Mientras el entonces recién elegido presidente de la República, Andrés Pastrana, le anunciaba al país la voluntad de paz de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y se disponía para la instalación de la mesa de negociación con este grupo guerrillero, el país fue testigo el 1 de noviembre de 1998 del que es, quizá, uno de los peores hechos en materia de orden público en la historia de Colombia.
Mitú, ubicada en el corazón del Vaupés y que por aquella época apenas superaba los 13.000 habitantes, fue epicentro del horror que durante cerca de tres días dejó a su paso dolor y muerte, pues la ofensiva de 1.500 hombres armados por instrucción de Jorge Briceño Suárez, alias El Mono Jojoy, dejaron como balance 16 policías y 14 militares muertos, además de 11 víctimas civiles y 38 heridos. En las filas insurgentes, al menos 100 hombres cayeron en la contraofensiva que llevó a recuperar el control.
Pero, además, 61 uniformados de los 120 que custodiaban la población, entre ellos el hoy general (r) Luis Herlindo Mendieta Ovalle, que en su cargo de teniente coronel era el comandante de la Policía del departamento y tuvo que resistir la embestida criminal; el mayor Julián Ernesto Guevara, y el subteniente Jhon Frank Pinchao, entre otros, fueron secuestrados y sacados de la zona en lanchas.
Pinchao logró escapar el 27 de abril de 2007, mientras que Guevara murió en cautiverio, el 20 de enero de 2006. En el caso de Mendieta, el alto oficial fue rescatado por el Ejército Nacional el 13 de junio de 2010, en una operación orientada por el gobierno del mandatario Álvaro Uribe Vélez, luego de 11 años, siete meses y 13 días de estar privado de la libertad.
Fue tan grave este violento ataque, que a la fecha sigue siendo el único sufrido por una capital de departamento, ante la clara intención de las Farc de ganar posiciones en una región olvidada por el Estado. Pese a los esfuerzos del Ejército, de repeler de forma rápida el hostigamiento a Mitú, con más de 800 hombres y poderoso armamento y equipos áereos, terrestres y fluviales, incluso coordinados desde una base área en Brasil, la toma se extendió por cerca de 72 horas.
Infobae Colombia, a 25 años de la feroz incursión terrorista, habló con el protagonista de uno de los capítulos más dolorosos del conflicto armado, el general Mendieta, que confesó cómo el tormento de ese día todavía lo persigue, ante el anhelo inconcluso de que se hiciera justicia, pues mientras él ha intentado llegar al Congreso por la vía democrática, sin éxito, algunos de los exmiembros del llamado secretariado ocupan una curul desde hace al menos cinco años.
¿Qué recuerdos tiene aún de ese día, 25 años después de haberlo vivido?
Sí, indudablemente, como lo dicen los expertos, después de un secuestro, las secuelas físicas y psíquicas son de por vida. No sé cómo funciona la mente, pero uno sigue soñándose cada día lo que fue esa experiencia. No puede pasar uno algún momento sin que se recuerde eso. Todos los días está presente esa tragedia y vemos que, 25 años después, infortunadamente, no se ha hecho justicia. Se crearon unas instancias como la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz), por ejemplo, pero hasta ahora los integrantes de las Farc no han contribuido con la verdad, no hay justicia, tampoco reparación y garantías de no repetición.
De ese ataque, ¿cuál fue el hecho o circunstancia que más lo marcó?
Son varias de las marcas. Primero, días antes se solicitaron los apoyos al Gobierno nacional, al mando del presidente Andrés Pastrana y la cúpula militar y policial. Apoyo que nunca llegó, a pesar de todas las informaciones que se dieron del inminente ataque guerrillero por parte de las Farc.
Desde las horas de la madrugada –pensaría que desde la noche anterior– como era inminente el ataque, pues estuve patrullando y pasando revista de lo que eran los puestos que teníamos previstos para defender las instalaciones policiales y del municipio, hablando hasta las 2 de la mañana con los hombres que estaban en cada uno de esos puntos.
