Salmo 139: oración sobre la presencia de Dios con uno

Se dice que esta plegaria fue escrita por el rey David y es una de las oraciones más centrales del cristianismo en todas sus denominaciones, debido a las profundas expresiones sobre la relación de Dios y el hombre, y la manera en la que este último experimenta Su presencia

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La presencia de Dios, descrita
La presencia de Dios, descrita en el Salmo 139, es tan profunda y tan sobrecogedora que afecta la totalidad del ser humano - crédito Getty

Una de las oraciones más reconocidas en medio de los creyentes del cristianismo, sin considerar denominaciones o grupos, es el Salmo 139; un conjunto de versos que resalta de manera profunda el conocimiento y la presencia determinante de Dios en la vida del ser humano.

Este texto, que se manifiesta en forma de oración, hace un relato muy detallado y descriptivo sobre la íntima relación entre el Creador y su creación. De hecho, el cierre de esta porción bíblica es, si no el más usado, uno de los versos de mayor preferencia que usan los creyentes para indicar cuán presente se hace un ser divino como Dios en los rincones y pasadizos del corazón de las personas.

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Dicen los dos últimos versos de la composición poética: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.

Tales solicitudes están supremamente ligadas a las frases con las que comienza el Salmo en sus primeros 5 versos: “Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos”, dice el texto.

Y aunque pueda parecer una coincidencia, el hecho de que tanto el cierre como la introducción aparenten ser una herramienta poética y de estilo, esta porción escrita siglos antes de Cristo esconde grandes significados para la vida.

La presencia de Dios está
La presencia de Dios está en todo lugar, según el Salmo 139 - crédito Getty

La presencia de Dios es eterna

En primer término, David, también conocido como el salmista, ha rescatado hechos que reflejan la omnisciencia de Dios sobre cada aspecto de la vida humana, desde mucho antes del momento de la concepción de la vida hasta la muerte.

Es decir, Dios ha estado presente desde antes del nacimiento, está presente en el mismo tiempo presente, y estará presente en el futuro. Tal afirmación podría resumirse en que su presencia es eterna. Ya el salmista reconoció lo difícil que puede llegar a ser esta verdad: “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí. ¡Alto es, no lo puedo comprender!”.

La presencia de Dios es ineludible

Pero así como Dios, con su presencia, se presenta desde siempre y hasta siempre sin límites de temporalidad, el escritor dedicó unas líneas para detallar con su pluma que los límites de espacialidad tampoco son determinantes para su Creador: “¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí tú estás. Si tomara las alas del alba, y habitara en el extremo del mar, aún allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra”, como se lee en los versos 7-10.

Es aquí donde tal grandiosidad de la presencia de Dios, tan vasta y tan majestuosa, se acerca y contempla las necesidades del ser humano: “me guiará tu diestra”, dijo el autor. Por eso, para los creyentes se vuelve increíble entender que estas verdades, en principio incomprensibles, se vuelven comprensibles cuando se asevera que la magnitud inmedible de Dios se acerca a los individuos; incluso, para hacer planes de vida que ya están registrados aún antes del momento en el que el individuo sale del vientre de su madre.

La presencia de Dios según el salmo 139, para reflexionar en Semana Santa - crédito @juanncelis/TikTok

“Tú formaste mis entrañas, me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré porque formidables y maravillosas son tus obras. Estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en lo oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas estas cosas que luego fueron formadas sin faltar una de ellas”, dice en los versículos del 13 al 16.

Es por ello que el lector puede identificar que Dios se hace presente en cada plan de la vida de cada persona, aunque esta no lo permita, según el texto, porque este sugiere, además, que la divinidad es consciente de todo, incluso lo más encubierto, de su creación. En otras palabras, según, Dios conoce a cada individuo mejor de lo que este puede aprender de sí mismo y aún así, Dios está dispuesto a guiarlo, y a tomarlo de la mano (”me asirá tu diestra”).

La presencia de Dios es deseable

Es así como se llega a una conclusión muy especial para el escritor: la petición de que Dios siga conociendo su vida, aunque ya la conoce de antemano, y sabe “todos sus caminos”. Ese es el recorrido del Salmo 139, según el relato del salmista: una aclaración contundente de que Dios conoce al hombre, una descripción temerosa y sorprendente de que no hay cómo escapar de la presencia de Dios y de su conocimiento, pero una garantía certera de que, aún así, Dios tiene cuidado de sus hijos y los abraza, pese a que conoce cada detalle, sea bueno o malo. Eso hace que su presencia para los creyentes sea deseable. Después de poder comprender la dimensión de lo que Dios puede hacer, el salmista, en sumisión, pide que su vida sea conocida por Él.

Uno de los teólogos más representativos de la fe cristiana, RC Sproul, alguna vez afirmó que “saber que Dios sabe todo acerca de mí y, sin embargo me ama, es, de hecho, mi mayor consuelo”.

De esa manera, la presencia de Dios, que ya ha sido afirmada desde el inicio del salmo, más allá de una realidad, un dato, un hecho, se convierte en un deseo. Se vuelve en un motivo de súplica: “Examíname y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”, dicen los versos 23 y 24.

Este es el salmo 139, que escribió el rey David

Omnipresencia y omnisciencia de Dios

  1. Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
  2. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos.
  3. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.
  4. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.
  5. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.
  6. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender.
  7. ¿A dónde me iré de tu Espíritu?, ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
  8. Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
  9. Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo del mar,
  10. Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
  11. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
  12. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.
  13. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre.
  14. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.
  15. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra.
  16. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.
  17. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos!, ¡Cuán grande es la suma de ellos!
  18. Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.
  19. De cierto, oh Dios, harás morir al impío; apartaos, pues, de mí, hombres sanguinarios.
  20. Porque blasfemias dicen ellos contra ti; tus enemigos toman en vano tu nombre.
  21. ¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos?
  22. Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos.
  23. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos;
  24. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
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