La fama es efímera y más aún en internet. Esa declaración, pronunciada miles de veces por quienes han estado en lo más alto de la industria del entretenimiento, cobra sentido cuando tiene detrás un nombre propio y un rostro. Así lo vivió, en parte, Tuti Vargas durante los últimos meses.
Justo cuando se anunciaba su separación de Sebastián Yepes, la presión de las redes sociales le cobró el precio más alto y emocionalmente comenzó a sentir que todo se derrumbaba. “Pasé de 200 likes a tener 1″, expresó en el programa Historia clínica, de RCN, la exparticipante de MasterChef Celebrity.
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Por ambos motivos, uno personal y otro laboral, sus ánimos decayeron, pero aún así tenía que seguir creando contenido para los más de novecientos mil seguidores que acumula en su Instagram. “Yo estaba mal emocionalmente, hacía un esfuerzo ni el hijueputa para pararme frente a un cámara”, agregó en la entrevista.
Poco a poco, el cansancio pasó de herirla en su corazón únicamente a también perjudicarla físicamente. Cada vez eran más visibles las señales de un desgaste psicológico. “Las uñas se me estaban perdiendo, la piel súper reseca y se me estaba cayendo el pelo”, contó a la producción antes mencionada.
En medio de la tormenta le diagnosticaron hipotiroidismo, por lo que se sometió a un tratamiento complejo de tres a cuatro meses. Otros aspectos de su organismo comenzaron a reaccionar. “Tenía el cortisol, la hormona del estrés súper alta”, añadió.
En la psiquis, llegó a lo más profundo de sí misma, teniendo pensamientos fuertes como parte de un cuadro depresivo. “Tuve momentos difíciles y decía: “Me quiero morir”. Buscaba cómo hacer para morirme más rápido sin tener que hacer sufrir a mi familia”, expresó la influencer.
Sin embargo, dio la vuelta por encima de las dificultades y se reencontró con ella gracias a nuevas costumbres, como el ejercicio constante del yoga. “Yo nunca en mi cabeza pensé dar clases de yoga, fueron cosas que se fueron dando. Mi primera clase fue mágica, todo me fluía”, apuntó.
Cabe mencionar que este no es el primer episodio crítico que la celebridad de internet vive. Cuando comenzó su etapa como universitaria, tuvo un problema con las drogas, del cual se lamentó en la misma charla frente a las cámaras.
“A penas entré a la universidad consumí drogas, consumí cocaína, no fue un consumo largo, fueron 6 meses, pero fue intensivo, lo hacía sola en casa. Salía jueves, viernes, sábado y domingo con mis amigos, consumía este tipo de droga, porque yo sentía que la cocaína me daba la seguridad y confianza para poder relacionarme con los demás”, recordó.
Asimismo, considera que su adicción llegó a herir a su familia. “Le hice mucho daño a mis papás con esto. Mi mamá se dio cuenta en varias oportunidades. El día que presenté el Icfes fue la primera vez que supo. Me fui esa mañana y en mi cartera siempre tenía mi ‘kit’ para consumir: una papeleta y una cuchilla. Mi mamá me llamó a penas terminé de hacer el examen y me dijo: ‘¿Dónde estás?, te vienes ya para la casa”. Comencé a hacer un recuento y dije: ‘¿Dónde dejé el kit?’. Lo había dejado en la cartera encima de mi cama”, indicó.
Fue tanto la dificultad para dejar atrás ese ciclo que llegó a sufrir por la abstinencia. “Pasé por un proceso de abstinencia horrible, a nivel químico, sudaba, me daba ansiedad, cansancio, dolor muscular. Completamente desesperante”, siguió diciendo.
Tuti Vargas y un paso por el quirófano en el 2023
Además de todo lo anterior, otro de los aspectos que marcaron el 2023 de la bogotana fue la explantación de sus implantes de seno. Tuti Vargas, influencer y modelo, ha compartido en sus redes sociales una contundente reflexión sobre la aceptación personal y los peligros de la cirugía estética. Vargas reveló que decidió retirarse los implantes mamarios tras una década, motivada por dolores y malestares que asoció con el posible rechazo de su cuerpo a los implantes, y una nueva práctica de Yoga que le ocasionaba incomodidad.
Salud mental, autoaceptación y bienestar físico son los puntos clave en el testimonio de la influencer, que ha levantado un debate acerca de la presión social y las inseguridades que influyen en jóvenes a modificar sus cuerpos.
La modelo, próxima a cumplir los diez años con los implantes, momento en el que se recomienda su reemplazo, empezó a sentir lo que describió como “dolores extraños” y una disminución de su estado de ánimo. Investigando junto a sus amigas, identificó que podía estar sufriendo del síndrome de ASIA (síndrome de activación inmunológica inducido por adyuvantes), un trastorno que puede surgir en algunas personas con implantes, por lo que decidió priorizar su salud ante la estética.