En medio de la tragedia ambiental por los incendios forestales, justas proporciones deben hacerse sobre la función de algunas especies forestales introducidas en Colombia, como los pinos y los eucaliptos, sus externalidades positivas y sobre los programas de prevención que no deben incluir mitos que traigan consecuencias negativas secundarias.
La economía forestal en el país se provee de los productos maderables y no maderables que provienen del manejo sostenible de los bosques naturales y de los cultivos de plantaciones forestales comerciales, así como de los servicios ecosistémicos de estos dos. Junto con la transformación de madera, la red sectorial aporta un 0,9% al Producto Interno Bruto (PIB).
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El mercado nacional es de 6 millones de metros cúbicos, pero la producción nacional solo abastece el 50%, existiendo 370.000 hectáreas de pinos, eucaliptos y acacias para abastecer el 70% de la madera reforestada nacional.
La captura de dióxido de carbono (CO2), los empleos que allí se generan y otra cantidad de externalidades positivas de estas plantaciones generan la reflexión sobre el hilo delgado, que a partir de una correcta información, evite la generalización y satanización al ser también especies predominantes en lugares como los cerros orientales de Bogotá, eso sí mal gestionadas.
Mitos y verdades
Al respecto, Federación Nacional de Industriales de la Madera (Fedemaderas) aclaró las verdades y mitos sobre los pinos, los eucaliptos y la relación que puede tener con los incendios forestales:
Mito 1: pinos y eucaliptos son especies invasoras.
Verdad 1: son especies introducidas, no invasoras. Una especie introducida es aquella no originaria de un ecosistema, transportada a nuevo ambiente. Una especie establecida o naturalizada es aquella que luego de introducida, no produce un cambio en el ecosistema o no crece su población descontroladamente. Una especie invasora es la que introducida, al multiplicarse genera daños en ecosistema.
Así lo corroboran publicaciones e instrumentos de política pública e incentivo económico de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en 2022; el Ministerio de Ambiente, en 2021, el Ministerio de Agricultura, en 2023, y el Jardín Botánico, en 2014, entre otros.
Mito 2: pinos y eucaliptos son responsables de los incendios forestales.
Verdad 2: el fuego no es un agente natural en gran mayoría de nuestros ecosistemas, por lo que la ignición está relacionada con acciones del hombre. El material combustible disponible en aire y en el piso de un bosque son una función de la productividad de biomasa del ecosistema y no de la especie, lo que a su vez una función de las condiciones climáticas y edáficas del sitio. Por ende tanto bosques plantados como bosques naturales producen gran cantidad de biomasa.
Mito 3: pinos y eucaliptos producen mayor riesgo a los incendios forestales.
Verdad 3: si bien los bosques plantados monoespecíficos tienen mayor susceptibilidad a la propagación de incendios, aspecto distinto a decir que tienen mayor susceptibilidad a la ignición, ello se explica porque la materia orgánica en el suelo y aérea es más homogénea y, por ende, el factor de combustión es diferente al de ecosistemas diversos, generando menor resistencia a la propagación de las llamas.
Sin embargo tanto bosque nativo como plantado es material combustible, siendo el riesgo una función de la vulnerabilidad (posibilidad que las acciones humanas causen las llamas) y de la amenaza (cantidad de material combustible).
Mito 4: pinos y eucaliptos erosionan en el suelo y afectan los cuerpos de agua.
Verdad 4: las externalidades positivas ambientales incluyen la captura de CO2, contribuye a la restauración de ecosistemas y a la conservación de biodiversidad (incluyendo cuidado de cuerpos hídricos) y disminuye la presión al bosque natural coadyuvando así a su conservación.
Es común encontrar plantaciones de pino sobre suelos completamente degradados, erosionados y pobres en nutrientes, situación utilizada por muchos enemigos de estas especies para afirmar que es por el pino que los suelos están así. Olvidan ellos preguntarse qué fue primero, si el suelo degradado o la presencia de los pinos. Así el pino es la única especie que presentó los mejores niveles de adaptación a las difíciles condiciones existentes.
Los bosques plantados no requieren un suministro de agua constante pues su asistencia depende de fuentes por precipitación. Los consumos suelen ser más altos, no en función de la misma especie, sino en función del crecimiento rápido esperado para la producción de madera, cosa que no sucede con el bosque nativo.
Mito 5: especies de pinos y eucaliptos son parte del problema en los cerros orientales.
Verdad 5: la existencia de especies mal gestionadas, en lugares en donde efectivamente no pueden ser abordadas como un bosque plantado, induce a parte de la solución y es una estrategia de prevención que no satanice o se enfoque en los “perjuicios” de una especie, sino en su manejo. Precisar que en ciertas zonas, como los cerros orientales de Bogotá, el hecho de renovar el ecosistema con especies nativas no evita que vuelvan a suceder incendios forestales, pero implementar planes de manejo forestal, sí.
Comparar una especie forestal introducida mal manejada, con un bosque plantado bien gestionado bajo actividades silviculturales con alto grado técnico, es tanto como comparar que quienes hacemos uso de vehículos a gasolina en la ciudad somos responsables de los impactos del cambio climático. Cada especie tiene su propósito, su fin y su lugar adecuados.
Fedemaderas, como gremio de la red forestal y de la transformación de madera en el país, considera de la mayor importancia aportar en la construcción de estrategias en alianzas público-privadas-comunitarias para la prevención futura de los incendios forestales, y en ello propone unas campañas de prevención y educación con información correcta hacia la ciudadanía, así como la colaboración de nuestros agremiados en la capacitación técnica contra incendios en los niveles locales y regionales.
Pero y de igual manera resalta la importancia de no estigmatizar especies que aportan al desarrollo económico y al cuidado ambiental, cuando las mismas son correctamente gestionadas, por el hecho se ser enmarcadas y generalizadas como especies responsables de los incendios forestales, cuando no lo son.