En un episodio reciente de su sección “historias de call center”, el creador de contenido bogotano Brayan Chavez compartió la historia de un joven que lidió con un jefe que, al parecer, se obsesionó con él al punto de prohibirle socializar con personas del género opuesto o tener amigos.
“Ocurrió en una caja de compensación en la cual nuestro protagonista, a quien llamaremos Leonardo, vendía créditos, pero puo ascender al cargo de backoffice. El verdadero quién pudiera ¿no? Lo que no sabía Leito es que con este ascenso iba a conocer a la persona que sería su tormento en los próximos años: su jefa, a quien llamaremos Marta, la gerente de campaña”.
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Los primeros meses parecían ir bien, Leonardo, Marta y Sebastián, que trabaja junto a ellos, se hicieron grandes amigos y, prácticamente, hacían todo en grupo. “Sin embargo, Marta empezó a mostrar ciertas redflags con el tiempo”.
Al iniciar el proyecto o campaña, Marta le dio permiso a Leonardo de ausentarse durante algunas horas el sábado para asistir a la universidad, pero “cuando ella se levantaba de malas le decía que en cualquier momento podía quitarle el permiso, porque la empresa no estaba obligada a dárselo y así, de la nada”.
Entonces, Leonardo empezó a notar que Marta tenía cambios de humor abruptos, dentro y fuera del trabajo “al punto en el que ella le pedía que la acompañara a hacer vueltas de índole personal y, cuando él tenía otros compromisos, se enojaba”
Era como si quisiera controlarlo y, además, solía ser bastante grosera con sus subordinados; lo que, no le agrado al protagonista de la historia y lo llevó a alejarse, lentamente. Pero, con todo y eso, su actitud empeoró cuando Sebastián y Leonardo comenzaron a hacerse más cercanos.
“Marta empezó a manipular a Leonardo, poco a poco. Le decía que quería aparentar un estilo de vida que no tenía al pasar tanto tiempo con su nuevo amigo, que no tenía carácter y tampoco una identidad (...) entonces él confirmó que debía alejarse”.
Pasaron unas cuantas semanas y, a pesar de ser fiel a su decisión, se sentía incomodo, pues, debían compartir el mismo espacio de trabajo. Una situación que lo llevó a aceptar una salida en la que su relación traspasó la línea, de lo laboral a lo personal.
“Se fue con Marta a un bar para limpiar las asperezas, reparar su relación que, para entonces, seguía estando fracturada y”, entre tragos, terminó a besando a Marta y ella le confesó que desde hace meses tenía sentimientos hacia él.
Arrepentido, Leonardo se vio obligado a decirle que no sentía nada por ella y que el beso había sido un error y esto desató un infierno para ambos. Marta fue internada en un hospital psiquiátrico y al regresar se enteró de que una nueva practicante se había unido al grupo de Leonardo y Sebastián.
Nuevamente trató de manipularlo, “sabía dónde atacar y atacaba duro. Mientras, él ya no sabía qué más hacer, simplemente seguía alejándose, pero ella encontró como vengarse: le hacía chistes, tratando de dejarlo en ridículo frente a otros trabajadores y bromeaba con su orientación sexual, para hacerlo quedar mal”.
Todo esto desembocó en episodios de acoso laboral. “Lo aislaba, no le permitía hablar con nadie más en el trabajo y seguía cuestionándolo sobre el tiempo que pasaba con Sebastián, pero era incluso peor cuando se acercaba a mujeres en el trabajo, llegando al punto de insultarlo”.
Pasaron varios años y al graduarse de la universidad renunció al call center, pero “Marta se enloqueció. Lo ubicó en frente a la empresa y mientras todos miraban por la ventana le dijo que era un mal profesional, un poco hombre y que, gracias a ella, él se había podido graduar de la universidad”.
Un tormento que continuó tras su salida de la empresa, pues, ella seguía hablando mal de él con sus excompañeros de trabajo y con su novia, a quién también trató de acosar. Una historia aterradora que llevó a que Sanchez concluyera: “hay personas que no están capacitadas, no solo para ser jefes, sino e general”, para trabajar en grupo.