Venezolano con prótesis contó cómo es atravesar el Tapón del Darién en busca de una mejor vida

En el 2023, la frontera colombo-panameña ha visto pasar casi 390.000 personas enfrentando numerosos riesgos

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Cerca de 30.000 migrantes han cruzado la frontera entre Colombia y Panamá con el fin alcanzar el "sueño americano" - crédito captura de pantalla AFP
Cerca de 30.000 migrantes han cruzado la frontera entre Colombia y Panamá con el fin alcanzar el "sueño americano" - crédito captura de pantalla AFP

El flujo de migrantes en la frontera entre Colombia y Panamá ha alcanzado cifras sin precedentes en lo corrido del 2023, con casi 390.000 personas cruzando la selva peligrosa del Darién hacia Bajo Chiquito, la primera aldea panameña en su camino hacia el norte.

Entre los afectados se encuentra Marcel Maldonado, un migrante venezolano con una pierna ortopédica, quien emocionado logró llegar a esta zona tras atravesar el inhóspito paraje. La meta: alcanzar el denominado sueño americano, enfrentándose no solo a la naturaleza sino también a bandas criminales que operan en la región.

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“Lo único que yo deseo es por lo menos los últimos años de vejez de mi papá y de mi mamá aunque sea darles una buena vida de comida y de alimentos, que es lo que más sueño. Por eso estoy aquí en esta lucha, sino no estuviera aquí, porque esta vaina es demasiado fea”, dijo el venezolano de 30 años a la agencia de noticias AFP.

Riesgos y esperanzas en el camino hacia el sueño americano

Asimismo, esta ruta migratoria se ha convertido en el corredor obligado para quienes, desde el sur del continente, aspiran a entrar a Estados Unidos sin visa, a través de América Central y México. La selva del Darién, con sus 266 km de largo (165 millas) y 575.000 hectáreas, es también una travesía plena de obstáculos naturales y peligros, tales como ríos, acantilados, y la presencia de delincuentes.

Cabe mencionar que, aunque la mayoría de los migrantes son venezolanos, también hay ecuatorianos, haitianos, chinos, vietnamitas, afganos y de países africanos como Camerún y Burkina Faso, que buscan mejores condiciones de vida, como Marcel Maldonado, quien desea ofrecerles un futuro mejor a sus padres.

Flujo migratorio preocupa a las autoridades panameñas

Con base en los datos revelados por la Defensoría de Pueblo, “en un año se incrementó en 214% el número de colombianos que atraviesan la selva del Darién. Entre enero y octubre del 2023, el número de colombianos que cruzaron a Panamá por la frontera inhóspita bordeó los 16.000″.

Continuando, el Senafront, la policía fronteriza del país panameño, vigila la zona e inspecciona a los viajeros, mientras que organizaciones como Acnur, OIM, Médicos sin Frontera y la Cruz Roja brindan asistencia humanitaria.

Los migrantes hacen fila en Bajo Chiquito para abordar las piraguas que los llevarán a Lajas Blancas, pagando una tarifa de 25 dólares por pasajero, antes de seguir su camino hacia la frontera con Costa Rica. Este incesante flujo ha generado también un impacto negativo en la vida local y en el medio ambiente, según funcionarios del gobierno panameño.

El testimonio de Nazaret Puerta, una venezolana de 28 años, relata la cruda realidad de esta ruta migratoria: “Nos tuvieron desde las 9:00 a. m. hasta las 5:00 p. m. secuestrados. A mí me metieron el dedo por la ‘totona’ para ver si tenía plata escondida”.

Migrantes haitianos cruzan la selva del Darién desde Colombia a Panamá con la esperanza de llegar a Estados Unidos, el 9 de mayo de - crédito Iván Valencia / AFP
Migrantes haitianos cruzan la selva del Darién desde Colombia a Panamá con la esperanza de llegar a Estados Unidos, el 9 de mayo de - crédito Iván Valencia / AFP

Otras voces como la de un migrante de Burkina Faso resaltan la escasez de recursos básicos como agua y alimento en medio de la selva. Además, se destaca la problemática de la basura dejada a su paso, ensuciando las riberas del río Tuquesa y la aldea de Bajo Chiquito, donde los residentes han buscado adaptarse a la situación ofreciendo servicios básicos a los migrantes.

La situación en Bajo Chiquito refleja los desafíos humanos y logísticos que supone el manejo de una crisis que, al decir del subcomisionado Edgar Pitti Valdés, jefe de Senafront en la zona, ha alterado radicalmente la convivencia y el entorno natural. “El daño irreversible ambiental tocará muchos años, para que eso vuelva a su normalidad”, advirtieron las autoridades panameñas, subrayando la magnitud del desafío que enfrentan.

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