Esta semana, un informe sobre derechos humanos publicado por el Departamento de Estado de Estados Unidos y las subsiguientes declaraciones tanto en Washington como en Bogotá desencadenaron lo que se configura según expertos, como la primera gran crisis diplomática entre el Gobierno de Gustavo Petro y la administración demócrata liderada por Joe Biden.
Este conflicto llegó a involucrar sensibles menciones sobre los hijos de ambos líderes y motivó el envío de una contundente nota de protesta por parte de la cancillería colombiana, cuyo fundamento continúa siendo motivo de discusión.
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William Brownfield, exembajador de EE. UU. en Colombia, indicó a El Tiempo: ”Entiendo que exista cierta frustración por parte del gobierno de Colombia por la mención en el informe de Derechos Humanos. Dicho eso, me hubiese gustado que el gobierno no reaccionara de una manera tan fuerte y que se manejara por los canales indicados. Mi deseo es que ambos gobiernos puedan apagar esto
La interrogante central de esta crisis es si será recordado meramente como un desacuerdo (o una crisis gestionada de forma deficiente) o si repercutirá a largo plazo en una relación bilateral significativa para ambas naciones.
En el ámbito económico, Estados Unidos es uno de los principales socios comerciales de Colombia. El Tratado de Libre Comercio entre ambos países, vigente desde 2012, ha facilitado el intercambio de una amplia gama de productos y servicios, impulsando las exportaciones colombianas hacia el mercado estadounidense y promoviendo la inversión extranjera directa.
Políticamente, Estados Unidos ha sido un aliado estratégico de Colombia en la región. Ha brindado apoyo en la consolidación de la democracia, el fortalecimiento institucional y la promoción de los derechos humanos.
La cooperación antinarcóticos, fundamental en la relación entre Colombia y Estados Unidos, se ha manifestado a través del Plan Colombia y estrategias posteriores. Esta colaboración ha incluido también el respaldo a los esfuerzos de paz colombianos, como el acuerdo con las FARC y diálogos con otros grupos armados.
El contexto
El comienzo de esta controversia, percibida por algunos como una tormenta en un vaso de agua, se remonta al lunes 22 de abril, con la difusión del informe de derechos humanos 2023 por parte del Departamento de Estado. Dicho documento, que se elabora anualmente desde hace décadas, evalúa la situación de los derechos humanos en más de 200 países, incluyendo a todas las naciones del hemisferio occidental.
En particular, el capítulo dedicado a Colombia, compuesto por 50 páginas, cubrió una amplia gama de asuntos, entre ellos, el orden público, asesinatos extrajudiciales, derechos religiosos, libertad de prensa, respeto a las minorías y la situación dentro de las cárceles.
El detonante fue la mención en el reporte de investigaciones por parte de la Fiscalía General de Colombia contra el hijo y el hermano de Petro por presuntamente aceptar pagos irregulares para la campaña de 2022, lo que fue interpretado por muchos como un señalamiento directo de EE. UU. hacia la política interna colombiana.
Cuando se cuestionó esta mención, desde el Departamento de Estado se aclaró que se incluyó sin valoración, por ser un hecho noticioso relevante del año. Sin embargo, una respuesta por parte del portavoz del Departamento de Estado, Vedant Patel, sobre la credibilidad de la investigación exacerbó interpretaciones en medios colombianos, llevando al presidente Petro a demandar una respuesta firme.
Algunos medios llegaron incluso a proclamar que Washington había reconocido como “creíble” la supuesta financiación irregular a la campaña presidencial.
Por otro lado, hubo quienes realizaron una interpretación errónea de las palabras de Patel, confundiendo su afirmación de que “las menciones en el informe son creíbles” (“entries in the human rights report are credible”) con un endoso a la veracidad de la “entrada de dinero en la campaña”.
Washington intentó aclarar el malentendido, pero antes de que pudiera hacerlo, Colombia ya había enviado su nota de protesta, a la cual EE. UU. respondió aclarando la naturaleza del informe y su contenido sin denotar constatación de hechos por parte del gobierno estadounidense.
La situación escaló cuando el canciller colombiano (e) Luis Gilberto Murillo criticó a EE. UU. por evaluar a otros países y comparó la situación con las investigaciones sobre Hunter Biden, hijo del presidente americano, que no fueron bien recibidas en la casa blanca. Esto llevó a la crisis diplomática actual que se espera, sea pasajera.