Duro –más o menos– dos horas y media. Y cuando me despierto es porque comenzaron a sonar los disparos. Vino esa reacción de sorpresa y, por supuesto, la de tomar las posiciones que estaban previstas. De ahí en adelante es sorprendente todo, porque ahí viene el ataque cruel y alevoso por parte de los integrantes de las Farc, con armamento no convencional como fueron los cilindros bombas, cargados de metralla y de explosivos –sobre todo de explosivos plásticos que hacían un daño enorme–. Por eso, entre las 9 y 10 de la mañana, ya nuestras instalaciones estaban destruidas e incendiadas.
Desde el primer momento de ese combate van muriendo nuestros policiales. Vi a un compañero nuestro frente a las instalaciones de la Policía con el fusil incrustado en el cuerpo... Y a medida que va avanzando el ataque, nuestros policías en cada uno de estos puntos que prestaban su servicio van muriendo, ofrendando su vida. Por la presión, nos destruyen la casa del Monseñor, que era donde estábamos. Después pasamos a la Fiscalía y nos la destruyen y nos incendian... Pasar posteriormente a un supermercado, que también lo queman y tener que retornar a las ruinas del comando de la Policía y observar allí cadáveres descompuestos de lo que era los que quedaron incinerados por la acción de estos cilindros bomba. Ver a los compañeros quemados es una marca muy profunda.
Posteriormente, al terminar toda esa situación inicial y al salir de donde ya fuimos dominados, fuimos ubicados frente al Banco Agrario, como se pueden ver en imágenes que los mismos terroristas de las Farc grabaron y poner las manos en esa pared, esas ruinas y pensar que en ese momento nos iban a fusilar. Creo que son los espacios o los momentos más fuertes.
¿Llegó a imaginar tal nivel de sevicia por parte de las Farc en su accionar?
Sí, por supuesto, porque ellos van arrasando con todo. Ahí no tuvieron piedad de nada con su actuar, entonces imagínense la destrucción. No solo el comando de la Policía, sino también lo que fueron las construcciones alrededor: la ESAP, la Registraduría, la Fiscalía, la casa del Monseñor la y el supermercado. Pero también varias manzanas alrededor del Banco Agrario, donde el poder de destrucción fue inmenso porque estaban era arrasando y así lo hicieron, pues acabaron con la mitad de la población destruyendo todas las edificaciones.
Primero las gubernamentales, pero tampoco les interesó mucho lo de los civiles, pues fueron destruidas toda las instalaciones. Es importante mencionar, después, cómo los de las Farc sacaron personas civiles de sus residencias y las pusieron de rodillas y las fusilaron, peor de lo que hoy en día se escucha de lo que ocurrió por parte de Hamas en Israel.
Once años y siete meses de secuestro, general, después de esa fatídica jornada...¿Cómo fue ese tiempo con el recuerdo de esa toma en la mente?
Sí, fueron esos 11 años, 7 meses y 13 días exactamente de tortura, de crueldad, de tratos inhumanos y degradantes. De barbarie porque hacernos transitar por la selva, obligados, con cadenas, con equipos al hombro. Encerrarnos en esas jaulas de concentración, en condiciones infrahumanas, en hacinamiento, donde el suministro de las medicinas, de la alimentación, de las mismas mínimas condiciones de bienestar, pues eran nulas o muy deficientes.
Dormimos en la selva, en plásticos y en el piso, también no solo con los peligros de los mismos integrantes de la Farc que continuamente y durante las 24 horas del día amenazaban con fusilarnos, sino también los mismos animales de la selva –especialmente las culebras venenosas y las arañas–. Estuvimos en esas jaulas, sometidos a esos vejámenes y a toda clase de limitaciones.
Hubo un tiempo en la zona de distención en el que tuvimos pruebas de supervivencia, porque a Marleny Orjuela (Vocera de Asfamipaz) les Farc les permitió ingresar y llevar pruebas y sacar pruebas de nosotros hacia nuestras familias. Pero ya cuando gana el presidente (Álvaro) Uribe inmediatamente alias El Mono Jojoy nos dice que mientras esté presente el presidente no saldríamos en libertad y que, por lo tanto, no había más pruebas de supervivencia.
