La capital colombiana fue escenario de un crimen que sacudió sus cimientos el pasado, cuando Hernán Roberto Franco fue asesinado a las puertas de su oficina en el norte de Bogotá, específicamente en el parque de la 93, al intentar acceder a su oficina, la 501. La pesquisa, tres días después, reveló una trama digna de una novela de suspenso, con una disputa familiar por una herencia millonaria como eje principal. La confrontación se desarrolla entre una docena de hermanos tras el fallecimiento de un prominente empresario, el padre, en agosto de 2020, dueño de un imperio en el comercio bogotano, que incluía una empresa arrocera, una cadena de supermercados y un vasto terreno en Bosa.
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Según informó Semana, el centro de esta pugna por el legado paterno, dos de los herederos buscaron asumir el control de las empresas, enfrentándose a la oposición de una hermana que, al verse amenazada, no dudó en acudir a las autoridades. Fueron advertencias que se concretaron con un atentado en 2022, develando una complejidad mayor en el caso con implicaciones de tentativa de homicidio. Roberto Franco representaba a uno de los frentes en este conflicto, encargándose de auditar y desentrañar irregularidades que aparentemente incluían la venta de acciones para beneficiar ciertos intereses sobre otros.
La muerte de Franco se produce en un contexto donde la fractura no solo es familiar sino también financiera, al ingresar al juego un grupo de accionistas cuyas prácticas y ganancias no eran del todo claras. La tarea de Franco de presentar un informe de auditoría crítico, el día de su asesinato, marcaría el desenlace fatal de esta historia. La mecánica del crimen, ejecutada por un sicario en una motocicleta robada y armado con silenciador, sugiere una premeditación y conocimiento profundo de los movimientos de la víctima. Un elemento sorprendente del caso es el descubrimiento de que Franco había sido objetivo de un atentado previo, detalle que añade una capa adicional de complejidad a las investigaciones.
La investigación policial ha iluminado los sinuosos caminos financieros, las comunicaciones entre los implicados, evidenciando una trama cargada de ambiciones y deslealtades. La víctima, encargada de esclarecer las actividades económicas de la familia, se encontraba en un punto crítico, pues el reporte que se supone iba entregar el día se su muerte podría haber inclinado la balanza de poder de manera significativa.
Al parecer, según Semana, el plan fue cuidadosamente orquestado por los sicarios, quienes no solo seleccionaron la motocicleta y trazaron la ruta, sino que también fijaron el día y la hora exactos para cometer el crimen. La operación se complicó cuando la motocicleta robada, pieza clave en el plan de escape de los agresores, falló al intentar arrancar, lo que permitió la intervención del escolta de Franco, Carlos Andrés Fuentes, el cual estaba armado con una pistola traumática y disparó para intimidar; sin embargo, el sicario no respondió los disparos.
“Ingresó una persona a dispararle, emprende la huida e inmediatamente trata de salir por la misma puerta por la que ingresó, pero esa puerta se le cerró. Salió por la recepción y es allí cuando ve a esa persona, que es un sicario y que se monta en la motocicleta. Él ve esta situación, ve a estas dos personas juntas tratando de emprender la huida, no lo logran por lo que ya fue puesto en conocimiento: la moto no encendió en ese momento y el sicario huyó”, dijo la Fiscalía al detallar la declaración del escolta.
En los videos también se ve como el sicario intimidó a un mensajero para que actuara como conductor. Este mensajero le contó a la Fiscalía que, amenazado con un arma de fuego, condujo más de ocho kilómetros bajo la coacción, desde el parque de la 93 hasta la localidad de Suba, evitando por poco los controles policiales dado que el sicario no llevaba casco.
Este incidente ha levantado preguntas críticas entre los investigadores, especialmente sobre si los atacantes tenían conocimiento previo de que el arma del escolta era solo una pistola traumática, lo que habría influido en su decisión de no responder a los disparos de balines y optar por la huida.
Jean Karlo Bermúdez Camargo era el encargado de manejar la motocicleta en la que él sicario pretendía huir. Bermúdez es “el único capturado”, como se menciona en los informes oficiales, ahora enfrenta cargos por homicidio agravado en coautoría, porte ilegal de armas y receptación. Sin embargo, no aceptó su responsabilidad en los hechos.
La investigación que adelanta la Fiscalía incluye videos de seguridad, testimonios de testigos y análisis forenses realizados al cuerpo de la víctima. Según el informe del ente investigador: “Se resaltan los signos de violencia que presentaba el cuerpo, orificio en región malar izquierda, orificio en región masética y orificio en región intracapular derecha”.
Mientras la investigación sigue su curso, hay elementos que capturan la atención de los investigadores, uno de ellos es el misterioso desaparecimiento del celular de la víctima. Este hecho, junto con mensajes enviados por la misma confirmando su muerte antes de que se hiciera pública, añade complejidad al caso. Al lugar de los hechos, además, llegaron personas cercanas a la víctima, entre ellas su esposa y su secretaria y una tercer persona cuya relación con Franco está siendo investigada por las autoridades.
El alcance de esta investigación fue detallado por la Fiscalía, que indicó que el caso comprende “un total de 110 folios”, incluyendo un detallado álbum fotográfico del lugar de los hechos y un exhaustivo procedimiento de inspección técnica del cadáver de Franco. Cada uno de estos elementos juega un papel fundamental en la construcción de una base sólida sobre la cual proceder con el caso.
A medida que las indagaciones continúan, queda claro que el destino de Bermúdez Camargo queda en manos de la justicia, mientras la búsqueda de los autores intelectuales del crimen persiste.