Andrew Loog Oldham, el visionario productor musical que catapultó a The Rolling Stones a la fama internacional, reside en Chapinero, Bogotá, tras haber vivido una vida marcada por su estrecha relación con algunas de las figuras más icónicas de la música y la moda del siglo XX.
A sus ochenta años, Oldham compartió con la revista Bocas cómo su paso por la industria musical y su matrimonio con la modelo colombiana Esther Farfán lo llevaron a establecer su vida en Colombia, lugar que le ha servido de refugio lejos de los inviernos londinenses durante los últimos cincuenta años.
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Oldham, quien descubrió a The Rolling Stones en un suburbio de Londres en 1963, inició su carrera en el epicentro de la moda y la música pop a mediados de los años 60, cuando trabajó en la boutique de Mary Quant y participó activamente en la efervescente escena de los clubes de jazz londinenses.
Fue en este ambiente donde encontró su pasión por la música y decidió asociarse con Tony Calder para fundar Immediate Records, un sello independiente que, a pesar de su corta vida, fue fundamental para sentar las bases del rock moderno. El éxito temprano con los Stones culminó en una serie de álbumes icónicos y éxitos que definieron una era, pero también en una asociación que terminaría abruptamente debido a las polémicas legales y el cambio en la dirección musical del grupo.
La decisión de Oldham de retirarse del mundo de la música siguió a un periodo de desafíos personales, incluidos tratamientos de electroshock para manejar su salud mental, y una vida nómada entre Estados Unidos y el Reino Unido. Sin embargo, fue su encuentro fortuito con Farfán lo que eventualmente lo llevaría a encontrar una nueva vida y perspectiva en Colombia.
Su matrimonio y mudanza a Bogotá no solo le ofrecieron estabilidad, sino también una oportunidad para reflexionar sobre su legado en la industria de la música, reconociendo que su mayor contribución no fue el dinero, sino haber facilitado el camino para que los Stones y, en menor medida, los Beatles alcanzaran el éxito global.
Desde su hogar en Bogotá, Oldham observa retrospectivamente su carrera y vida personal con una mezcla de satisfacción y asombro por los giros inesperados de su destino. A pesar de las altas y bajas, mantiene una apreciación por las experiencias que definieron su juventud y formaron su adultez, destacando la importancia de la música, el amor y el cambio en su sorprendente viaje desde los suburbios de Londres hasta Chapinero.
Así mismo, habló de su experiencia al tener que crecer en la Inglaterra de la posguerra tras la Segunda Guerra Mundial, considerando que fue un periodo marcado por un estoicismo heredado de la generación anterior, la cual, pese a los retos, raramente discutía sus experiencias bélicas. Este silencio generacional delineó un ambiente donde la superación del sufrimiento se internalizaba.
La juventud encontró en el cine una vía de escape y autoidentificación, proyectando en este arte una forma de evasión de la lastimosa realidad de aquellos años. Esta fascinación por el cine durante la adolescencia sembró la semilla para el posterior descubrimiento de íconos musicales a través de películas que exponían la cruda realidad de la industria musical, controlada en Norteamérica por figuras mafiosas.
Según Oldham, en Inglaterra, la BBC ejercía un control sobre este sector de entretenimiento mediante regulaciones que exigían la transmisión de música en igual medida por discos y orquestas en vivo, un modelo que contrastaba con la libertad de estaciones como Radio Luxemburgo. La llegada de Elvis Presley rindió un nuevo culto a la música, introduciendo una novedad lírica y emocional previamente no admitida o explorada tan abiertamente en la cultura inglesa.
La irrupción de los Beatles y su productor, Brian Epstein, marcó el inicio de una nueva era en la música rock, constituyendo un cambio en las melódicas tradicionales y dando paso a las baladas que penetraban el espectro emocional de la sociedad.
Este cambio de paradigma en la música se vio acompañado por una polarización en la percepción pública fomentada por la prensa entre los Beatles y los Rolling Stones, a quienes se les atribuyó una imagen rebelde y vanguardista frente al comportamiento supuestamente más decoroso del cuarteto de Liverpool. Esta evolución en la música también estuvo marcada por la forma en que productores y artistas manejaban sus carreras y su relación con el público, asimilar la autenticidad y sobrevivir en una industria musical que, según las palabras de los éxitos comercialmente, era liderada por ellos.
Producto de estos cambios en el ambiente musical y cultural de los años 60, la vida antes y después del rock no pudo ser más distinta para quienes la vivieron y la influenciaron. La relación entre los músicos y sus productores como Andrew Oldham y la dinámica con figuras icónicas como Keith Richards y Mick Jagger reflejan una era de transformaciones tanto en lo musical como en lo personal. Estas personalidades lograron dejar una huella imborrable en la industria, hasta llegar a reflexionar sobre su legado y el impacto generacional de su trabajo, testificado a través de obras y contribuciones que permanecen relevantes después de décadas.
Más allá de los escenarios y estudios de grabación, la relación personal con la música, los compañeros de banda, y el cambio geográfico hacia países como Colombia, demuestra la búsqueda de anonimato, paz y una nueva forma de vida por parte de figuras que, tras marcar la historia del rock, optaron por explorar horizontes lejos de los reflectores, valorando las simples interacciones humanas y el anonimato que les ofrecía una vida alejada de los centros de la fama.