Desde ese momento pasan más de seis años que en nuestra familia no se tuvo conocimiento de si nosotros estábamos vivos o muertos. Eso es muy fuerte, porque ellos sufrieron mucho las indolencias, el no saber de los seres queridos, es decir que fuimos sometidos a una desaparición forzada. Aparte de todos esos delitos, de lo que fue el secuestro y también de la esclavitud, cuando nos obligaron a hacer trincheras grandes allí en la selva, nuestra familia sufrió muchísimo, porque en muchas oportunidades los medios de comunicación sacaban información de que ocurrían bombardeos y que en esos habíamos muerto. Ese sufrimiento permanente no se borra y las secuelas están ahí.
¿Qué significa para usted el nombre de Jorge Briceño Suárez?
La persona cruel e inhumana que dirigió y planeó muchas de las operaciones que efectuaron los terroristas de las Farc y que era el cabecilla militar, era el del ala fuerte. Quien imponía ese esa línea de guerra, de estar combatiendo y sobre todo estar asesinando, porque –incluso en una oportunidad, cuando nos visitó allí en una de estas jaulas– yo le solicité que, de los 61 que estábamos secuestrados, 16 eran auxiliares de policía y que los dejara de libertad inmediatamente, porque la gran mayoría eran indígenas. Sin embargo, su respuesta dijo que ellos eran informantes y ‘antes den gracias de que están vivos, porque nosotros a los informantes inmediatamente los asesinamos’.
Entonces esa reacción de un criminal de estos ante la inocencia, podríamos decir, de unos auxiliares de policía que estaban iniciando su vida y prestando un servicio militar obligatorio y que casi los ponía allí en juicio a fusilarlos, demuestra la crueldad que él tenía.
Por otra parte, observé niños y niñas, de 13, 14 y 15 años, con sus armas, uniformes y sus equipos y que muchos –seguramente– murieron en el ataque y posteriormente muchos desaparecieron. Porque teníamos conocimiento de que los fusilaban porque allí uno de los lemas era que quien se va aburriendo lo van matando. Y a veces notamos que faltaban integrantes, precisamente menores y no volvían a aparecer. Otros decían: ‘no, ese se aburrió y pues por eso lo matamos’. Esa era la crueldad con la cual El Mono Jojoy impartía sus doctrinas.
Nos decían que era él quien definía en consejos de guerra quién vivía y quién moría, él tenía la última palabra, la potestad de decidir a quién matar y aquí en salvar. Muchos guerrilleros siempre querían imitarlo, por su capacidad de crueldad, porque disponía de las mujeres y las niñas, pues convivían con él en primer lugar, y aparte de eso manejaba todos los recursos que obtenía las Farc, especialmente del narcotráfico y el secuestro y disponer del mando de miles de hombres.
¿Se quedó con el deseo de confrontar a El Mono Jojoy y verlo pagando por sus crímenes?
No, porque creo que siempre hay una justicia divina, pese a que planeó el ataque a Mitú. En su momento pues sí, uno quería que algún día cayera preso y fuera a pagar por sus crímenes, pero murió en una acción que él mismo seguramente esperaba por su crueldad. Pienso yo que hubo justicia divina.
¿Cuál fue su motivación durante esos 11 años y siete meses de secuestro para no perder la ilusión de recuperar la libertad?
Indudablemente, uno se aferra, primero, a Dios y la Virgen, pues yo soy muy creyente. Y en pedirle a ese Dios que le permita a uno vivir cada día, de sortear muchas situaciones, en vivir cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, cada semana, cada mes, cada año. Le daba Gracias y le pedía que algún día nos permitiera regresar para darle el abrazo a los padres, a la esposa, a los hijos, y los seres queridos.
Esa fue la petición y ese fue el motivo de resistencia. Afortunadamente, logré salir rescatado y darle ese abrazo a todos en mis familiares. También en unas pruebas de supervivencia, Marleny (Orjuela) me llevó una fotografía de mi esposa y mis dos hijos y allí yo la conservé durante todos los años. Por la mañana los saludaba y por la tarde me despedía, todos los días los miraba para no perder en la mente esa visualización de que algún día tenía que salir en libertad para reencontrarme con ellos. Y Dios permitió que así fuera.
