La mañana del 21 de febrero en Bogotá fue sacudida por el atentado sicarial contra el auditor Hernán Roberto Franco Charry, quien era hermano de Óscar Franco, exdirector de la Dian; en el parque de la 93, en el norte de la capital.
Este ataque resultó ampliamente mediático, principalmente, porque varias cámaras de seguridad lograron captar los momentos previos y posteriores al crimen.
Ahora puede seguirnos en nuestro WhatsApp Channel y en Facebook.
Una de las principales incógnitas de quienes siguieron el caso del reconocido auditor fue sobre quién estaba detrás de la última llamada que hizo Franco Charry, incluso, cuando había sido impactado en cuatro ocasiones por los sicarios.
Esta persona, que se ha identificado como un amigo muy cercano de Franco Charry, fue tachado por algunos medios de comunicación como el principal sospechoso del crimen.
Se trata de Ernesto Romero, uno de los propietarios de El Arrozal y Cía, una de las empresas que asesoraba el también empresario. Romero habló con El Espectador y contó detalles inéditos de los últimos momentos con el Franco Charry.
“Lo que sucedió es que había viajado a Bogotá para reunirme con don Robert. Llegué un día antes, el 20 de febrero, a la casa de él. Lo único distinto que noté ese día fue que había una empleada nueva. Comimos salmón con ensalada, no se me olvida. Después me fui al hotel donde me estaba quedando y él me dijo que nos viéramos al día siguiente, a las 7:30 a.m., en su oficina, media hora antes de la reunión en la que también iba a estar el hijo de él, Nicolás, un sobrino y don Pedro Bastidas (empresario pastuso, socio de El Arrozal)”, afirmó Romero al medio citado.
Contó que conocía a Franco Charry desde hace cinco años, debido a los negocios que tenían con su familia. La relación se volvió tan cercana que, incluso, Romero se convirtió en el padrino de su hijo. Por eso, una vez que se conoció el deceso de Franco Charry, Romero se reunió con Nicolás, uno de los hijos del auditor asesinado, para aclarar los rumores sobre su relación con el crimen:
“Me explicó que, el día que ocurrió el caso de su papá, como ellos a mí no me conocían y estuve presente en la clínica porque fui el que lo llevó herido y yo tenía la camisa llena de sangre, en algún momento sospecharon de mí. Él me confirmó que eso se lo dijeron a las autoridades, pero eso quedó descartado cuando me presenté y les dije quién había sido don Robert en mi vida”, dijo Romero en relación con las presuntas afirmaciones que indicaban que era el principal sospechoso del crimen, basadas principalmente por su actitud en el velorio y por ser uno de los primeros en llevar a la clínica al empresario.
De otro lado, el también empresario contó qué pasó en los momentos previos y durante el ataque a Franco Charry: “Cuando él apenas iba a salir de su casa me llamó, y escuché que le dijo al chofer: “Para la oficina”. Estábamos hablando porque habíamos quedado de encontrarnos para una reunión sobre la empresa El Arrozal. (...) El fue quien me marcó a las 7:20 a.m. para decirme que, en medio de esa reunión, podía plantearle la pregunta que necesitaba hacerle a don Pedro Bastidas, el otro socio de la empresa que estaba citado ese día”, indicó Romero, quien negó que en la llamada llegó a discutir con la víctima del atentado.
“Él me dice ‘listo, después de que hablemos con él, usted le plantea la pregunta que tiene’. Y en ese momento escuché al fondo que sonaron como cinco tiros. Empecé a decirle: ‘Don Robert, don Robert, don Robert’, al fondo escuché a una mujer gritar y después él dijo: ‘Disparen, disparen, disparen’. Seguía en la línea escuchando todo y él no me respondía, hasta que me dijo, con una serenidad que todavía no he podido entender: “Me acaban de disparar. Ven, por favor”. Eso fue lo último”, anotó Romero al medio mencionado.
Por ser el último en haber hablado con Franco Charry, incluso durante el ataque a bala, Romero se dirigió rápidamente a la oficina, donde encontró a su amigo “con un semblante ya grisáceo en la cara”. Momentos después lo subió al carro en el que se movilizaba, con rumbo a la clínica:
“Lo abracé, lo cogí y la cara de él me quedó en el pecho, por eso a mí la camisa me quedó llena de sangre. Lo que le entendí a lo último, porque ya no podía ni hablar, fue: “La niña, la niña”, refiriéndose a su hija”. puntualizó Romero.