El general retirado Óscar Naranjo hizo parte de la Policía Nacional de Colombia durante 38 años. Llegó a ser director de la institución entre mayo de 2007 y junio de 2012 y luego, del 30 de marzo de 2017 al 7 de agosto de 2018, fungió como vicepresidente de la República.
Dentro de sus notables logros está el haber participado en la extenuante labor de seguir la pista del antiguo capo del narcotráfico en Colombia Pablo Escobar.
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A este último, líder natural del cartel de Medellín, se le siguió por toda Colombia entre finales de los 80 e inicios de los 90, ya que con su incursión en el mundo de la droga envolvió a Colombia en una ola de violencia, debido a su conflicto con el cartel de Cali y otros grupos al margen de la ley, así como contra el Estado colombiano.
El 2 de diciembre de 2023 se cumplen 30 años de la muerte de Escobar. Fue en el tejado de una casa en el barrio Los Olivos de Medellín tras un fuerte tiroteo.
Naranjo, hoy rector de la Universidad Internacional de La Rioja (Unir) en Colombia, hacía parte en ese momento del equipo de inteligencia de la Policía. Tres décadas después, lanzó el libro “El derrumbe de Pablo Escobar”, en el que detalló lo sucedido con el narcotraficante.
Al respecto, dialogó con Infobae Colombia y contó datos que erizan la piel.
Usted acaba de lanzar el libro “El derrumbe de Pablo Escobar”, ¿qué aclara en este?
Bueno, la verdad después de 30 años de la muerte de Pablo Escobar, lo que me pareció correcto es que se reivindique y se le brinde tributo a las víctimas de la violencia, que se destaque el papel que cumplieron funcionarios, miembros de la fuerza pública, de la Policía Nacional, de esa persecución que al final terminó abatiéndolo.
Al final, lo más importante a resaltar está hecho en el epílogo de ese libro. Más allá de la historia, es que a pesar de que han pasado 30 años, la violencia que gira alrededor del narcotráfico no ha cesado.
Es necesario pensar de qué manera el mundo aborda el tema de las drogas ilícitas y de qué manera también nos proponemos recuperar los valores que destruyó la subcultura del narcotráfico, por ejemplo, la premisa básica que yo creo es que la herencia maldita de Escobar es que la muerte hace parte de la solución a los problemas.
Yo creo en la necesidad de proscribir y derrotar esa premisa para que la vida sea un valor supremo y superlativo entre nosotros. Es el gran reto.
¿Finalmente lo mataron o él se suicidó?
Está clarísimo que él fue abatido en una operación policial. La localización del sitio donde estaba es una de las operaciones más sincronizadas. Fue una operación impecable de inteligencia electrónica, resultado de hacer seguimiento electrónico al origen de una llamada que él estaba haciendo y luego la llegada ya de los comandos del Bloque de Búsqueda, que finalmente lo abaten.
Me he encontrado a lo largo de la reportería necesaria para escribir las páginas de este libro que hay dos mitos realmente alucinantes alrededor de Pablo Escobar. Alguien me lo dijo en Medellín, directamente en el cementerio: esta es la tumba de Pablo Escobar, pero no se engañe, señor, Pablo Escobar está vivo en Europa.
Entonces, suele suceder con mitos criminales que se instalan y realmente, como digo, es dando origen a historias alucinantes.
Exactamente, ¿cuál fue de su participación en el Bloque de Búsqueda y cuánto duró la persecución?
Era el analista de inteligencia y tenía el grado de mayor. Yo realmente estaba en Bogotá, era una especie eran secretario técnico del Comando Especial conjunto, es decir, desde el nivel estratégico de una organización integrada por las Fuerzas Militares, la Policía liderada por el ministro de la Defensa de la época (Rafael Pardo). Desde esa Secretaría Ejecutiva se hacía el seguimiento global de las operaciones, de los resultados, se identificaban algunas debilidades, se anticipaban algunas manifestaciones de los cursos de acción del cartel y de Escobar.
Ese fue mi papel y ya al final, cuando la familia de Pablo Escobar es rechazada en su ingreso Alemania, desde mi oficina en las Residencias Tequendama, una oficina secreta donde se hacía el monitoreo de las comunicaciones que su hijo y su esposa establecieron con él en Medellín, ahí es donde se da como esa puntada final, el insumo final, para que equipos técnicos localizaran el origen de esas comunicaciones en un barrio de la ciudad.
¿Cuál fue su reacción? ¿Qué pensó en ese momento cuando le confirmaron la noticia?