¿Qué sensación le genera ver a miembros de la guerrilla de las Farc en el Congreso cuando usted no ha podido lograr en las urnas esa curul?
Me lamento, porque no ha habido actuación de la JEP, no se exigió la verdad, no se ha aplicado justicia y no ha habido posibilidad de reparación y de garantías de no repetición, porque quedaron con dos grupos armados combinando toda la forma de lucha para obtener el poder total en el Estado colombiano. Ahí hay un acto de injusticia, es posible que dadas una negociaciones ellos hubiesen seguramente pactado que iban a tener representación en el Congreso.
Pero lo que es injusto es que el mismo Gobierno y el legislativo cuando aprobaron el fast track únicamente tuvieron en cuenta de los victimarios y les concedieran no solo las 10 curules (Cinco en el Senado y cinco en Cámara), sino posteriormente las 16 más (de paz) en la Cámara de Representantes, que se decían que eran para las víctimas. Muy hábilmente las Farc manejaron los lugares donde se tenía que votar e inscribir los candidatos. Y después presionaron y salieron candidatos afines o impuestos por ellos en esas regiones por lo que son 26 congresistas que están.
Hay rustración y el sentimiento de que, infortunadamente, al otro sector que estuvo en esa confrontación; es decir, de las víctimas, no hay una representación. Únicamente están los victimarios, con un gran poder en el Congreso de la República para legislar. Hasta el momento no han presentado ningún proyecto. Y de ellos siempre se esperaba que entregaran los bienes para una reparación, no lo digo por mí, sino por las miles y miles de víctimas que ellos ocasionaron. Pero no han entregado esos bienes, sino que se burlaron incluso de las víctimas, cuando manifestaban que entregarían era unas escobas y unos traperos para reparar.
O como lo dijo el mismo Jesús Santrich, ese famoso ‘quizás, quizás’. Entonces si no han entregado eso, sí los tienen usufructuando, pero si tienen el poder de estar en el Congreso, al menos que legislen sobre cómo se van a reparar las víctimas; especialmente aquellos que sufrieron esas inclemencias del secuestro. Y de las familias. Es bueno mencionar que ellos también perdieron muchísimo: sus trabajos, otros murieron y otros quedaron con secuelas físicas y psíquicas y otros vendieron sus bienes, porque en la zona de distensión cuántos no perdieron su ganado, sus tierras y vehículos para ir a San Vicente del Caguán.
¿Cómo se va a reparar a las víctimas del secuestro, que estuvieron encadenados 24 horas? ¿Cómo va a ser ese ejercicio? No, pareciera que ir únicamente le interesa es seguramente sus salarios como congresistas, pero también obtener beneficios del Estados en las zonas donde intervinieron, las PDET, donde billones de pesos se están invirtiendo.
En tiempos del presidente Pastrana, y posteriormente del presidente (Juan Manuel) Santos, esos recursos únicamente han llegado direccionados a los integrantes de las Farc, a los victimarios, mientras que a las otras víctimas la misma comunidad internacional no los ha tenido en cuenta y los ha aislado. Cuando estábamos en esas jaulas de concentración en la negociaciones, quienes asistían allí se dieron cuenta de que estábamos en condiciones que estábamos y, sin embargo, nunca presionaron. Aparte de eso, pues olvidaron totalmente a nuestras familias y las dejaron solas.
¿Qué opinión le merecen los procesos de paz que ha tratado implementar el presidente Gustavo Petro en la llamada paz total?
Indudablemente siempre estoy de acuerdo con los procesos, con la expectativas de que hubiese paz en Colombia. Aunque con Pastrana creíamos que iba a haber a ser así, pero no ocurrió. Y vimos cómo ellos (Farc) presionaron desde el mismo momento cuando se reunieron con él para que ganara la presidencia.
No sé a qué acuerdo llegaron, nunca nos les han dicho, pero el Gobierno bajó la guardia y ahí fue donde se me permitieron todos sus ataques, como en el caso de Mitú y otros muchos sitios en el país. Se debilitó la fuerza pública hasta cuando ya se reaccionó tres años después y se inició el Plan Colombia. Hasta ese momento vemos que se dieron cuenta que no iba a buen término ese proceso de paz.
