En un revolucionario hallazgo en Alto Ricaurte, en el departamento de Boyacá, científicos desentrañaron la verdadera naturaleza de un fósil antes clasificado como una planta antigua, revelando que se trataba, en realidad, del caparazón de una tortuga bebé de hace 115 millones de años.
Este descubrimiento, llevado a cabo en la región que comprende municipios como Villa de Leyva y Sutamarchán, fue declarado Lugar del Patrimonio Geológico Mundial por la Comisión de Patrimonio Geológico de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (ICG-IUGS), cuya riqueza fósil ha capturado la atención de la comunidad científica internacional.
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El error en la clasificación del fósil fue identificado por el equipo del Departamento de Geociencias de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), tras revisar la colección que el padre Gustavo Huertas –de la orden de los claretianos y profesor del Instituto de Ciencias Naturales– había acumulado durante las décadas de 1950 y 1970.
Según detallaron los expertos, la pieza, inicialmente pensada como una hoja del género Sphenophyllum, un grupo vegetal extinto, demostró ser el caparazón de una tortuga tras la realización de análisis más detallados. Este error identificado sugiere la complejidad y los desafíos propios de la práctica de la paleontología.
El geólogo Héctor Palma Castro y su equipo, pertenecientes al Grupo de Investigación en Paleontología e Historia Natural (Giphin) de la Unal, destacaron la importancia del hallazgo, no solo por corregir un antiguo error de clasificación sino por abrir un nuevo campo de estudio en la paleontología de la región, centrado en las tortugas prehistóricas. La falta de representantes conocidos de esta especie en el registro fósil colombiano convierte este descubrimiento en un hito significativo.
“Un fósil clasificado como una especie de cacao se trataba de la mandíbula de un gran reptil marino, lo cual resultó asombroso y desconcertante. Incluso, aunque el padre Huertas realizó un trabajo magnífico para la época, pues de más de 50 especímenes solo se equivocó en uno, tuvo un curioso error al pensar que una roca, que tenía forma de banano, en efecto lo era”, aseguró el geólogo Palma.
Por su parte, Diego Cómbita Romero, geólogo de la Unal, miembro del Giphin y también integrante del proyecto, indicó que la información sobre este tipo de reptiles aún es muy limitada, puesto que este es el primer fósil de tortuga bebé que se descubre en Colombia.
“No sabemos qué especie de tortuga era, ni su dieta o comportamiento, es posible que se trate de una cría de Desmatochelys padillai, una especie de tortuga marina encontrada en las mismas rocas que podía llegar a medir más de dos metros de largo, pero no tenemos suficiente evidencia para afirmar eso, por lo que decidimos clasificarla dentro del clado Pan-Chelonioidea indet”, explicó el investigador Cómbita.
El análisis y clasificación del fósil se desarrollaron con colaboración interinstitucional, incluyendo especialistas del Museo Paleontológico de la Universidad Nacional en Villa de Leyva, el Grupo de Investigación Paleontológica Neotropical Tradicional y Molecular de la Universidad del Rosario, así como investigadores de la Universidad de Michigan y el Centro de Investigación integrativa Negaunne, en Chicago. La metodología empleada abarcó estudios morfológicos minuciosos y revisión exhaustiva de literatura científica especializada.
En conclusión, el redescubrimiento de este fósil no solo enmienda un capítulo de la historia natural del país sino que además subraya la riqueza paleontológica de Alto Ricaurte, estimulando así futuras investigaciones en este campo. Este hallazgo recalca la idea de que, en ciencia, los errores proporcionan oportunidades para aprender y descubrir aspectos previamente ocultos del pasado terrenal.