La mamá influencer Carolina Roa Moreno sorprendió a sus seguidores en la plataforma de entretenimiento china TikTok tras compartir, a mediados de mayo, dos videos en los que explica cómo le enseñó a su hijo, de apenas 3 años, a defenderse de los matones en el colegio.
“Me dijo en el desayuno que, como yo le había dicho que podía ayudarlo a solucionar cualquier problema, necesitaba contarme algo (...) Resulta que hay un niño que se llama ‘fulano de tal’ y ese niño, cada vez que están a solas en el recreo o jugando, lo empuja y le dice Jerónimo bobito”.
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Para poder ayudarlo a solucionar el problema Roa le pidió completa honestidad y, una vez el niño se comprometió a decirle la verdad y no ocultarle información, le preguntó si él había molestado en alguna ocasión a “fulanito de tal” o lo había agredido.
Entonces, atando cabos, la influencer recordó que hace un par de semanas, Jerónimo había llegado a la casa con un “chichón” en la frente, que “fulanito” le había provocado al empujarlo mientras jugaban.
En ese entonces, parecía un incidente sin importancia, pero con la nueva confesión de su hijo, descubrió que se trataba de un caso de bullying o matoneo sistemático. “Como hace un mes me venía dando quejas, pero pensaba que era algo normal y que todos tenemos a un ‘fulanito de tal’ en nuestras vidas”.
Así que lo siguiente que le preguntó a su pequeño fue si las agresiones eran delante de las profesoras o a escondidas. Y este, cumpliendo su palabra, admitió que lo hacía siempre que estaban a solas o, únicamente, con sus compañeros de clase.
“Entonces yo le dije: póngale pues cuidado, Jerónimo. La próxima vez que este niño le diga algo o lo vaya a empujar, usted se remanga las mangas del uniforme, se para con una pierna adelante y con otra atrás, le dice que lo respete y, finalmente, que se vaya”.
Para asegurarse de que no fuera a meterse en problemas o a quedar en ridículo lo ayudó a practicar, pero “al principio lo hacía muy tierno”. Sin embargo, después de un par de intentos, con todo y su baja estatura logró verse intimidante.
Además, “le dije que no le volviera y que no se pusiera a darle quejas a la teacher. No, papá, le dije que se defendiera solito, que se defendiera ahí, que se defendiera en el acto”, precisó antes de llevarlo el día siguiente a clases.
Una vez se presentaron en el jardín, lo dejó en el salón y luego habló con la profesora, pero no para buscar la intervención de las directivas, sino, por el contrario, para prevenirla porque ella misma lo había “mandado a responder” y no quería recibir quejas, pero sí la versión de alguien que observara a lo lejos.
Ese día, en la tarde, recogió a Jerónimo junto a su esposo para que él lograra distraerlo, mientras ella volvía a halar con la profesora, pero desde el principio tuvo un buen presentimiento: “Sentí aires de grandeza cuando Jerónimo salió”.
“Llegaron, se sentaron a almorzar y, a lo lejos, la teacher, que había estado pendiente todo el día, vio cuando ‘fulanito’ se le sentó al lado empezó a darle golpecitos con el codo, mientras miraba para todos lados... cuando, de repente, Jerónimo saca la mano y golpeó la mesa para –acto seguido– preguntarle qué quería, remangándose el uniforme”
La profesora intervino y, haciéndose la desentendida, preguntó qué es lo que estaba pasando y Jerónimo explotó. Le contó la situación de bullying que había estado enfrentando y luego siguió almorzando, mientras ignoraba a su pequeño agresor.
Pero, no contento, en la tarde intentó buscarlo nuevamente para molestarlo a él y a una amiga en común que estaba llorando. Mientras Jerónimo la consolaba, el niño lo acusó de estarla molestando y, de nuevo, lo enfrentó. “Lo sacó del parche y, yo no sé ustedes, pero yo me siento orgullosa. No hubo violencia, yo no lo mandé a que lo cascara, pero sí que le pusiera su tatequieto” y eso hizo.