Juan Esteban Aristizábal o como lo conocen hoy en día sus seguidores, Juanes, fue quizá uno de los pioneros en el rock en español en Colombia. Inició su camino en la industria musical a los15 años y formó parte de la agrupación Ekhymosis, en la ciudad de Medellín.
Algunos lo recuerdan por esa época como una persona con un aspecto de rebeldía, con su cabello largo, algunas prendas de vestir desgastadas y tatuajes. Años más tarde, decidiría emprender camino en solitario, tarea difícil en el país, ya que debió tocar muchas puertas para conseguir el éxito y la fama que lo han llevado a pisar diferentes escenarios a nivel mundial.
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Hoy, con 52 años a su espalda, de los cuales 36 han sido dedicados a una ardua carrera en la industria musical, se ha posicionado como uno de los compositores colombianos de mayor renombre en Latinoamérica. Hace unos días, el intérprete de Mala gente y La camisa negra, fue el invitado al pódcast Time to Walk de Apple Fitness +.
En el episodio que presentó al colombiano, tocaron uno de los temas que más lo han marcado a lo largo de su carrera musical y tuvo como eje central su cambio de residencia a los Estados Unidos para impulsar su talento. Esto, después de que la agrupación a la que perteneció por más de doce años se desintegrara definitivamente.
Inicialmente, contó que tomó la decisión de mudarse a Los Ángeles, California, porque sentía que esa era la ciudad en la que necesitaba estar. Sin embargo, los primeros años fueron muy difíciles para el colombiano y su adaptación, entendible para una persona que apenas comenzaba a sonar y provenía de una ciudad intermedia como lo es Medellín.
“Mis primeros dos años en Los Ángeles fueron muy complicados para mí, muy difíciles, dos de los años más difíciles de mi vida, para ser honesto. Estaba solo. Fue duro para mí”, reveló Juanes en el pódcast.
En su relato, señaló que llegó a vivir a un pequeño motel en el que se encerraba con todas las cortinas cerradas, pasando la mayor parte del día sentado en la cama, escribiendo música, componiendo canciones, practicando y escribiendo algunas letras. Fue en ese momento en que sintió que la esperanza de poder conseguir algo la estaba dando por perdida.
Pero, al provenir de una familia con grandes arraigos a la tierra, encontró en su madre Alicia Vázquez los ánimos necesarios para continuar en la búsqueda de ese bienestar. Por eso, las llamadas cada domingo a casa, por cobrar, para hablar con su progenitora, eran esa recarga que necesitaba para no desfallecer, pero, llegó incluso a pensar que era momento de regresar hasta que una frase de su madre lo tranquilizó.
“No, espera. Tienes que tener fe. Tienes que creer en ti mismo. Tienes que seguir intentándolo […] Recuerdo cuando caminaba, y, quiero decir, para ser honesto, casi estaba llorando, pero rezando y diciendo ‘Dios, tienes que ayudarme con esto. Necesito ser fuerte y seguir adelante. Necesito trabajar más. Necesito hacer otra canción nueva. Tal vez esa sea la que necesito’”, confesó.
Finalmente, sus súplicas fueron escuchas y se produjo el anhelado encuentro con Gustavo Santaolalla que al escuchar sus maquetas, devolvió la llamada para concretar un la grabación de su primer trabajo discográfico en solitario.
“Recuerdo, cuando recibí esa llamada de Gustavo, hombre, estaba llorando. Y muchas cosas pasaron. Me dieron dinero solo para comprar comida y me dieron un apartamento. Estaba como viviendo un sueño. Y luego grabamos mi primer disco en solitario”