La Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica (Acodres), que congrega a más de nueve mil establecimientos por todo el país, ha registrado un incremento de entre el 10% y el 15% en el precio del ‘corrientazo’ (una comida popular en los restaurantes) desde enero de 2024. Los comensales, que antes pagaban 12.000 por este menú, ahora deben desembolsar entre 13.200 y 13.800, dependiendo del local.
Esta variación tarifaria refleja el impacto del aumento de la materia prima y los impuestos aplicados a ciertos productos, incluyendo los alimentos ultraprocesados, comúnmente consumidos en actividades recreativas como el cine.
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Los datos recogidos por Acodres también muestran que el sector restaurantero experimentó un aumento promedio de 14,5 % en los precios de sus menús durante el año 2023. Aunque Colombia ha observado una tendencia descendente en la tasa de inflación, con una reducción continua durante once meses hasta febrero, la disminución aún no ha tenido un impacto uniforme en todos los productos y sectores. Este desfase entre la inflación general y los costos específicos de alimentos y servicios relacionados pone de manifiesto la complejidad de equilibrar precio y calidad en tiempos de inestabilidad económica.
El panorama descrito destaca el delicado balance que deben gestionar tanto los proveedores de entretenimiento como los operadores del sector gastronómico en Colombia. Frente a la presión de costos crecientes y la necesidad de adaptarse a las expectativas de los consumidores, ambos sectores buscan estrategias para mitigar el impacto económico sin comprometer la calidad de sus ofertas.
El precio de los ultraprocesados
En un reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), se destaca el incremento del costo de vida, situando a las comidas en restaurantes y hoteles, junto a bebidas alcohólicas y tabaco, y la educación como las categorías más afectadas, todas superando el promedio de variación mensual de la inflación, establecido en 1,09%. Específicamente, las bebidas alcohólicas y tabaco, así como los restaurantes y hoteles, registraron un incremento del 1,13%, reflejando las dinámicas económicas actuales que enfrentan los consumidores en su día a día.
Este aumento en los costos se ve directamente influenciado por la reciente aplicación de un impuesto adicional a productos ultraprocesados, incluyendo algunas bebidas azucaradas y alimentos procesados, como parte de la reforma tributaria. La normativa establece que “la tarifa del impuesto a las bebidas ultraprocesadas azucaradas se expresa en pesos por cada cien mililitros (100 ml) de bebida” y varía en función del contenido de azúcar en gramos (g) por cada cien mililitros. La introducción de este impuesto busca no solo impactar en los precios sino también en los hábitos de consumo de la población.
A partir de este año, se observa un incremento progresivo del impuesto aplicado a estos productos, comenzando con un 10% adicional en 2023, que escalara hasta un 15% en 2024, y culminará con un aumento del 20% en 2025. Este esquema progresivo sugiere un impacto a largo plazo en los precios al consumidor que, según expertos, podría extenderse a otros sectores y establecimientos, ajustando no solo los menús de los restaurantes sino también la oferta en supermercados y tiendas.
“La aplicación progresiva del impuesto a productos ultraprocesados busca modular su impacto en el mercado, pero es probable que veamos una repercusión directa en los precios al consumidor” señalan desde el DANE. Este ajuste impositivo no solo plantea un reto para los comerciantes y distribuidores de bebidas y alimentos procesados, sino que también invita a una reflexión sobre el consumo responsable y las alternativas más saludables dentro de la dieta cotidiana de las personas.
En resumen, el incremento en la inflación y la aplicación de nuevos impuestos a productos ultraprocesados marcan una pauta en la economía del país, afectando directamente el bolsillo de los consumidores y reconfigurando el mercado. A medida que se desarrollen estas políticas tributarias, será clave observar su efecto en la inflación general y en los patrones de consumo de la población, así como la respuesta de los diferentes sectores económicos ante estos cambios.