La historia de Pablo Escobar ha generado una gran fascinación a nivel mundial, en especial luego ser dado de baja el 2 de diciembre de 1993 por el Bloque de Búsqueda, que lo persiguió, con apoyo de los Estados Unidos, durante meses. Sobre sus excentricidades, sus obras de beneficencia en Medellín y los crímenes en los que estuvo involucrado han corrido ríos de tinta. También sobre sus amantes, una en particular.
El rostro visible del cartel de Medellín estuvo casado toda su vida con María Victoria Henao, a la que engañó en numerosas ocasiones con distintas mujeres, entre ellas la más destacada fue Virginia Vallejo, por esos días la presentadora de televisión más popular en Colombia, el objetivo de todo miembro de la alta sociedad y la mayor fantasía del hombre común.
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Vallejo se codeaba con los nombres más importantes de la vida política y de la farándula colombiana cuando conoció a Escobar en 1982, en la Hacienda Nápoles. La presentadora mantenía una relación con Aníbal Turbay Ayala —sobrino del entonces presidente Julio César Turbay—, que fue el encargado de presentarle a Escobar cuando todavía se le reconocía como un pujante empresario con aspiraciones en la política.
Se conocieron en una fiesta de fin de semana con más de 200 invitados que el capo organizó en la Hacienda Nápoles, con paseo por su zoológico privado con hipopótamos, jirafas y aves exóticas deambulando por su propiedad en Puerto Triunfo (Antioquia).
Lo primero que Virginia notó de Escobar fue “su enorme generosidad”, pues durante ese fin de semana sufrieron un choque mientras paseaban en un buggy por la propiedad, según ha contado en varias oportunidades. Aunque ella y su novio se sentían apenados por lo ocurrido, Escobar les tranquilizó y les dijo que tenía más autos como ese en la Hacienda.
Horas después llegó el momento que desató las pasiones entre ambos: Pablo Escobar le salvó la vida a Virginia Vallejo, como lo contó en una entrevista que le concedió al diario La Vanguardia de España en 2018.
“Esa tarde estuve a punto de morir ahogada y Pablo me salvó la vida. Fui a nadar en uno de los ríos de su propiedad y se formó un torbellino. Veía que había cincuenta personas a mi alrededor pero nadie se daba cuenta de que estaba en peligro, que el agua me chupaba. ¡Ni mi novio me miraba! Y entonces llegó Pablo nadando hacia mí, me abrazó, me dijo que él me tenía, que me quedara tranquila. Y me salvó. Supe que en los brazos de ese hombre yo no tenía nada que temer”
Virginia explicó qué fue lo que le atrajo tanto de Escobar en ese momento como para convertirse en su amante: el capo le ayudó a concretar su separación del productor argentino David Stivel, que se había negado a concederle el divorcio, pero no fue hasta que el Patrón ejerció presión sobre él que accedió a firmar los papeles:
“Fueron muchas cosas. Primero me salvó la vida, luego borró las deudas de mi compañía, me envió mil orquídeas ¡y me consiguió el divorcio exprés de (David) Stivel, alguien tan importante en Argentina! De todos modos, si no me hubiese amado con esa pasión, no le hubiese dado bola. En ese momento podía escoger al hombre que quisiera”
Ambos sentían una profunda pasión por el otro. Escobar, atraído por su belleza y su alcurnia, algo que iba más allá de cualquier otra mujer con la que hubiera estado antes o después. Virginia, capaz de dejar a un lado sus conexiones con la alta sociedad por estar con Pablo.
Ni siquiera la rudeza de sus modales o los rumores de los nexos del entonces representante suplente a la Cámara con el narcotráfico la distanciaron de él. La discreción fue la norma durante ese tiempo, sobre todo cuando salían de rumba los fines de semana o iban a ver toros en La Macarena.
Pablo le pagaba viajes a Europa o Estados Unidos bajo una sola condición: tenía que gastarse los 40 o 60 mil dólares que le regalaba para el viaje en una sola semana.
Mientras tanto, Vallejo continuaba ejerciendo como presentadora en el Noticiero 24 Horas, en el que lucía un reloj Cartier de diamantes que le regaló Escobar.
Cuando los lujos fueron insuficientes para demostrarle su amor, el Patrón le pagó una cirugía estética en Brasil en un momento en el que era algo inalcanzable para el ciudadano común. Al volver de Brasil, Vallejo lucía unos pechos redondos y una nariz respingada.
El comienzo del fin llegó el 30 de abril de 1984, cuando el país ya sabía que Pablo Escobar era el capo del cartel de Medellín. Ese día sus sicarios cumplieron su orden de asesinar a Rodrigo Lara Bonilla, el ministro de Justicia que lo había desenmascarado. El amorío con Virginia Vallejo cambió y la guerra con el Estado comenzó.
Como ahora debía huir de las autoridades y vivir alejado del ojo público, ya no se podían ver en la Hacienda Nápoles, salir de fiesta o verse en hoteles de cinco estrellas. Sus encuentros pasaron a lugares menos glamurosos. Allí, Vallejo comenzó a conocer el otro lado de Escobar: el más intimidante y agresivo.
Según le contó a El Periódico de España, sus encuentros íntimos a menudo incluían una pistola de por medio: “La danza de la vida y de la muerte es la más voluptuosa y erótica de todas”.
Los celos surgieron entre ambos. Primero, Virginia se enfadó cuando supo que le había regalado a otra mujer un collar valuado en 250.000 dólares —unos 714,076 dólares de hoy—. A lo que se sumó la negativa del capo a ayudarla a salir de Colombia cuando la guerra entre los carteles y el Estado colombiano era ya una realidad.
“Me dijo: «Tienes que mirar el horror que viene ahora»”, le contó a El Periódico.
El punto de quiebre llegó en 1987, cuando Virginia Vallejo se acercó a Gilberto Rodríguez Orejuela, uno de los líderes del cartel de Cali junto a su hermano Miguel. En ese momento la guerra entre esta organización y la de Medellín era una realidad, pero según contó a La Vanguardia, Vallejo se acercó al Ajedrecista, ya que buscaba abrir un negocio relacionado con cosméticos. El mariquiteño era dueño de la mayoría de empresas dedicadas a ese rubro en Colombia.
Cuando Escobar se enteró, cegado por la rabia, pensaba que ahora mantenía un romance con el líder de la organización rival. La amenazó de muerte y Vallejo no tuvo más remedio que esconderse. Así lo recordó en una entrevista:
“Pablo explotó cuando creyó que yo lo había engañado con el líder del cartel de Cali… porque los hombres temen que una le cuente al otro qué tal es en la cama y Escobar era un pésimo amante… Pero él me amaba y yo lo amaba a él. Si gastar dos millones de dólares en combustible no es amor, ¿dígame qué es?”
Desde 2006 Virginia Vallejo reside en los Estados Unidos. Se acogió al programa de protección de testigos luego de que revelara nexos entre el cartel de Medellín y distintas figuras políticas y empresariales de Colombia. Ese año dio una entrevista al Canal RCN en la que públicamente acusó a Alberto Santofimio, político del Partido Liberal en los 80, de ser autor intelectual del asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán en 1989.
Un año más tarde publicó su libro Amando a Pablo, odiando a Escobar, en el cual relató sus vivencias de esos cinco años tormentosos e intensos de pasión con uno de los hombres más buscados por el gobierno de los Estados Unidos a nivel mundial.
“Pablo era un hombre despiadado, creo que no me mató porque necesitaba que yo escribiera su biografía. Pero nos amamos con locura”