Bueno, francamente, sentí una sensación de alivio, pero no fui especialmente efusivo y, tengo que decirlo después de 30 años, no me pareció que había que recibir eso con la dosis de realismo grande que significaba. Así se hubiera terminado con la vida de Pablo Escobar, teníamos al frente otros retos inmediatos, como desmantelar el cartel de Cali.
En eso coincidí con algunos funcionarios de Colombia en el exterior, de que era un paso supremamente importante, pero no era el paso definitivo ni la solución definitiva al problema de las drogas. Era consciente de que ese no era el punto de llegada, sino un punto de inicio a una nueva etapa para enfrentar, por ejemplo, al cartel de Cali o al cartel del Norte del Valle.
¿Cómo ve el narcotráfico 30 años después de la muerte del capo?
Si uno se atiene a los datos, la verdad la política prohibicionista nos ha llevado, primero, a que haya más consumidores en el mundo, a que haya más producción de droga, a que haya más violencia social al tráfico y a que haya más corrupción y, recientemente, a que haya flotes de ingobernabilidad territorial en zonas donde el crimen organizado, basado en economía criminal, trata de ejercer gobernanza criminal.
Esto realmente lo que significa es que hay que avanzar en un debate amplio para ver de qué manera una política prohibicionista y otras aristas que, basadas en derechos humanos, en temas de salud pública, en enfoques económicos e institucionales, permitan enfrentar ese desafío con mayor efectividad.
Mientras eso ocurre, también hay que seguir avanzando para que los criminales y estas estructuras no incrementen la violencia en los territorios y no produzcan más víctimas y, por lo tanto, el debate no es incompatible con las acciones policiales, judiciales o militares contra estos grupos.
¿Cree que Colombia puede pasar esa página? ¿Se puede olvidar esa época tan violenta?
Me sorprende ver cómo después de 30 años en las visitas a Medellín hay muy nutridas a la tumba Escobar. Me preocupa ver que hasta hace poco funcionó un museo de Pablo Escobar en Medellín. Me preocupa ver que hay decenas de comercios que venden artículos alusivos al capo. Me preocupa ver que en Europa, por ejemplo, hay jóvenes con el rostro de Pablo Escobar tatuado.
Lo que pienso es que aquí estamos lejos de, todavía, producir una especie de sanción social a los narcotraficantes que han hecho tanto daño y que, con su dinero, a veces, dan la sensación de que son los grandes transformadores que generan riqueza, cosa que no es cierto.
¿Qué mensaje da a los colombianos después de 30 años de haberle dado de baja a Pablo Escobar?
Creo que la juventud ve eso de manera muy distante. Sin embargo, hay cientos y cientos de víctimas de Pablo Escobar.
Este individuo produjo demasiadas muertes en Colombia, muertes que quedaron, muchas de ellas, sin posibilidad de reparar las víctimas y, por lo tanto, creo que ha habido un proceso de sanación que viene desde las víctimas, que han dado unas lecciones increíbles de integridad y, al mismo, tiempo, de expresión de perdón y olvido.
Pero hay otros sectores, donde la figura, ya no de Pablo Escobar, sino del narcotraficante, sigue siendo el único referente, la única salida a su situación, a su proyecto de vida.
Ver a tantos narcotraficantes extraditados a Estados Unidos, un poco más de 2.000, habla de nuestro fracaso como sociedad para que la figura del capo sea rechazada y no incorporada como un posible modelo o proyecto de vida.
Usted fue distinguido en 2010 como el mejor policía del mundo. Fue el segundo agente de Colombia en recibir esto tras el general retirado Rosso José Serrano, que luchó contra los carteles, ¿Qué debe pasar en Colombia de nuevo para tener el mejor policía del mundo?
Esa es una gran paradoja. Los mejores médicos del mundo, justamente, hacen su práctica profesional en los hospitales donde hay más enfermedades y más crisis de salud. Eso es un poco lo que pasó acá.
Realmente, esta distinción personal lo que realmente buscó en su momento fue destacar el comportamiento de miles y miles de policías que cumplían su deber.
Es la Policía, probablemente, la que ha aportado la cuota más grande de agentes de la institución muriendo en actos del servicio.
Basta recordar que Pablo Escobar en un solo año mandó a asesinar a más de 500 policías en la ciudad de Medellín y, por lo tanto, yo lo que creo es que ese reconocimiento es a la mejor policía del mundo y no al mejor policía del mundo.