por el respaldo hacia la trabajadora. Esto, debido a que su negocio no es una simple tienda, sino que con los años creció y es para que cumpla con las normas, así como otros establecimientos de comercio lo hacen.
Dueña de toda una esquina
Aprovechando que “pobre viejecita” se hizo tendencia, muchos usuarios detallaron que doña Segunda se apoderó de una gran esquina del barrio donde está ubicado el restaurante y, a pesar de eso, no paga la salud de los 20 empleados que tiene.
Por ejemplo, el usuario @JANDR3S, al recordar un reportaje del Canal Capital hizo varias críticas:
- Toda esta esquina es de Doña Segunda.
- O sea que esta ya no es la Plaza del 12 de Octubre, sino la Plaza de Doña Segunda.
- Doña Segunda es una empresa grande y muy concurrida.
- ¿Por qué no da factura electrónica?
- Y los medios quieren vender el cuento de la pobre viejecita.
De igual manera, en un duro cruce de opiniones, la usuaria @Notiparaco y el senador David Luna, del Cambio Radical, se enfrentaron por Doña Segunda.
En primer lugar, el senador lamentó lo sucedido y criticó al presidente Gustavo Petro: “Con los delincuentes y mafiosos el Gobierno Petro es suavecito. Con los abuelos trabajadores, al contrario, es implacable. El cinismo del cambio”.
A esto, la usuaria, que se llama Alejandra, trató de imbécil al congresista. Primero, le dijo: “David no sea más imbécil de lo que ya es. Dos edificios de tres pisos que facturan millones al mes. La Dian le advirtió hace poco que pusiera la factura electrónica que su pedazo de expresidente Duque implementó”.
Y siguió: “Pero obvio a la nieta de la pobre viejecita quien es la que mueve el negocio (graduada del garaje de la Sergio Arboleda) no se le dio la gana. Pero claro, a un cretino como usted le conviene la mala prensa a Petro”.
‘La muestran para dar lástima’
Asimismo, el usuario Anderson Castaño citó un video del tiktoker César Gamboa en el que explica todo lo que tiene Doña Segunda en su famoso piqueteadero.
- Tiene más de 20 empleados, sin salud, ni pensión.
- Los que administran son sus hijos, la muestran para dar lástima.
- Es un negocio muy lucrativo que siempre mantiene con fila.
Cómo dice el cuento de La pobre viejecita
El cuento de “La pobre viejecita”, escrito por Rafael Pombo, fue publicado, originalmente, en 1854. Dice lo siguiente:
Érase una viejecita sin nadita que comer
sino carnes, frutas, dulces,
tortas, huevos, pan y pez.
Bebía caldo, chocolate,
leche, vino, té y café,
y la pobre no encontraba
qué comer ni qué beber.
Y esta vieja no tenía
ni un ranchito en qué vivir
fuera de una casa grande
con su huerta y su jardín.
Nadie, nadie la cuidaba
sino Andrés y Juan y Gil
y ocho criadas y dos pajes
de librea y corbatín.
Nunca tuvo en qué sentarse
sino sillas y sofás
con banquitos y cojines
y resorte al espaldar.
Ni otra cama que una grande
más dorada que un altar,
con colchón de blanda pluma,
mucha seda y mucho holán.
Y esta pobre viejecita
cada año hasta su fin,
tuvo un año más de vieja
y uno menos que vivir.
Y al mirarse en el espejo
la espantaba siempre allí
otra vieja de antiparras,
papalina y peluquín.
Y esta pobre viejecita
no tenía qué vestir
sino trajes de mil cortes
y de telas mil y mil.
Y a no ser por sus zapatos
chanclas, botas y escarpín,
descalcita por el suelo
anduviera la infeliz.
Apetito nunca tuvo
acabando de comer,
ni gozó salud completa
cuando no se hallaba bien.
Se murió de mal de arrugas,
ya encorvada como un tres,
y jamás volvió a quejarse
ni de hambre ni de sed.
Y esta pobre viejecita
al morir no dejó más
que onzas, joyas, tierras, casas,
ocho gatos y un turpial.
Duerma en paz, y Dios permita
que logremos disfrutar
las pobrezas de esta pobre
y morir del mismo mal.