Las redes sociales han servido para que sus usuarios registren sus vivencias en un formato de blog; en ese sentido, una cuenta en Instagram, registrada como @viajando.para.vivir, en el que se muestra a una pareja que desde Argentina quieren llegar hasta el otro lado del continente, Alaska, en carro.
Mauri y Mica, como se identifican en su perfil, llevan cinco años viajando y han atravesado por diferentes países como Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Es en este último país, en donde en su “despedida” realizan una reflexión sobre la forma lingüística en la que los colombianos hablan, sus expresiones y refranes populares.
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“Te diste cuenta que los colombianos hablan siempre con animales, o sea, meten animales en una frase como para decir algo”, inicia diciendo la argentina en un video compartido en la cuenta de @viajando.para.vivir.
“Una de las palabras que más me llama la atención, es el camello. ‘Camello´ dicen al trabajo”, le responde su pareja, quien está conduciendo el vehículo en donde se está transportando la pareja.
“O mono, mona, le dicen a una persona que es rubia. Cebra le dicen a la senda peatonal”, continúa ejemplificando la mujer. “¿Cuál era esa, la del conejo?”, pregunta el hombre, a lo que la mujer responde: “Me hizo conejo’ es ‘me hizo trampa”. “Entonces el del deudor es culebra. La persona a la que yo le debo es mi culebra”, explica el hombre.
En el video también hablan del transporte en algunas partes de Colombia, en donde “al transporte público pintado de colores”, le dicen Chiva.
“Cuando tenés que estar atento, por ejemplo, ahora en la ruta tienes que estar pilas, mosca”, explica la mujer, a lo que el hombre le responde sobre ese animal usado en el léxico de los colombianos, “yo siendo argentino lo que te entiendo con ‘mosca’ es que estoy por dormir, estoy por quedar mosca”.
El video cuenta con más de 90 mil interacciones, en donde los comentarios, en su mayoría de personas colombianas, afirman que no habían caído en cuenta la cantidad de animales utilizados como expresiones, incluso, también se animaron a dejar otros animales populares, como:
- Hacer ´vaca´para el trago.
- Hacer el ´oso´ es hacer el ridículo.
- Cuando algo es difícil es ‘un gallo’.
- Una obra inconclusa es un ‘elefante blanco’.
- Un ladrón, es ‘una rata’.
- Un conductor lento es ‘una tortuga’.
- Una persona terca o ignorante es ‘una mula o burro’.
- Un hombre promiscuo o una mujer promiscua son ‘un perro’ y ‘una zorra’, respectivamente.
Los insultos animales no son antiespecistas
El uso de nombres de animales como insultos en la sociedad actual plantea serias preocupaciones sobre el respeto a las personas y a la fauna. Este fenómeno lingüístico, que involucra calificativos como ‘gallina’ para denotar cobardía o “rata” para señalar a un ladrón, refleja no solo una actitud despectiva hacia las personas aludidas, sino también una percepción de superioridad humana sobre otras especies, según informó el periodista Daniel Esteban Reyes Espinosa, para El Espectador, en su artículo “Sapo”; “No sea Gallina”: Un llamado a no usar animales como insulto.
Organizaciones como la Asociación SVF y Peta han criticado estos usos del lenguaje, destacando la necesidad de un cambio hacia una comunicación más respetuosa, pues la adopción de términos animalescos en el discurso cotidiano se extiende más allá de los insultos, abarcando también apodos y comentarios en diversos ámbitos, desde la política hasta el deporte.
El recurso a estas expresiones refuerza estereotipos negativos y perpetúa un ciclo de discriminación y falta de respeto, tanto hacia las personas como hacia los animales. La discusión sobre este tema no es nueva, evidenciada por debates anteriores sobre el sexismo y la discriminación en el lenguaje. Esta problemática destaca la importancia del poder del lenguaje y cómo este influye en nuestra percepción del mundo y las relaciones interspecies.
Expertos y organizaciones de defensa de los animales argumentan que humanos y no humanos deberían disfrutar del mismo respeto y consideración, subrayando el derecho básico de todos los seres capaces de sentir a no ser explotados. La crítica a esta práctica lingüística se funda en la evidente interconexión y dependencia mutua entre las distintas formas de vida en nuestro planeta. Al respecto, es esencial considerar cómo el lenguaje evoluciona y se adapta a las necesidades de su entorno, destacando la necesidad de un cambio hacia formas de expresión que reflejen un mayor entendimiento y respeto por todas las especies.