Las elecciones del pasado domingo en Venezuela y Argentina dejan muchas lecciones para aprender, aunque para los políticos eso sea anatema. Además, crean posibilidades e incertidumbres en ambos países y en la región; veremos cómo terminan, una en un mes, en Argentina, cuando se dé la segunda vuelta de la elección presidencial, y la otra el próximo año, cuando se den las elecciones presidenciales en Venezuela.
Empecemos por Venezuela, y ese fenómeno político que es María Corina Machado. Lo primero que hay que decir es que los venezolanos le dieron un ejemplo al mundo de tesón y de lucha por la libertad. Que se haya dado una elección en una dictadura mafiosa como la que preside el criminal Nicolás Maduro ya es un éxito para celebrar. Las amenazas soterradas y abiertas del régimen a los dueños de los locales donde se realizaron las votaciones, a los candidatos y a los mismos ciudadanos solo sirvieron de aliciente para que más de dos millones de venezolanos expresaran su amor por la democracia, por la libertad y por un futuro sin la mafia que hoy gobierna a Venezuela.
Ver esas filas de ciudadanos resilientes desafiando una dictadura apoyada por Rusia, Cuba e Irán no es cualquier cosa. Llena el corazón de esperanza, y muestra un camino para los que viven hoy en dictaduras como la de Díaz-Canel, Ortega, Putin o Ali Khamenei. Hay que hacer llegar ese mensaje a todos los ciudadanos que habitan esos rincones de opresión, dictadura y pobreza. Una tarea para iniciar desde ya.
Igualmente importante es quién ganó y se convirtió en la líder de la oposición a la dictadura, María Corina Machado. Esa mujer de temple, que lleva más de 20 años luchando contra la dictadura en su país, que nunca se doblegó o se vendió, como sí lo hicieron gran parte de los miembros de la oposición (los que no habrá que contarlos con los dedos de la mano), hoy es la legítima contra fuerza al oprobio mafioso, corrupto y tirano que se dice gobernar Venezuela.
Su legitimidad nace de su transparencia y de la decisión soberana del pueblo venezolano. Así como Henrique Capriles tuvo esa oportunidad legítima en las elecciones del 2013, que ganó y luego entregó a Maduro, o la presidencia paralela de Juan Guaidó, que nació de un aparte de la Constitución que preveía cómo llenar un vacío en la Presidencia, lo de Maria Corina hoy es la tercera oportunidad legitima para acabar con la dictadura.
Hay, eso sí, una gran diferencia: la oposición. Nadie le puede competir su liderazgo, y de esa oposición entregada, creada por Maduro o comprada hoy no queda nada. Los Capriles, Rosales y compañía ya no podrán dividir a la oposición, lo que es un buen comienzo. Los alacranes, así se les llama a esos especímenes vendidos, recibieron su buena fumigada por parte del pueblo venezolano. De todas maneras, como líder de la oposición, tiene que recoger a esos partidos y a muchos de sus líderes, pues ahora los representa. Sumar, sumar y sumar para aumentar la fuerza debe ser su principal trabajo desde hoy.
¿Y ahora qué? Estados Unidos tiene la palabra. ¡Qué susto!, pues la administración norteamericana ha mostrado que le importan más unos barriles de petróleo o unas deportaciones que la democracia en Venezuela. Ahora tienen a una líder dispuesta a arriesgar el pellejo. Veremos cómo responde una Casa Blanca en elecciones y distraída por Ucrania y Gaza. Si le dejan esto al señor del Consejo de Seguridad a cargo de la región nos jodimos, pues le faltan pantalones y conocimiento para manejar un tema tan complejo como este.
Por eso Maria Corina no se debe confiar ni esperar ayuda del norte. Debe comenzar a crear las condiciones para una primavera árabe, a lo latinoamericano; presionar unas elecciones libres por un lado y, si no se dan, generar una explosión social tal que Maduro y su corte acaben como Mubarak y la suya. Debe seguir en la calle recorriendo Venezuela, como en campaña. Ya veremos qué pasa, pero si alguien puede levantar a ese país es María Corina, quien ha dado muestras de tener el cinturón bien amarrado, por no decir otra cosa.
Por otro lado, Argentina dio una sorpresa. Se esperaba que solo uno de la derecha pasara a la segunda vuelta, pero no se esperaba que el peronista Sergio Massa lograra ganar, y con el 37 por ciento. El fenómeno de Javier Millei quizás no dejó ver la subida en las encuestas del candidato kirchnerista. Pero ahora lo que viene va a ser bueno, muy bueno.
Lo primero es que la campaña de Massa estuvo acompañada por una fortuna en gasto público para lograr apoyo. Cerca del 1% del PIB se gastó Massa en el último mes de campaña para lograr esa remontada; entregarle bonos de 100 dólares a los pensionados -una descarada compra de votos- es apenas uno de los ejemplos de lo que hicieron.
Eso ya es agua bajo el puente, seguramente en este mes comprarán más votos con el erario público. Lo interesante es cómo Millei va a conquistar ese 24 por ciento de votos de centro derecha que apoyaron a la candidata Patricia Bullrich. Millei en su campaña desacreditó, criticó y ofendió a muchos de esos sectores que hoy va a necesitar para ganar las elecciones dentro de cuatro semanas. ¿Cómo lo va a hacer? ¿Le van a creer? No va a ser fácil.
La campaña de Massa (los asesores son los mismos de Lula) va a volver esta segunda vuelta un referendo entre fascismo y democracia. Algo parecido a lo que vivimos en Colombia, y cuyo mejor exponente fue y sigue siendo el presidente Gustavo Petro. Millei, por su parte, va a volver esta campaña un pulso entre kirchnerismo y antikirchnerismo. ¿Podrá Massa ocultar a Cristina Kirchner este mes? No parecería ser así, pues ya empezó a dar declaraciones.
Lo cierto es que ese 24 por ciento es un voto independiente que definirá el rumbo de Argentina. Continuismo y fracaso con Massa o renovación e incertidumbre con Millei. Para alquilar balcón van a estar esas elecciones.
Para la derecha hay varias lecciones. La primera es que la división es el mejor aliado de la izquierda populista. Massa va a buscar dividir aún más esa derecha y, si lo logra, puede ser presidente, a pesar del desastre económico de su país del cual ha sido parte. Ojalá la derecha aprendiera de la concertación chilena y usara ese modelo para siempre llegar unidos a las elecciones presidenciales.
Una segunda lección es que el centro existe. Los jóvenes de hoy son libertarios y el discurso del aborto o anti gay los ahuyenta. La modernización del discurso es fundamental. No puede uno ir incendiando, de nuevo Petro es gran ejemplo, pero en nuestra derecha también los hay, y hay que pensar que así se llega.
Los resultados de Argentina son una lección para aprender. No hay que dejar los valores de lado, pero el tono y el discurso son importantes. Sumar se puede sin perder el norte y sin dejar de dar las peleas que toca dar.
Lo cierto es que el péndulo en la región poco a poco comienza cambiar. Lo fundamental es que cuando se consolide, se den los resultados que impidan el regreso de ese desastre que acabó con Ecuador, con Venezuela, con Argentina y, ahora, está acabando con Colombia.