Desde la derrota contra Francisco El Hombre en una lucha de acordeón, hasta la construcción de varios puentes y estructuras, en Colombia se le ha dado gran importancia al príncipe de los ángeles rebelados de Dios, que se conoce comúnmente como el diablo.
Aunque existe libertad de culto, en el país múltiples leyendas e historias fantásticas son ligadas al catolicismo y el temor que genera el diablo en la sociedad, por lo que esta figura es posicionada como el villano en la mayoría de ellas.
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Una de las más populares se habría registrado en Ibagué, en donde sus habitantes afirman que una noche el demonio estuvo merodeando varios clubes nocturnos con el objetivo de seducir a una joven.
La leyenda se sitúa en los años 50 en el club Baltazar —que en la actualidad no existe— al margen de la vía que conecta con Armenia, entre los barrios La Hoyada y El Amé, que hoy son conocidos como Combeima, Baltazar y El Libertador.
De acuerdo con los residentes del municipio, durante una fiesta en mitad de año, una mujer extranjera llegó a Ibagué para trabajar en la Casita de Margot, un burdel en el barrio El Amé que era señalado como uno de los más populares de la época.
La mujer se habría quedado con todos los clientes del establecimiento, que encontraban en su belleza algo que nunca habían visto, por lo que su presencia fue conocida en toda la región, haciendo que hombres de varios sitios viajaran solo para conocerla, incluido un minero de Cajamarca, que le entregó toda su fortuna a cambio de una noche.
Maravillada por la riqueza que tenía su admirador, ella aceptó, pero uno de los requisitos era pasar bailar durante varias horas en el sitio de moda, el club Baltazar. Sobre la media noche estaba sonando El Ron de Vinola, canción de Guillermo Buitrago y sus Muchachos, cuando sucedió lo inesperado.
“Tomando el ron de vinola, yo recuerdo a mi difunta, pero ahora yo recuerdo a Lola. Ay, quien más gusta me gusta”, es parte de la letra de la popular canción.
Un hombre alto, moreno y vestido de blanco, le arrebató de sus brazos la mujer al minero; esto no terminó en un altercado, en cambio, la joven y su nuevo pretendiente bailaron durante varias horas la misma canción.
Cuando la noche estaba por terminar, los pies del sujeto se convirtieron en pezuñas, la mujer gritó y las personas comenzaron a marcharse hasta que una avalancha desde el río Combeima representó la furia del demonio contra las personas que estaban disfrutando de una canción que era considerada prohibida por la iglesia.
De la hermosa mujer no se volvió a saber en Ibagué, algunas personas afirman que la avalancha la arrastró y nunca fue encontrada, también se afirma que su cuerpo fue encontrado en una orilla del río. Por otra parte, el club Baltazar dejó de ser popular debido a que las personas tenían miedo de una nueva tragedia.
En otros aspectos de la leyenda, se dice que los fiesteros que estaban en el establecimiento fueron los culpables de la tragedia por la fiesta que era amenizada por El Ron de Vinola, que sigue siendo una de las canciones más populares en el país durante la época decembrina.
Esta canción fue interpretada en un inicio por Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, pero tras su muerte en 1949, Discos Fuentes abrió un concurso para encontrar una voz parecida, y fue Julio César Sanjuán Escorcia, Buitraguito, que durante varios años se encargó de cantarla.