El teléfono sonó. *Martha no se imaginaba que esa llamada marcaría un nuevo comienzo en su vida.
—¿Hablo con Gloria? Yo soy amigo de *Ana
—¿Ana? ¿Cuál Ana?
— Ana su hija. Dijo una voz masculina detrás del teléfono.
Quedó atónita “como si me hubieran tirado un balde de agua fría. Sentí mucha alegría, pero también nervios”, dijo Martha, una mujer que hace 39 años tomó la decisión de dar a su hija en adopción.
Según le contó a El Tiempo, Martha se enteró de su embarazó cuando ya estaba sobre la semana 20 de gestación. En ese momento ella no tenía un trabajo que le diera estabilidad. No obstante, las deudas estaban a la orden del día y una gran cantidad de preocupaciones la llevaron a comenzar el proceso de dar en adopción a su bebé.
Martha recuerda que en su casa la situación no era fácil. Radicada en Bogotá, vivía con sus tíos, quienes le daban un techo a ella, pero también a sus ocho hijos. “Yo no podía contarle a nadie, mis papás estaban en Sevilla, Valle, la mayoría de mis hermanas eran pequeñas y cuando fui a visitar a mi hermana mayor, en busca de un consejo, me enteré de que había acabado de tener un bebé”.
En vista de esas condiciones, Martha decide no ser una carga para su familia, por eso toma la decisión de mantener su embarazo en secreto y con la ayuda de una trabajadora social encuentra una institución para dar en adopción a su hija.
“Yo nunca pude verla, apenas nació se la llevaron. A mí me mintieron, me dijeron que ella estaría en la institución un mes, mientras se resolvía lo de su adopción y en caso de que no se concretara me la daban para llevarla a la casa”, recuerda Martha.
Para Martha, los primeros días fueron los más complicados, pues con frecuencia se preguntaba por el bienestar y el paradero de su bebé. Quería saber si estaba en buenas manos y si tenía lo necesario. “Fui a preguntar por mi hija como a los dos meses, no me dieron razón, solo me dijeron que se la habían llevado fuera del país. No me dijeron a dónde”.
Oculta por años
Luego de su parto, Martha regresa a su casa y finge que no ha pasado nada. No le contó a su familia sobre lo que había tenido que pasar. Los años pasaron y Martha continuó con su vida, pero no tuvo más hijos. No obstante, recuerda que, aunque las décadas pasaban ella se seguía preguntando por la bebé que un día tuvo en su vientre. “Me preguntaba en qué condiciones estaría viviendo. Yo no intenté buscarla más, no sabía cómo. Además, muchos de los padres adoptivos prefieren evitar el contacto y es el acuerdo que se establece a la hora de entregar el bebé “.
En la llamada, el hombre le entregó a Martha el contacto de Ana, quien fue adoptada por una pareja de noruegos que ya fallecieron.
Con el miedo de saber de su hija, Martha se comunica con Ana, quien le habló de la emoción que sentía por poder hablar con ella. Las primeras conversaciones fueron tímidas, pero tiene presente el momento en que Ana le contó que estaba casada y tenía dos hijas. Con el tiempo Ana le dijo a Martha que viajaría a Colombia a conocerla.
Para entonces, Martha ya sabía que debía contarle a su familia el secreto que había guardado por años. Para ellos fue sorpresivo el que ahora tuvieran familiares al otro lado del Atlántico; sin embargo, lo que más los asombró fue saber lo que Martha había tenido que enfrentar en su juventud.
En respuesta, Martha obtuvo apoyo, su familia se emocionó por la llegada de Ana y le ayudaron a planear su bienvenida. Además, le hicieron saber a Martha que no debía ser tan dura con ella misma pues fueron las circunstancias las que la llevaron a dar a su hija en adopción. Asimismo, le recordaron que afortunadamente había sido llevada a Noruega donde tuvo una excelente calidad de vida.
El tan esperado encuentro
Previo al encuentro con su hija, Martha vivió momentos de estrés y ansiedad, pues no sabía cuál iba a ser la reacción de su hija al conocerla. “Yo tuve muchas emociones encontradas, no sabía cómo iba a reaccionar ella, ni tampoco cómo iba a reaccionar yo”.
Ana viajó con una amiga que, así como ella fue adoptada. De hecho, los datos indican que alrededor del 43% de los niños, niñas y adolescentes en adopción son acogidos por extranjeros y es que, en 2022, de las 891 adopciones registradas, 551 menores fueron adoptados por familias colombianas y 387 por extranjeras, según el Instituto Colombiano para el Bienestar Familiar.
“Ellas fueron las últimas que salieron del proceso de inmigración. Yo le tenía un cartel que decía: ‘Bienvenida hija Ana’. Cuando se abrió la puerta ella saludó a todos de beso, como si los hubiera conocido de tiempo atrás, luego me saludó a mí, nos abrazamos y nos pusimos a llorar” recuerda Martha.
“Lo primero que le pregunté fue cómo había sido su vida con sus papás adoptivos, ella me dijo que vivió rodeada de amor, que le dieron estudio y todas las comodidades. Eso me llenó el corazón”, cuenta Martha.
Tras varias semanas de viaje, regresan a Bogotá y Ana dice que debe volver con su familia. Desde entonces se mantienen una comunicación constante. “Nos escribimos por WhatsApp, ella me manda fotos de las niñas, de las cosas que hacen, de eventos que a veces tienen. Incluso hacemos tests de personalidad para conocernos más”.
Y, fue así, como después de 39 años Martha se reencontró con su hija. Ahora espera poder conocerla mejor y si la situación lo permite ir a Noruega a visitarla.