Han pasado ocho semanas desde que 300 indígenas Embera decidieron dejar la Unidad de Protección Integral de La Florida para regresar al Parque Nacional, en el corazón de Bogotá, en donde habrían estado asentados durante gran parte del 2022.
Según dijo en conversaciones con el matutino de Arriba Bogotá, Narciso Vitucay, a pesar de encontrarse en condiciones precarias, prefieren el parque: “Todo es lo mismo, así también el pueblo sufre allá. Asimismo, está sufriendo allá el pueblo también y aquí mismo, sufriendo y ya. Entonces, toda hora allá también hacen falta los baños, no hay cómo orinar en el baño, no hay cómo lavar la ropa, no hay nada para estar. Está sufriendo mucho también ahí mismo y lo mismo acá, también”.
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Pero los vecinos del Parque Nacional se encuentran desesperados, puesto que los malos olores y las plagas han estado acumulándose por cuenta de las prácticas santerías, cuando menos cuestionables, de algunos de los refugiados.
César Augusto Pinzón, habitante del sector, reclamó en entrevista para el medio citado: “El Parque Nacional es un patrimonio cultural de la ciudad. Es un espacio para el disfrute público, pero, desde hace dos meses, hay una comunidad indígena aquí –que la trajo quien sabe quien– y están convirtiendo el río Arzobispo en letrina”.
En un principio, utilizaban el afluente para tomar agua limpia y hacer uso de ella en sus tareas cotidianas, pero después de un rato lo habrían destinado como baño público y los deshechos humanos han ido acumulándose, al punto, en el que pasar por el río se convirtió en un martirio:
“Vienen a lavar su ropa, esta bien; vienen a bañarse, está bien, aunque tienen a su disposición una batería de baños, pero ellos vienen al río a hacer sus necesidades fisiológicas”.
Incluso, han tenido que ir desplazándose para evitar realizar sus necesidades sobre los desechos que otros indígenas han ido dejando durante su estadía: “A lo largo del río, hacia abajo, en varias partes, las personas vienen y depositan sus desechos. (Les pedimos) A las autoridades que resuelvan este tema, porque ya van dos meses”.
Los vecinos del Parque Nacional se han mostrado preocupados por las condiciones en las que se encuentra el lugar y es que, luego de que la comunidad diera por terminado el campamento en 2022, el Distrito se vio obligado intervenir el lugar durante semanas, para cumplir con las tres fases de tratamiento: desmonte, fumigación y recuperación clínica.
Pusieron en marcha un proceso de “desratización, control de plagas, mosquitos y demás que pueda haber, porque ahí había encharcamientos y pues, también, desechos humanos” y, además, iniciaron varios arreglos: El arreglo de las bancas, el arreglo de los prados, el arreglo de los senderos que se hayan podido dañar y recuperación de los árboles, para que el Parque Nacional vuelva a ser ese sitio de disfrute de todos los bogotanos y de los colombianos, porque, en efecto, es un parque nacional”, informó entonces el alcalde local Diego Herrera, en conversaciones con Caracol Radio.
“El año pasado estuvo una comunidad cerca de jueves meses. Destruyeron el Parque. No tengo idea de cuánto valió la recuperación, seguramente, ahora nos pasará otro tanto. Insisto, la idea es que las autoridades se apersonen y resuelvan el problema”, lamentó Pinzón.
Al lugar habrían empezado a llegar roedores, insectos y otras alimañas, que se ven atraídos por los malos olores. Además, una vez dejaron de utilizar el parque para actividades deportivas y de recreación, los delincuentes fueron llegando:
“Hay malos olores, hay delincuencia, hay microtráfico a diferentes horas del día, los niños los abandonan, este un tema de derechos humanos. Aquí pasa de todo y a la sociedad no le importa porque somos indolentes”.
Un líder indígena, sin embargo, habló con el noticiero y sostuvo que, aunque hay baños públicos en la zona no están a su disposición y, por tanto, no les queda de otra que utilizar el río como sanitario, ducha y vertedero.