En los últimos años y tras la pandemia del covid-19, el auge de las criptomonedas y las tecnologías estimuló el crimen financiero, tanto a nivel nacional como internacional. Hoy por hoy, según el Foro Económico Mundial (FMI), estos delitos le cuestan a los países en desarrollo, como Colombia, hasta USD1,26 billones al año.
Dicha suma, según el libro El Crimen financiero trasnacional: una batalla interminable para el derecho internacional, escrito por el profesor de la Maestría de Derecho Internacional de la Universidad de la Sabana, Juan Carlos Portilla, se representa el tamaño combinado de las economías de Suiza, Sudáfrica y Bélgica, lo que es suficiente para, incluso, ayudar a las 1.400 millones de personas que viven con menos de USD1,25 por día y sacarlas del umbral de pobreza.
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El experto señala que en Colombia la corrupción, el lavado de activos y, aunque parezca increíble, el crimen bursátil y bancario, el fraude y el cibercrimen son los crímenes financieros más comunes.
“Hay muchas actividades delictivas en la red. Hay muchos fraudes en la en la red global, pero, sin duda, la corrupción, la evasión fiscal llevada a cabo y el lavado de activos siguen siendo los reyes en Colombia”, remarcó.
Globalización económica
El docente recordó que el crimen financiero tomó un aspecto transnacional por la globalización. Según él, la globalización económica seguirá teniendo impactos bastante positivos para la sociedad global y local, pero no hay que mentir: uno de los hijos no queridos de la globalización fue la globalización del crimen.
Indicó que existen tres grandes ramas del crimen nacido de la globalización relacionadas entre sí. Son los siguientes:
- Crimen organizado: cogió un impacto global. Allí se tiene al narcotráfico, la trata de personas, la financiación del terrorismo, que es un crimen financiero.
- Surgimiento transnacional de la criminalidad empresarial: para el caso colombiano, cuenta con ejemplos como el de Interbolsa y el caso de Odebrecht a manos de empresarios.
- Crimen financiero: compuesto, principalmente, por el lavado de activos, la financiación del terrorismo, el narcotráfico, el contrabando, la trata de personas y crímenes de valores como evasión fiscal y corrupción. Estos generan muchos recursos que de alguna manera también tienen que ser lavados en el sistema financiero.
“Lo que yo digo en el libro es que el centro de gravedad de esta batalla es el sistema financiero global y local. Entonces, los narcotraficantes, en este tipo de organizaciones criminales, o sea, en la criminalidad empresarial, ven los socios ideales para lavar esos activos y legitimarlos y colocarlos de nuevo en la economía formal, sin levantar ningún tipo de sospecha”, afirmó.
Insistió en que el crimen financiero se volvió global y su solución debe ser global, lo que significa que los Estados de la comunidad internacional tienen que ver esto como una problemática que requiere ser solucionada globalmente y la mejor vía es la cooperación.
Entonces, “si dos personas cooperan por un proyecto común es más fácil que logren el objetivo que una persona individual. Lo mismo pasa a nivel de países”.
El dinero de la Oficina de Envigado
Para Portilla, existe un caso muy breve, el de una empresa textilera de Medellín muy prestigiosa que en algún momento decidió hacer un pacto con la Oficina de Envigado, porque querían más y decidieron lavar el dinero de esta estructura criminal.
Así, que utilizando la infraestructura empresarial se embarcaron en un proceso de operaciones de comercio exterior ficticia para traer el dinero del narcotráfico de la Oficina de Envigado que estaba en Estados Unidos y con esos recursos hicieron una serie de proyectos de propiedad raíz en Antioquia que inmediatamente despertaron las sospechas de las autoridades americanas.
De tal manera, recordó, que en cooperación con las autoridades colombianas terminaron por solicitar en extradición a uno de los principales socios de este grupo textilero y hoy está preso.