La Semana Santa es el tiempo litúrgico en el que se conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, empieza el domingo 24 de marzo y termina el domingo 31 de marzo, día en el que inicia la Pascua. Como preparación para estas importantes fechas, los católicos viven el tiempo de Cuaresma: 40 días en los que se enfocan en su conversión y en la reconciliación con Dios.
Es así como buscan dejar atrás eso que llaman pecado, los errores que han cometido y por los cuales se sienten arrepentidos. Por eso, durante la Cuaresma, los feligreses confiesan sus faltas con un sacerdote, que los escucha, los aconseja y, en nombre de Dios, los perdona.
Ahora puede seguirnos en nuestro WhatsApp Channel y en Facebook.
Para poder confesar esas equivocaciones, no basta con arrodillarse y pedir disculpas. Hay todo un proceso. De acuerdo con la Arquidiócesis de Bogotá, lo primero que hay que hacer es un examen de conciencia: ¿qué hice mal? Luego, viene el arrepentimiento sincero por las ofensas causadas, no solo a los demás, sino a Dios. Después, sigue el propósito de la enmienda, un compromiso serio de no volver a pecar; y, por último, la confesión, que consiste en revelar esas faltas que aquejan y avergüenzan, para conseguir el anhelado perdón.
Las fallas pueden en una carga, por lo que para muchos creyentes se torna necesario el examinarse y buscar la reconciliación. “Cada dolor reclama una liberación, cada lágrima pide un consuelo, cada herida espera una curación, cada calumnia una sentencia absolutoria”, expresó en 2020 el Papa Francisco, durante una audiencia.
En la Biblia, el texto sagrado de los católicos, hay más de 100 oraciones, que sirven como soporte y guía para los feligreses. “Los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada. La existencia del hombre es un soplo, su historia es fugaz, pero el orante sabe que es valioso a los ojos de Dios, por eso tiene sentido gritar”, explicó el sumo pontífice, citado por la Arquidiócesis de Bogotá.
Uno de ellos, en particular, va dirigido a quienes buscan con determinación la misericordia de su Dios. Con esta oración, se puede orar para limpiar el pecado y tener un nuevo “corazón”:
Salmo 51: 1-20 - Oh, Dios, ten compasión de mí
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades, borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
El sufrimiento siempre está
“Quien reza no es un iluso: sabe que muchas cuestiones de la vida de aquí abajo se quedan sin resolver, sin salida; el sufrimiento nos acompañará y, superada la batalla, habrá otras que nos esperan. Pero, si somos escuchados, todo se vuelve más soportable”, aseguró el papa Francisco durante una audiencia.