Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar, regresó a Colombia después de cumplir una condena de 16 años de prisión en Estados Unidos por delitos relacionados con el narcotráfico. Ahora, luego de su regreso, fue designado gestor de paz por el presidente Gustavo Petro.
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Joaquín Gómez, antiguo comandante del Bloque Sur de las ya disueltas Farc, expresó su preocupación por la seguridad de Mancuso mediante una carta dirigida al presidente Petro. En ella, Gómez advierte sobre el riesgo de que Mancuso sea asesinado para silenciar las revelaciones que podría compartir sobre las actividades criminales de ciertos sectores de la sociedad, a los que se refiere como “gente de bien”.
“El señor presidente Petro deberá tomar todas las medidas pertinentes para evitar lo previsible: que asesinen a Mancuso para que no hable ni cuente las delictivas andanzas de la ‘gente de bien’”, enfatizaba Gómez en su comunicación.
En su carta, Gómez también sugiere que una potencial negligencia o complicidad en un ataque contra Mancuso podría interpretarse como un rechazo al proceso de paz que el gobierno intenta impulsar, lo que podría comprometer seriamente los esfuerzos de pacificación en Colombia. “Si se permite por negligencia o por complicidad que asesinen a Mancuso, indiscutiblemente la mortaja del finado estará tejida por los hilos de la necesaria paz total”, señaló.
“Presidente Petro, tome todas las medidas para que no sea usted a quien le toque el triste papel de presidir este entierro de todas las esperanzas de un pueblo sufrido”, expresó Joaquín Gómez, haciendo un llamado a la acción que resuena no solo en los pasillos del poder, sino en el corazón de una nación que anhela la paz.
Las palabras de Gómez son un recordatorio sombrío de que los ojos de Colombia y del mundo están puestos en la capacidad del gobierno actual para proteger a sus ciudadanos y a las figuras esenciales para el proceso de paz.
La advertencia de Gómez sobre lo que podría suceder en caso de la muerte de Mancuso es alarmante. Según él, ello no solo representaría una pérdida irreparable de información vital sobre el conflicto armado, sino que también podría precipitar al país hacia una lucha armada, convirtiéndose en “la principal forma de lucha popular”.
El llamamiento a proteger a Mancuso va acompañado de una visión de futuro que Gómez articula con elocuencia, donde imagina a Colombia como una nación donde “reine la soberanía y la equidad social” y donde el pueblo sea “el arquitecto de su propio destino”.
En su apelación, Gómez no solo se dirige al Presidente Petro, sino que habla directamente a la conciencia de todos los colombianos, haciendo hincapié en que el sueño de un “mundo mejor” está realmente en juego. La preservación de la vida de Mancuso se convierte así en un símbolo de la resistencia contra las fuerzas que buscan perpetuar la violencia y el conflicto, y un testimonio de la capacidad de Colombia para elegir un camino de paz y dignidad.
La situación actual evidencia la delicadeza del proceso de paz en Colombia, y la importancia de cada individuo involucrado en él. La protección de Salvatore Mancuso no es solo una cuestión de seguridad, sino un imperativo ético y político que define la dirección del país hacia la paz o el conflicto. El llamado de Joaquín Gómez es, en última instancia, un llamado a la acción para todos aquellos comprometidos con el futuro de Colombia, una invitación a asegurar que el país avance en el camino de la paz, la justicia y la equidad social.
Por ahora el presidente Petro no se ha pronunciado al respecto.