Y con Santos vimos con preocupación que en esos acuerdos los perjudicados fueron las víctimas. Con todos los privilegios que obtuvieron, no sólo las curules, sino también el partido político y presupuesto anual para que ellos pudieran hacer política, un magistrado en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y más del 75% de puestos en la Unidad Nacional de Protección (UNP).
En un proceso de paz es saludable, pero mi observación está es en por qué las víctimas quedaron totalmente excluidas. En estos nuevos procesos de paz, con las dos disidencias y el ELN también ponen una cantidad de negociadores, por supuesto con intereses políticos, seguramente para beneficiar a estos grupos armados organizados. Pero se olvidan de las víctimas, porque no hay ninguna representación.
En todos estos procesos no han participado. Y si vemos el resultado del proceso de paz del presidente Santos, en la JEP, Comisión de la Verdad y Unidad de Búsqueda de Desaparecidos tratamos de incidir con Herbin Hoyos (priodista ya fallecido, exdirector de Las Voces del Secuestro) y la Federación de Víctimas que se tuvieran en cuenta, pero nunca fue posible.
Solo se benefició a los victimarios, dándoles todas las posibilidades, prebendas y seguramente las facilidades para que sus seguidores llegaran a todos estos cargos de poder. A futuro, ojalá estos nuevos procesos avancen, pero la verdad lo dudo mucho, porque ellos están jugando, por un lado, a paralizar todas las operaciones policiales y militares por parte del Estado, y seguir con el secuestro y todas sus actividades delictivas.
A 25 años de la toma de Mitú, uno de los hechos más sanguinarios del conflicto armado en Colombia, ¿Qué es de la vida del general Mendieta? ¿A qué se dedica en su día a día?
Yo estoy dedicado a disfrutar el día a día. Todas las mañanas me levanto dándole gracias a Dios, porque me permite despertar un día más con vida, porque muchas veces son de pesadillas, de recuerdos de todo lo que se vivió en el secuestro. Y desde primera hora que me levanto de disfrutar el día, de pasarla especialmente con mi esposa y con mis hijos y de tratar de hacer cosas personales.
Por las mismas situaciones del secuestro se limitaron las posibilidades laborales y de continuar con otras actividades, porque viene siempre el estigma en el cual quedamos los secuestrados: que quedamos locos ocon el síndrome de Estocolmo, los cuales no tienen la oportunidad de trabajo y de empleo y son excluidos. Me fui para el campo y estoy dedicado a la vida libre, de estar caminando como una terapia para salir adelante y disfrutar cada una de las cosas que mi Dios nos concede.
Desde estar en una cama y no en el piso de la selva, en un plástico... De estar seco, protegido por por una habitación, de poderme bañar, utilizar un jabón y un champú. De ponerme mi ropa, de sentarme a tomar un desayuno y posteriormente caminar y seguramente después poder almorzar y comer, e ir a descansar,
Para mí es todo. Por ejemplo, mis hijos me dicen: ‘papá, ¿qué vamos a comer? Yo digo: ‘pues para mí huevo es ganancia’. Por lo tanto, cualquier comida para mí es exquisita, es un privilegio poderla degustar, porque ahí en la selva muchos meses pasamos sin comernos un huevo o un pedazo de carne.
Tener el derecho a una luz bien, sea solar o bien sea artificial también es algo maravilloso, porque nosotros estuvimos 11 años casi que en la oscuridad total. Es ver todos esos privilegios que mi Dios me está dando día a día y disfrutarlos al máximo con mi familia y seres queridos, con mis amigos, mis compañeros de estudio y de profesión, porque qué alegría está con ellos. En días pasados pude tener la oportunidad de reunirme con mis compañeros y con compañeras de bachillerato y celebrar 50 años de ser bachilleres y pasarla muy feliz.
Y, por supuesto, tratar de hacer algo para que los secuestrados, los que fueron rehenes, tengan sus derechos y sus libertades garantizadas. Vemos que la justicia en Colombia ha limitado eso. Yo acudí ante la Fiscalía, ante los jueces de Justicia y Paz y la JEP, y sin embargo hubo justicia.