Con apenas 18 años, el creador de contenido colombiano conocido en redes como Sergio Explora, se inscribió en el programa de estudiantes universitarios Work and Travel para salir por primera vez del país y su deseo de aventura lo llevó a Estados Unidos, donde fue a parar en un campamento de verano de judíos ortodoxos.
Así lo describió en un video compartido en su perfil de la plataforma Tiktok: “A uno le pagan y tiene tiempo para viajar, conocer gente y practicar el inglés, pero no me esperaba que el campamento que me asignaran fuera de una comunidad judía ortodoxa; es decir, eran judíos muy religiosos” y, por tanto, no tardó en enfrentarse a su primer choque cultural.
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“Todas las personas que no éramos de la comunidad judía teníamos que estar por fuera del campamento, en unas cabañas aparte y no podíamos mezclarnos con ellos”, comentó, algo incómodo al sentir que no era tratado como un igual.
Pero pronto notó que, incluso, los mimos judíos tenían normas estrictas que seguir al pie de la letra en sus vacaciones de verano.
“En los primeros días del campamento vi a unas chicas jugando basquetbol, una chimba, entonces pensé en acercarme para conocer gente y jugar. Me les uní, jugué un ratico y al final del partido me acerqué a una de ellas para presentarme y darle un abrazo, pero la chica interpuso su mano y, en ese momento, llegó un rabino a decirnos que no podíamos tocar ni interactuar con las mujeres, porque para los judíos ortodoxos los hombres y las mujeres no pueden tener mucho contacto físico”.
Este era solo el inicio. Sergio aún tenía que conocer las costumbres de sus anfitriones y apegarse a ellas a cabalidad, pues no solo su estadía estaba en juego, también lo estaban las creencias y limitaciones religiosas del equipo del campo y los otros asistentes.
Por no hacerlo a tiempo, de hecho, estuvo a punto de ser expulsado: “Tenía que trabajar en la cocina y nos explicaron que toda la comida que ellos consumen es kosher, que tiene una preparación especial, al punto en el que un día llegó el chef a decirme que estaban a punto de echarme del campamento, porque me había atrevido a coger una cuchara de las carnes y llevarla a la cocina de los lácteos y, para ellos, no se pueden mezclarlas leches con las carnes, porque es pecado”.
Incluso, con semanas junto a ellos, seguía encontrado aspectos de su cultura y religión que lo dejaban boquiabierto, con todo y que respondían a una que otra duda, como cuando descubrió que las mujeres utilizaban peluca para no enseñar su cabello.
“Yo miraba que el cabello de las mujeres era algo extraño, pero era porque usaban pelucas porque, de acuerdo a la ley judía, una mujer que se casa solamente puede mostrarle el cabello a su esposo, en la intimidad”.
Los mismos a los que veían todas las tardes realizando “un baile extraño” que, en realidad, se trataba de su tiempo de oración en hebreo. “Ellos hacen un movimiento perpendicular para concentrarse en su oración y un día, cuando terminaron, uno de los chicos se me acercó y me pidió un favor que, en principio, no entendí. Me hizo caminar 10 minutos hasta su habitación para que apagara la luz por él, utilizando el interruptor”.
Lo anterior porque era sábado “y los sábados ellos celebran Shabat, que es el día en el que Dios descansó de la creación del universo, entonces ellos descansan y no pueden hacer nada que represente el trabajo o la creación, entonces, no pueden encender las luces, no pueden utilizar aparatos electrónicos y no pueden ni siquiera encender fuego para cocinar”.