En su último viaje a Nueva York, la colombiana Lorenza de @lornablogs, visitó el club más exclusivo de la gran manzana junto a su mejor amigo, luego de haber intentado entrar durante al menos cinco noches consecutivas.
“El rumbeadero más loco, icónico y enfermo en el que he estado es The Box New York y como una chica fiestera que soy me siento en la obligación de contarles cómo fue mi experiencia (…) The Box es uno de los rumbeaderos más exclusivos de Nueva York, además de los clubs privados”, comentó a manera de introducción en una pieza compartida a través de su perfil en la red social TikTok.
Ahora puede seguirnos en WhatsApp Channel y en Google News.
Desde que planeó su viaje a Nueva York tenía claro que intentaría entrar para disfrutar en primera persona de la experiencia que, hasta entonces, solo había leído y escuchado en reseñas que aparecen en Internet: “Yo estuve en junio dos semanas en Nueva York visitando a mi mejor amigo y, de esas dos semanas, salimos como 10 días de fiesta, de los cuales cinco intentamos entrar a The Box y, al final, solo logramos entrar dos veces”.
“No diría que es el rumbeadero que tiene la entrada más jodida porque ese podría ser Gospel... como sea, la entrada a los rumbeadores en Nueva York, o bueno, en muchas otras ciudades, es muy diferente a Colombia. En este caso, lo que mi amigo me dijo es que no se trata de hablar con los bouncers, no es de llegar y hacerte el cool. Es, simplemente, llegar, estar callado y ellos te dirán cuándo puedes entrar”, explicó.
Eso estuvieron haciendo durante varias noches hasta por fin lograr entrar “Básicamente, eso hacíamos, nos parábamos en silencio hasta que (un día) nos llamaron. Nos dijeron: ustedes dos, pasen. Mostramos los IDS y entramos”.
Existe otra manera de entrar, mucho más sencilla, pero, también bastante más costosa, pagar el derecho a utilizar una mesa, que, en The Box puede llegar a costar hasta 5.000 dólares, “pero si no es de tener paciencia y esperar. Un tip super importante es la vestimenta. Nunca jeans y nunca tenis” y continuó:
“Entramos y (nos dimos cuenta de que) el lugar era supremamente pequeño. Básicamente, tú entras, ves una barra y después está todo el espacio. Hay una alfombra y ese es el dance floor de la gente que no paga cover o no tiene mesa. De resto, todos los demás espacios son con mesa paga, tano para las mesas simples que están en el primer piso, como para el VIP, que son mesas que tienen cortinas”.
No pudo tomar casi fotos o videos, porque los asistentes no tienen permiso de sacar su teléfono celular, en ningún momento; sin embargo: “Lo que hace especialmente atractivo a este club son los shows. La gran mayoría de los shows son con gente desnuda haciendo cosas muy enfermas. El show más loco que yo vi fue a una mujer totalmente desnuda, teniendo relaciones (sexuales) con un plato de cereal con leche y, aun así, no dejaba de ser icónico”.
Pero, según ella, con la vibra del lugar todos llegan a enloquecer, aunque sea por un momento, “yo me acuerdo que llegué a aparentar ser la esposa de un (hombre con rasgos) árabe, para que me dejaran entrar al VIP y, ni siquiera fue algo premeditado. Le dije al bouncer que estaba en el VIP y él se ofreció a acompañarme a ‘mi mesa’, pero, claramente, yo no tenía una. Así que vi a un árabe muy borracho y le hablé como si fuera mi esposo. El me siguió el juego, dijo que yo era su esposa y me dejaron quedarme en el VIP”.