El domingo 24 de diciembre es el noveno y último día de la Novena de Navidad, una de las tradiciones de la religión católica preferidas por los colombianos. Con esta celebración se realiza el conteo regresivo para el nacimiento de Jesús, a las 12:00 a. m., del 25 de diciembre.
Según la Iglesia católica, una de las novenas más importantes históricamente ha sido la de preparación a la Navidad, celebrada desde la edad media en España y Francia, para rememorar el embarazo de la Virgen María. El ritual llegó desde Europa a Colombia con la colonización y, desde entonces, convoca a familias y amigos todos los años.
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A continuación, dejamos cada una de las lecturas para desarrollar el último día de la novena. Se encuentra, en orden, los cánticos y oraciones que deben ser recitados para la noche de este 24 de diciembre.
Intención del Día 9:
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina.
Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la ciudad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tenía en la mano iluminaba tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en adoración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterios.
Pero ha llegado la media noche y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos. A sus pies se postra su Santísima Madre en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imperturbable oficio de padre putativo, del redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que descienden del cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su alegría y hace vibrar en los aires las armonías de esa “Gloria in Excelsis”, que es el eco de adoración que se produce en torno al trono del Altísimo hecho perceptible por un instante a los oídos de la pobre tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al “recién nacido” y a prestarle sus humildes ofrendas. Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la mortificación.
¡Oh, adorable Niño! Nosotros también los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis: venid a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra Santa Infancia, no intermitente y solo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes cristianas.
Oración para todos los días:
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro Hijo, la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En torno a él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado; suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en su pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. (Se reza tres veces el Gloria al Padre).
Oración a la Santísima Virgen
<b>(Para todos los días)</b>
Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera por madre suya, te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma, y la de todos los que en este tiempo hagan esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y divina ternura con la que guardaste tú, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Se reza tres veces el Avemaría).
Oración a San José:
¡Oh Santísimo San José! Esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te ruego, por el amor que tuviste al Divino Niño, me abrases en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén. (Se reza un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria).
Oración al Niño Jesús:
Acordados ¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Que dijiste a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en Ti ¡Oh Jesús, que eres la misma verdad! Venimos a exponerte toda nuestra miseria.
Ayudadnos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia… de la cual necesitamos tanto.
Nos entregamos a Ti ¡Oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que, en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.
Gozos
Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto! (Se repite después de cada gozo).
¡Oh sapiencia suma del Dios soberano, que al nivel de un niño te hayas rebajado!
¡Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Adonaí potente que, a Moisés hablando, de Israel al pueblo disteis los mandatos! ¡Ah! Ven prontamente para rescatarnos
¡Y que un niño débil muestre fuerte brazo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh raíz sagrada de José, que en lo alto presentan al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanda mano, de la cárcel triste que labró el pecado! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan preciado, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Espejo sin mancha Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y, en forma de Niño, da al mísero amparo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto Bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño! Ven Dios humanado, luce, hermosa estrella, brota flor del campo. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ven que ya María previene sus brazos de su niño, vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Del débil auxilio del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
¡Ve ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantes, bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!
Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!