En una búsqueda fugaz por internet, se puede encontrar que la primera vez que se encontró la palabra “culto” en el lenguaje humano fue en 1617 y es un préstamo del francés ‘culte’, que a su vez viene de la raíz en latín de ‘cultus’. En ambos casos, se refiera a una traducción contemporánea a la palabra ‘adoración’.
Colombia no es ajena al reconocimiento de este tipo grupos religiosos y fanáticos. En agosto del 2005 varios medios del país registraron el presunto sacrificio de un menor de 15 años por parte de su hermano, miembro de una secta satánica. Incluso, sin ir tan lejos, el 28 de enero del 2021 se reportó que varios seguidores de la secta neopentecostal Ministerio Berea en Barranquilla e Isabel López, del municipio de Sabanalarga, se quedaron sin techo donde dormir y sin dinero, pues lo habían dado todo al sacerdote del culto; ya que, según este último, el mundo se iba a acabar. El sacerdote huyó.
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“He concluido que la gente cae en los cultos y sectas por creer en lo que dice la otra persona, el líder del culto. Es una tendencia a proyectarse en el otro. ‘Se ve como yo. Yo no soy malo, así que esa otra persona no es mala’”, afirma Myrna García, fundadora de la Red de Apoyo para Victimas de Sectas, una organización internacional que busca el restablecimiento de personas víctimas de diferentes cultos y sectas nocivas, brindándoles apoyo legal, psicológico, físico, social y económico.
Dentro de los casos que ha recibido y acogido esta Red de Apoyo, menciona García, se han encontrado sectas y cultos, en toda Latinoamérica, en las que se practican orgias, violaciones, actos de violencia física y hasta asesinatos que no excluyen a las personas que se encuentran involucradas en estos grupos, sino que se exteriorizan a poblaciones y personas externas e, incluso, personas que decidieron dejar dichas sectas y cultos.
García afirma que actualmente hay cultos y sectas activas en Colombia y si bien no son todas ‘malas’, sí se hace necesario que el ojo público esté vigilando.
Es fundamental comprender el papel que las ideas desempeñan en la formación de las creencias y, en última instancia, en nuestra conducta. El filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, en su obra “Ideas y Creencias”, destaca que las ideas tienen el poder de moldear la manera en que las personas piensan, actúan y se relacionan con el mundo, ya que las ideas y creencias, forjadas por experiencias y el lenguaje, moldean la manera en que interpretamos y participamos en la realidad que nos rodea.
En la cultura popular y en el afán del cambio del lenguaje, los significados varían dependiendo de los contextos sociales y culturales. Por ejemplo, uno de los cultos más populares y representados en diferentes formatos del entretenimiento, es The Manson Family, aquella secta hippie de los sesenta que ganaron fama por varios asesinatos, como el de la actriz Sharon Tate.
“La forma en la que hablan, el convencimiento de estos ‘lideres’ es fundamental para encontrar adeptos. Siempre ofrecen ‘una vida mejor’ a cambio de una adoración muchas veces hacia la ‘divinidad’ y ‘poderes’ que Dios les otorga a estos lideres, supuestamente”, explica García.
También mencionó que estos lideres planean todo encuentro y todo acto en el que se “evidencie la divinidad que en ellos renace”. Un ejemplo que siempre funciona es cuando una persona se acerca a hablar con el líder o cabeza del culto y/o secta. Este último empieza a decirle cosas personales que solo la persona tiene conocimiento. Ingenuamente, se convence de intervenciones divinas que le ayudan a este líder, porque de otra forma ¿Cómo sabrían de eso, si no se conocían previamente?
Según lo mencionado por García, estos líderes investigan previamente a las personas y se adaptan a como son ellas para dar una sensación de familiaridad y seguridad. Además, permanentemente hace uso de un extenso catálogo de trucos y estrategia psicológica para hacerle entender a la víctima que, precisamente, fueron elegidos para pertenecer a una “familia” o “hermandad” y, todos aquellos que no están en estos grupos, están en contra de ellos.
“Lo que nosotros hacemos desde la Red de Apoyo es desprogramar su noción de la realidad, alterada por procesos conductivistas realizados en el culto o secta. Hacer que la persona víctima se dé cuenta cómo es realmente el mundo fuera del culto”, afirma García. Además, comentó que la gran mayoría de veces cuando una persona decide dejar este tipo de vida, lo hace porque ha sido testigo de múltiples vulneraciones y violaciones en la integridad de otras personas, nunca porque ellos mismos sean vulnerados o violentados.
“Casi siempre hay frustración en el momento en que ven a otra persona del culto pasar por injusticias. ‘Aguantan’ violaciones, orgias, golpes, flagelaciones, torturas, humillaciones y solo cuando ven que alguien también está siendo sometido por lo mismo reaccionan”, explica
La libertad religiosa y de cultos se erige como uno de los pilares fundamentales en el marco del ordenamiento jurídico-político nacional, tal como se detalla en el documento emitido por el Ministerio del Interior bajo el título “LIBERTAD RELIGIOSA Y DE CULTOS: Ámbitos de aplicación práctica desde la Constitución, la ley y la jurisprudencia”. Esta libertad garantiza el derecho de cada individuo a profesar sus creencias religiosas, o incluso a optar por no profesar ninguna. Asimismo, se protege la posibilidad de cambiar de confesión o abandonar una creencia previamente sostenida.
Esta libertad también abarca el derecho de las personas a manifestar públicamente su religión o creencias religiosas, así como la opción de expresar la ausencia de estas sin temor a represalias o discriminación. Además, se reconoce el derecho de llevar a cabo actos de oración y culto, tanto individual como colectivamente, en entornos privados o públicos. La celebración de festividades religiosas se encuentra igualmente protegida, y se garantiza que nadie será perturbado en el ejercicio de estos derechos fundamentales.
Desde la Red de Apoyo son enfáticos afirmando que no pertenecen a ninguna institución religiosa que quiera readoctrinar a personas que estén inmersas en algún fanatismo, sino que restituyen los derechos de víctimas y sobrevivientes que han pasado por la experiencia de pertenecer a un culto o secta nociva: “No perseguimos a ningún culto, secta o religión, acobijamos a las personas heridas y afectadas”, sostiene Myrna García, fundadora de la Red de Apoyo.