Mientras la gran mayoría de ecosistemas nevados peligra, un glaciar “que se niega a desparecer” da cuenta del esfuerzo de 30 mujeres que, junto a otros guías y locales, protegen y comparten el amor por los nevados con sus visitantes.
Así lo dio a conocer la creadora de contenido especializado en temas de género, Paula Forero (@tengo.tres.nombres) a través de sus redes sociales con casi 100.000 seguidores, al cumplir una de sus promesas para el 2024: conoce la mayor cantidad de paramos posibles antes de que termine el año:
“Hace unos días fui al Ritacuba Blanco, ubicado en Güicán, Boyacá. Un glaciar que, a pesar de que los nevados están despareciendo por el cambio climático, no solo se ha mantenido estable, sino que también ha ganado masa”.
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La primera vez que escuchó sobre el glaciar fue en el documental Hijos del Hielo (2022) del director Óscar Jiménez, en el que se retrata la historia de Edilsa, “una mujer campesina que está enamorada del Zisuma y que en su labor como guía se encarga de hacer un turismo responsable, ecoamigable y que cuide el Parque Nacional del Cocuy”.
Su trabajo inspiró a Paula, quien, una vez tuvo la oportunidad, decidió buscarla para conocerse en persona y recorrer juntas el gélido paisaje que, como otros ecosistemas nevados, se encuentra en riesgo de desaparición.
“Armé un parche para ir y ahí estábamos, en un bus de 10 horas para llegar a Güicán”, en donde ha logrado conservarse el paisaje, con practicas sostenibles y un mensaje de respeto por el medio ambiente.
Según comentó Edilsa al entrevistarse con Paula, ella y sus compañeras practican “el ecoturismo, que es un turismo amigable con el ecosistema y con las comunidades. Acá, la mayoría de guías somos locales y, según yo, somo los que merecemos hacer esta tarea, porque la mayoría de personas tienen sus tierras en conservación y lo único que reciben a cambio es una guianza, de vez en cuando”.
La suya es una práctica antigua que ha logrado conservarse gracias al trato consciente del ecosistema y guías que se ajustan a la montaña, en vez de gastar esfuerzos en que la montaña se ajuste a ellos: “La gente local, los sensei como yo los llamo a los guías antiguos, los que hicieron estos caminos, ellos fueron los que nos enseñaron nosotros a ser guías”.
De ahí que Paula decidiera aventurarse con Edilsa y un pequeño grupo de amigas en las montañas, partiendo a las 6:00 a. m. para encontrarse, por fin, tras varias horas de caminata, con el glaciar.
“Yo me moría por conocer el azul glaciar, ese azul es otra cosa, es otra vaina. Yo quería verlo con mis propios y ojos y, una vez lo hice, entendí por qué Edilsa amaba tanto el nevado, por qué lo cuidaba con tanta devoción, por qué no se cansaba de subirlo y bajarlo mil veces y por qué construyó su casa pensando que una de las ventanas siempre le permitiera ver al nevado al acostarse y al levantarse”, explicó.
La misma Edilsa fue enfática en el tema: “Me encanta hacer guaiznas, siento que es una forma de tener independencia económica. Siempre he pensado que las mujeres somos libres cuando tenemos independencia económica. De lo contrario, no podemos decir que somos liberes”.
Y continuó: “Acá nos sentimos a veces en desventaja. Somos aproximadamente 260 guías entre Cocuy y Güicán y nada más somos 30 mujeres. A veces (los turistas) lo ven a uno y dicen que no, que vienen aprobarse y a escalar montañas más lats, de mayor complejidad. Entonces yo les digo que vayamos a la montaña y después deciden”.
Incluso en el frío, la altura y la distancia siguen enfrentándose a los estereotipos sobre lo que pueden o no pueden hacer. Varias de las guías llegaron a tener dudas antes de sumarse a la fuerza, pero han demostrado tener la misma tenacidad que sus compañeros. Una experiencia que Paula invitó a vivir en carne propia, “antes de que el cambio climático” acabé con el glaciar, protegido por guías, mujeres cabezas de hogar y esposas de la montaña.