La que pensó sería una idea brillante de negocio terminó convirtiéndose en una gran pérdida de dinero y espacio en la maleta, pues de ida y regreso, Mariana, conocida como la del pelo en redes sociales, tuvo que cargar con la mercancía que no logró vender en su intercambio en España.
Según comentó, “la cultura de vender o de tener un emprendimiento es casi que nula en Europa o, por lo menos, es lo que puedo decir después de lo que me pasó a mí”.
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Como buena paisa, Mariana dice tener un emprendimiento relacionado con el diseño de stickers y en su universidad colombiana suele venderlos en los salones de clases y espacios comunes, tal y como cientos de estudiantes que buscan un ingreso extra o la independencia económica antes de graduarse.
Por eso, cuando hace un año y seis meses realizó un intercambio estudiantil a Barcelona, pensó que se iba a “tapar” en euros, pero no podría estar más equivocada.
“Yo tenía plata ahorrada para gastarme mis cositas, pero el intercambio me lo iban a pagar mis papás. Sin embargo, de alguna manera, quería ayudarlos a soportar los gastos”, así que se mudó junto a su emprendimiento, aunque con ideas novedosas, como diseñar una línea de autoadhesivos sobre Barcelona y comprar mercancía a artesanos colombianos para revenderla en Europa.
“Diseñé una tote bag (bolsos) en la que iba a poner los productos y (ya tenía pensado) cómo los iba a mostrar, cómo iba a enseñarlos en las clases. Yo, prácticamente, iba era a vender en esa universidad. Además que era una universidad de negocios, una business school, entonces pensé que obviamente dejaban vender”.
El primer día se presentó optimista en clase con su caja, tan “icónica en las universidades colombianas”, la tote bag y un bolso de muestra, del trabajo artesano que había comprado para luego comercializar.
“En mi clase había gente de todas partes. De Dinamarca, de Alemania, Francia, México, etc. Entonces me acerqué a un grupo de chicas francesas y les mostré los stickers, sin compromiso. Y ellas me miraron de arriba a abajo”.
Pero no se rindió, con un segundo “cliente” intentó dar inicio a la venta de bolsos, pero este volvió a verla “como un bicho raro”. Y así fue “la primera clase”, pensó que era mala suerte, pero con el tiempo iría ganándose a los estudiantes del campus, hasta que llegó a su segundo salón.
“La persona que se sentó al lado mío me preguntó si podía vender en la universidad y le respondí que no sabía”, pero ella continuó “Yo no creo que puedas, eso lo tienes que hablar con la directora”.
Así que, al salir de clase, Mariana se dirigió a las oficinas administrativas y logró conseguir una cita con la rectora. “Yo le conté acerca de mí emprendimiento y le pregunté si podía vender en las clases, debí haber preguntado antes, porque en mi universidad es necesario solicitar un permiso de venta, pero la directora me dijo que no, que no podía vender, a no ser que lo hiciera al terminar las clases y fuera de las instalaciones”.
Le ofreció que podrían colocar su número de teléfono en el tablero de información, pero no contenta Mariana trató de vender por el campus de manera clandestina, siguiendo casi al pie de la letra las indicaciones de la rectora.
Sin embargo, nunca llegó el gran recibimiento que esperaba antes de volar: “para la gente era como una vendedora ambulante, como de la calle, porque allá si tu no tienes un negocio, un local o un mercado establecido en la calle, no tienes nada. La venta informal es muy difícil y me miraban como si fuera un bicho raro, cuando, al menos para mí, es lo más normal del mundo”.