En la tarde del sábado 27 de abril, turistas que visitaban el Valle de Cocora, en Quindío, fueron sorprendidos por una grata visita que quedó captada en video.
En el cielo, una enorme sombra daba aviso a la llegada del emblemático cóndor de los Andes, reconocido por ser una de las aves más grandes del mundo; además, de pertenecer a los símbolos nacionales de países como Chile, Ecuador, Bolivia y, por supuesto, Colombia.
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Es de recordar que esta ave rapaz está clasificada en el país como una especie en peligro crítico de extinción, por lo que su visita y presencia generó sorpresa pues, desafortunadamente, la caza y la destrucción de su ecosistema ha influenciado que en la actualidad haya pocos ejemplares.
Por ello, quienes lograron capturar las imágenes, apreciaron el momento en que el ave tomaba un refrescante baño: “Yo creo que las cosas más hermosas que puede vivir un visitante, en Colombia, es encontrarse con una de las aves más imponentes que tiene el mundo mide dos metros y es nuestro símbolo y viene como que han hipnotizados al ver tanta belleza (sic)”, expresó uno de los ciudadanos.
De otro lado, fue la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Uicn) la que emitió una alerta sobre el pronunciado declive de la población del cóndor de los Andes, situándolo en una categoría de amenaza que sugiere un riesgo crítico de extinción. Esta emblemática especie, que se extiende a lo largo del continente sudamericano, enfrenta una serie de desafíos severos que han contribuido a su reducción, incluidos el envenenamiento, la caza y la competencia por fuentes de alimento.
Según lo anunciado por la Uicn, en Colombia la cifra de cóndores oscila entre los 150 y 180 individuos, lo que plantea la urgencia de acciones para su preservación. Este declive poblacional es atribuido en gran medida a las interacciones negativas con actividades humanas, donde prácticas como la caza, motivada por percepciones de amenaza a la ganadería, y el envenenamiento indirecto, debido al uso de químicos tóxicos, se señalan como causas directas. Además, la pérdida de hábitat se reconoce como otro factor crítico detrás de la vulnerabilidad de estos gigantes alados.
Conservacionista que cuida las aves rapaces de Colombia
Frente a este panorama desalentador para las aves rapaces, se destaca la labor de Ana María Morales, una bióloga de vida silvestre, originaria de Bogotá, que actualmente vive en Pereira, y que trabaja de la mano con la Fundación Águilas de los Andes para la conservación de las aves rapaces de Colombia
“Mientras hacía una maestría en EEUU por casualidad en redes sociales descubrí la rehabilitación de fauna, durante un voluntariado en el centro que conocí en redes vi mi primer halcón peregrino que estaba esperando un cetrero para ser rehabilitado y ese encuentro me flechó”, relató la bióloga bogotana.
Morales explicó parte de su labor con las aves rapaces (que cazan presas para alimentarse): “Colaboro en la rehabilitación de individuos, mediante técnicas de cetrería (cazar con aves rapaces entrenadas). Educo al público y sensibilizo poblaciones que tienen conflicto con estas aves e investigo el Águila Real de Montaña para buscar maneras de mitigar el conflicto que tiene”.
La bióloga explicó uno de los motivos por los cuales el Águila Real de Montaña (Spizaetus isidori), hace parte de las especies de águila más amenazada de Colombia: “por su apariencia puede causar miedo y admiración. No conocía la especie antes de empezar a colaborar con la FADA”.
“Dentro de los círculos que me muevo en los dos países, la mayor diferencia es que en EEUU tienen una visión más utilitaria o instrumental de las aves, siempre mostrando respeto por los procesos naturales, mientras que en Colombia las tratan de una manera más intrínseca, evitando el impacto de los humanos, pero a mi modo de ver, el hecho de estar observando aves ya tiene de por sí un impacto en las aves y los ecosistemas y por ende me identifico más con la visión gringa instrumental”, aseveró Morales.