Mientras Cristian Porris realizaba algunas diligencias en Caicedonia, Valle del Cauca, miles de abejas se instalaron en la alacena de su cocina, hasta donde, en días pasados, habrían llegado un grupo de exploradoras, en busca de un lugar tranquilo para hacer crecer la colonia.
Según explicó en entrevista para Infobae Colombia estuvo fuera “por tres horas. Nada más. Y cuando regresé ya las abejas se estaban estableciendo. Inicialmente pensé que tal vez estaban buscando algo que hubiera por ahí, miel o algo que les llamara la atención, pero cuando empecé a ver más y más abejas, ahí fue cuando abrí la alacena, una de las gavetas de la cocina, y me di cuenta de que había un enjambre”.
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Probablemente otra persona habría salido huyendo con tan solo verlas volando por la cocina, pero, Cristian tiene familia apicultora y ha tenido la oportunidad de ver de cerca el proceso de creación de la miel y el polen.
Lo que sí, “es que nunca vi llegar un enjambre a ninguna parte, fue una casualidad porque no hay nada en mi casa que las pueda atraer. Lo que sí es que he estado cerca de ellas y sé que no atacan si no se sienten amenazadas”.
La calma con la que abordó tal situación no solo habría evitado un desenlace trágico, sino que también permitió que las abejas fueran reubicadas sin sufrir daños o alterar el proceso de polinización, responsable del 75% de los cultivos en la tierra.
“Ellas se establecieron muy rápido. Lo que hacen los enjambres viajeros es enviar abejas exploradoras para que encuentren un sitio en el cual ubicarse. Un sitio que, por lo regular, se oscuro, que esté seco y que sea amplio y ese cajón cuadraba perfectamente con lo que ellas necesitaban. Yo dejé un ventanal abierto y simplemente cuando llegué ya estaban ahí”, explicó.
Él y su gata estuvieron acompañados por las abejas durante al menos cuatro días, en los que Cristian puso sus nervios a prueba, mientras lograba encontrar una solución integral: “Lo que hay que hacer es esperar a que ellas se establezcan, que ellas terminen de llegar y ahí sí iniciar el proceso de captura. Estuve con ellas cuatro días, en lo que pude resolver como capturarlas, conseguir alguien que fuera por ellas”.
Consultó con apicultores del pueblo y ellos lo dejaron acompañar el proceso y visitarlas en el apiario, una vez se instalaron en su nueva colmena.
“En esos cuatro días, como tengo una mascota, lo que hice fue encerrarla en otro espacio y apagar las luces para no molestarlas a ellas, para que estuvieran tranquilas y las capturamos en el día 3 y en el día 4 las llevamos al apiario”.
El instinto llevó a que las abejas encontraran un refugio en su hogar y no fue una mala decisión, pues, Cristian realizó los trámites necesarios para reubicarlas, sin que fueran un peligro para los humanos o los humanos un peligro para ellas:
“En la captura se mueven de donde se establecieron inicialmente, cortar los panales porque ya tenían y se reubican. Si la reina llega ahí, entonces, el resto de abejas la siguen, pero para eso hay que esperar una noche más para que el resto de abejas que están en el campo lleguen y se instalen en el recipiente, para luego transportarlas a todas”.
Contrario a la creencia popular, ni la miel, ni la panela, ni la azúcar las atrajo a su cocina. Fue una simple coincidencia que, probablemente, solo podría evitar colocando una malla en el balcón y las ventanas, aunque, por suerte, dieron con un conocedor:
“Algunos vecinos estaban molestos porque cuando ellas llegan generan pánico, son muchas abejas volando, generan mucho ruido y mientras se instalan pueden atacar. Entonces sí tenía a varios vecinos molestos porque pensaban que yo las había traído o que yo tenía miel regada en el apartamento, pero lo único que eso podría generar es que lleguen abejas pecoreadoras en busca de nectar, no en un enjambre”.