En Bogotá existe año por año una “eterna” lucha entre hinchas y la administración de la ciudad por el manejo que se le da al estadio Nemesio Camacho El Campín. Seguidores tanto de Santa Fe como de Millonarios han tenido que “aguantarse” ver a su equipo jugar en un campo que constantemente se daña por las lluvias y por los conciertos, y a pesar de proponer soluciones, es muy difícil llegar a un punto medio.
Una de esas soluciones que se propone anualmente, pero que solo termina en palabras, es la construcción de un estadio propio para los clubes y en la historia fue el club Embajador el que estuvo más cerca a hacerlo realidad.
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La historia de cómo Millonarios estuvo cerca de tener estadio propio
El 2003, el entonces presidente del club, Guillermo Santos, anunció una asociación estratégica con Gonanco Ltda y Espinosa Fenwarth S.A. para la construcción definitiva de un nuevo estadio para Millonarios.
Esta infraestructura deportiva iba a estar situada en Siberia, en las afueras de Bogotá, y se esperaba que pudiese albergar hasta 60.000 espectadores, además de contar con 5.000 parqueaderos. Asimismo, el diseño tenía incluidas suites de lujo y una amplia zona comercial. Este movimiento prometía ser un paso significativo para el club en términos de infraestructura y recursos.
En su momento, la cantidad de inversión para llevar a cabo el proyecto se ubicaba en los 50 mil millones de pesos y por medio de una fiducia, el nuevo hogar del embajador parecía cada vez más una realidad, así lo mencionó Javier González, gerente de aquel proyecto, en conversación con El Tiempo:
“Tenemos un grupo de unas 20 firmas grandes de constructores y proveedores de materiales que, a través de una fiducia, aportan esa suma. Reciben en parte de pago unas suites del estadio (palcos) con las que luego recuperan su capital”.
También con el mismo portal, el dirigente Santos develó que la forma de financiación del proyecto iba a ser por medio de la venta a aquellas suites al público y demás empresas que quisiesen participar del mismo, con esto evitarían usar recursos del club y la plaza deportiva se perfilaría como una construcción “autosostenible”:
“Básicamente, se financia con la venta al público y las empresas de esas suites y de locales comerciales en el estadio. Millonarios no aporta un peso, ni arriesga un centavo de su capital”
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos iniciales, incluida la venta de suites y localidades el equipo enfrentó serios desafíos económicos y no logró llevar a cabo siquiera la preparación del terreno para la construcción.
En 2004, la realidad financiera del club estuvo a punto de llevarlo al borde de la desaparición, situación que lo obligó a acogerse a la Ley 550, conocida como la ley de quiebra en Colombia y con esta crisis el estadio azul desapareció en casi la totalidad de los hinchas albiazules.
Debido a que nunca se alcanzó la cantidad necesaria para la construcción del estadio, aquellas personas que hicieron compra de los palcos afortunadamente contaron con la protección de su dinero. La fiduciaria contratada se encargó de devolver el dinero invertido a las personas con intereses incluidos:
“El estadio solo comenzará a construirse cuando se tengan los recursos. Eso significa que la persona que compre su suite, en caso de no completar el punto de equilibrio que garantice la realización de la obra, recibirá a través de una fiducia de nuevo su dinero con los intereses generados”.
Este proyecto fue perfilado como el mejor de Colombia e iba a ser el estadio más grande de todo el país; no obstante, todo terminó en solo un sueño con el cual miles de hinchas todavía desean se haga realidad.