Guatavita, un municipio ubicado en el corazón de Cundinamarca, Colombia, se distingue por su riqueza cultural y patrimonio turístico, emergiendo como un destino imperdible para quienes buscan experiencias únicas en contacto con la naturaleza y la historia.
Conocido por la legendaria leyenda de El Dorado y rodeado de paisajes que cortan el aliento, este lugar ofrece una combinación perfecta entre mitos indígenas y belleza natural, atrayendo a visitantes de todas partes del mundo.
Lo que muchos nos saben es que, este pueblo fundado el 18 de marzo de 1539 por el oidor Miguel de Ibarra, fue inundado y trasladado unos kilómetros más arriba de su posición original en los años 60, para darle paso al embalse de Tominé, que hoy abastece a Bogotá, la capital de Colombia.
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De acuerdo con el diario El Tiempo, el objetivo principal de la obra era gestionar los sobrantes hídricos del río Bogotá, prevenir las inundaciones en lugares específicos como la compuerta Achury en Sesquilé, así como, reforzar el suministro de agua potable en la capital.
La inundación de la vieja Guatavita
Teresa Ramírez, una de las habitantes de Guatavita, y quien fue testigo del traslado del pueblo contó en su momento a la Universidad de la Sabana que, antes de que el municipio quedara inundado por la aguas del embalse de Tominé, la infraestructura era muy diferente a la de hoy en día.
Citada por el diario El Tiempo, la mujer recordó que las viviendas antes se caracterizaban por su color blanco puro y sus techos de barro.
“Guatavita la vieja era de casas antiguas, blancas, uniformes y con techos de barro, eran débiles porque no las hicieron pensando en una inundación y cuando pasó, a algunas personas se les reconoció económicamente para dejar atrás su casa”, contó Ramírez a la Unisabana.
El fin del antiguo pueblo de Guatavita llegaría el 15 de septiembre de 1967, fecha que marcaría el fin de una era para el municipio cundinamarqués, cuando sus calles y estructuras fueron sumergidas bajo el agua como parte del proyecto de ingeniería hidráulica diseñado para regular los caudales del río Bogotá y mitigar el riesgo de inundaciones en la sabana circundante, informó Las2Orillas.
De acuerdo con el citado medio, ese esfuerzo monumental, que tuvo su inicio en 1959, culminó en 1962 con la construcción del embalse de Tominé, señalando el comienzo de una nueva fase en la gestión de los recursos hídricos en la región por parte de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá.
”La construcción de la nueva cabecera municipal se inició el 14 de noviembre de 1964, y en el mes de agosto de 1967 se comenzó el traslado de la población al lugar de su actual ubicación, donde se construyó una población moderna de aspecto colonial”, señaló la publicación digital colombiana.
En ese entonces, el diario El Tiempo reportó que “en seis meses el pueblo se desocupó y el ochenta por ciento de los habitantes se mudó encima de la presa, donde la empresa de acueducto y energía de Bogotá construyó Guatavita la nueva”. En total fueron 1.264 personas las que tuvieron que ser trasladadas.
La nueva Guatavita, según lo informado por el rotativo bogotano, dio como resultado la creación de dos zonas distintas; en la primera se preservaron las viviendas de los pobladores originarios y espacios públicos, manteniendo en ella la esencia de la comunidad local, mientras que en la segunda parte se albergaron las infraestructuras gubernamentales, plazas, comercios y otros establecimientos.
“Lo que hicieron muchos fue construir sus casas de manera simbólica, ahora en la Guatavita nueva hicimos nuestras casitas con materiales más fuertes y respetando la uniformidad”, concluyó Ramírez.