En un reciente discurso durante la Conferencia Mundial de Seguridad en Múnich, Alemania, Gustavo Petro, presidente de la República, lanzó una crítica vehemente contra la predominancia del mercado en la gobernanza mundial de las últimas cuatro décadas.
El presidente argumentó que, lejos de encaminar a la humanidad hacia una mejora generalizada del bienestar, este modelo de gobernanza está acercando a la sociedad a su propia extinción. El mandatario destacó que “el paradigma es, como gobernamos en los últimos 40 años, que el mercado iba a llevarnos al máximo de bienestar, la realidad de hoy es que estamos a punto de la extinción, es decir, todo lo contrario”.
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Este mensaje, entregado en un foro internacional de relevancia como lo es la Conferencia en Múnich, presenta la posición del presidente Petro sobre las políticas económicas y sus impactos ambientales y sociales. “Yo pienso que la crisis da una sensación de que hay un desplome integral y eso significa que ha llegado a su fin un paradigma, y depende de cómo saltemos: hacia adelante o no saltemos”, añadió el presidente Petro durante su intervención, enfatizando la urgencia de reevaluar y posiblemente redirigir el curso actual de la política económica global.
El presidente colombiano no se detuvo al criticar las fallas percibidas en el sistema actual, subrayando la necesidad de un cambio de paradigma que reconsidere la relación entre el mercado y el bienestar colectivo. Esta posición sobre la sustentabilidad de las prácticas económicas predominantes la comparten algunas personalidades en América Latina y en el mundo.
Además, indicó que la crisis climática y el desafío de un pacto democrático global para enfrentarla se colocan en el centro de la discusión actual, sugiriendo una bifurcación en el destino colectivo de nuestra sociedad: “el descenso hacia la barbarie o el avance hacia la cooperación internacional”. En su análisis sobre las consecuencias del cambio climático, pone de relieve cómo la severidad de esta crisis no solo afecta el medio ambiente sino que se traduce en una presión política y social que podría degenerar en fascismo y en la erosión de los valores democráticos a nivel mundial. “Estamos viendo un genocidio indirecto y no podemos hacer nada, o somos cómplices con él”, expone el presidente, destacando la urgencia de la situación.
El movimiento de poblaciones es otra secuela visible de la crisis climática; “El sur expulsa a su población porque su agua se seca por ser zona tórrida, y va hacia el norte porque los hielos se deshielan en el norte y hay más agua líquida”, ofrece un panorama sombrío de las realidades geográficas alteradas por el cambio climático. Este desplazamiento masivo no solo plantea desafíos humanitarios, sino también políticos, ante los cuales emerge la propuesta de un pacto democrático que podría ofrecer un camino a seguir más esperanzador.
Añadió que el pacto que propone tiene como piedra angular el aprovechamiento de “el mayor potencial de energías limpias del planeta” que poseen regiones como África y América del Sur. Contrario a la explotación insostenible de recursos, como el petróleo en el pasado, este pacto buscaría establecer bases para una cooperación que privilegie la sostenibilidad y el respeto por los ecosistemas.
“Es apenas el comienzo, no es la solución final”, se recalca en el análisis el primer mandatario, sugiriendo que, aunque los desafíos son monumentales y las soluciones propuestas apenas iniciales, es imperativo empezar a actuar de manera conjunta y decidida. La crisis climática, en este sentido, podría actuar como un catalizador para la reevaluación de las prácticas políticas y económicas a nivel mundial, invitando a una reflexión profunda sobre la dirección que la humanidad elige tomar frente a una amenaza de magnitud global.
También habló de la discusión sobre el pacto democrático y la reconfiguración de las relaciones internacionales en torno al cambio climático se enmarca dentro de una “sensación de extinción, de que se acabó la idea del progreso”, que presiona por respuestas rápidas y efectivas frente al avance imparable de la crisis climática.
Sin embargo, dejo claro que la complejidad inherente a tales transformaciones no debe socavar la urgencia ni la viabilidad de tales emprendimientos. Como describe el análisis, el desafío no solo reside en reconocer la magnitud de la crisis sino en actuar con la convicción de que un cambio positivo es posible a través de la colaboración y la innovación. El enfrentamiento a esta crisis climática, por lo tanto, no solo es una cuestión de supervivencia sino también una oportunidad para reimaginar y construir un futuro más justo y sostenible.