Tras ocho años en los que el torneo no se realizó producto de problemas de organización entre las federaciones, finalmente la Conmebol determinó que 1975 sería el año del regreso de la Copa América. Como novedad, el torneo no se disputó en sede única, sino que cada selección debía jugar partidos como local y visitante durante el tiempo que duraba la competición, replicando el modelo usual de la Copa Libertadores.
Los favoritos eran los usuales: Brasil, Argentina y Uruguay marcaban una notable diferencia con el resto de selecciones, si bien la emergencia de Perú en el panorama internacional los ponía en la mira como un equipo a tomar en cuenta. En cuanto a Colombia, las expectativas eran más bien modestas.
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Bajo la dirección técnica de Efraín el Caimán Sánchez, la selección – por esos días conocida bajo el afectuoso mote del Zapote Mecánico por el color naranja de su uniforme – afrontaba el torneo siendo de las menos conocidas en el panorama regional. Salvo la clasificación al Mundial de Chile 1962, poco más había para presumir en el fútbol colombiano de entonces.
Eso sí, con los equipos más importantes del país en esos momentos como base para la convocatoria (Millonarios, Deportivo Cali, e Independiente Santa Fe) los nombres destacados en la historia del fútbol colombiano no faltaron en esa plantilla. Ernesto Díaz, Diego Edison Umaña, Jairo Arboleda, Henry La Mosca Caicedo, Miguel Escobar, Arturo Segovia y, sobre todo, los dos grandes referentes del plantel: el arquero Pedro Antonio Zape, y el atacante Willington Ortíz.
Aunque era un fútbol con limitaciones técnicas y solo contaba con dos jugadores de nivel continental, todo esto se compensó en buena medida con el trabajo que impuso el Caimán Sánchez, priorizando el acondicionamiento físico. “Esa concentración fue muy larga, empezamos en marzo y terminamos como en octubre”, recordó Ponciano Castro, otro de los nombres destacados de esa selección, en declaraciones para El Tiempo en 2019.
Colombia fue ubicada en el grupo C junto con Ecuador y Paraguay. Pese a que no partían como favoritos, la solidez defensiva aportada por Zape y la técnica aportada por Ortiz y Díaz les permitieron ganar el grupo con solvencia, venciendo en sus cuatro partidos y recibiendo apenas un gol.
Pero no faltaron los inconvenientes durante la fase de grupos. El más recordado tuvo lugar luego del gol de Ernesto Díaz en el estadio Defensores del Chaco ante Paraguay, en el minuto 43 del compromiso. En ese momento la policía intervino para agredir a los futbolistas colombianos luego de que Willington Ortiz – que le dio la asistencia al Teto para el único gol del partido – se burlara del arquero paraguayo, Ever Hugo Almeida. Por ese motivo y cuando la situación escaló hasta convertirse en una batalla campal, el árbitro brasileño Arnaldo Cézar Coelho suspendió el juego y la Conmebol determinó la victoria de Colombia en los escritorios.
En las semifinales, Colombia se encontró a Uruguay, vigente campeón de la Copa América, con un plantel en el que destacaba la figura de Fernando Morena. El primer partido se jugó en Bogotá y el Zapote Mecánico se impuso por 3-0 con goles de Edgar Angulo, Willington Ortiz y Ernesto Díaz, que ese día con cuatro goles se aseguró ser el máximo goleador de la Copa América.
En cambio, el partido de vuelta en Montevideo fue más complicado y puso a prueba el temple de Colombia. En medio del juego físico que impuso el cuadro charrúa, hasta tres jugadores resultaron lesionados, incluidas las dos figuras de la selección, Ortíz y Zape.
Este último jugó esa noche en el estadio Centenario la que quizá fuera su noche más recordada jugando para la selección, pues le atajó un penalti a Morena y cuando fue a tomar el rebote, el atacante uruguayo le golpeó el hombro. “sentí cuando se me salió, y Oswaldo ‘el Pescadito’ Calero, que en paz descanse, me hizo una curación rápida. Jugué con el hombro luxado casi cuarenta minutos”, recordó en diálogo con El Tiempo. Aunque Uruguay ganó 1-0 el juego en Montevideo, por el sistema de entonces clasificó a la final el equipo con mejor diferencia de gol, que en este caso era Colombia.
En la final el contrincante era Perú con la mejor generación de futbolistas de su historia, y que venía de eliminar a Brasil en la semifinal. Aunque Zape se alcanzó a recuperar lo suficiente para jugar la final, la baja de Willington Ortíz condicionó seriamente las posibilidades de Colombia ante un rival que contaba con figuras del calibre de Julio Meléndez, Hector Chumpitaz o Juan Carlos Oblitas. Ernesto Díaz, el goleador del equipo, tuvo que salir desde el banco de suplentes por la misma razón.
Las crónicas de la época reportan que en El Campín se congregaron unas 60.000 personas para presenciar el partido de ida que terminó con victoria para Colombia por la mínima diferencia con un gol de tiro libre de Ponciano Castro. Ante una cantidad similar de público se jugó el partido de vuelta en el estadio Nacional de Lima. Esta vez los peruanos se mostraron intratables y con goles de Juan Carlos Oblitas – que aprovechó un descuido de Miguel Escobar en la marca – y Oswaldo Ramírez, se empató la serie, debido a que en esa instancia se computaban las victorias y no los goles convertidos.
Entonces, la serie se decidió con un tercer partido en cancha neutral en Caracas (Venezuela), una semana después. Aunque Colombia contó con el regreso de Willington Ortíz, se encontraba claramente disminuido en lo físico, –lo que según las crónicas no le impidió generar peligro con sus desbordes–. En cambio, para el juego clave Perú contó con la presencia de sus dos mayores estrellas: Teofilo Cobillas y Hugo el Cholo Sotil, que no jugaron los dos primeros partidos de la final debido a que no recibieron la autorización para viajar por parte de sus clubes de entonces, el FC Barcelona y el Porto, respectivamente.
Fue un juego cerrado y parejo, en el que Zape atajó nuevamente un penalti (esta vez a Cubillas) y Jairo Arboleda se dio el lujo de hacerle túneles consecutivos al propio Nene y a Sotil, según recordó el Caimán Sánchez. “Ellos inmediatamente lo abrazaron al ver esa proeza; ya eso no pasa”, expresó en El Tiempo. El juego se decidió por un gol de Sotil terminando el primer tiempo, aprovechando un balón que le quedó dentro del área chica para batir a Zape con un fuerte remate.
Pese al final amargo, la Copa América 1975 fue clave para demostrar que el fútbol colombiano podía competir a nivel suramericano. Incluso si los procesos posteriores de esta generación no lograron replicar ese éxito en el certamen o alcanzar la clasificación a una Copa del Mundo, marcó un puntapié que explica mucho de lo que vino después. Incluida, por supuesto, la obtención de la primera Copa América en 2001.