Pablo Escobar no fue el único hijo de Abel Escobar y Hermilda Gaviria, el narco tenía seis hermanos, sin embargo, uno de los más destacados es el mayor, Roberto de Jesús Escobar Gaviria, que no siempre fue un narcotraficante como Pablo, ya que antes de eso tenía el sueño de ser ciclista.
Mientras Pablo iniciaba en el mundo delictivo con el contrabando, Roberto competía en los Juegos Bolivarianos en Guayaquil, en dónde logró ganar la medalla de oro en la modalidad de ruta; luego de ello representó a Colombia en los Juegos Panamericanos en Chile, por lo que fue llamado a ser una de las promesas de la disciplina en el país, misma por la que le fue otorgado su sobrenombre.
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En una de las carreras, Roberto llegó a la meta cubierto de barro, por lo que el narrador lo llamó el Osito, alias que conservó aun siendo parte del cartel de Medellín.
El sueño de ser ciclista fue dejado a un lado. Roberto consiguió empleo en un taller de bicicletas y siguió vinculado al deporte como entrenador, pero en 1975 dio un paso hacia adelante en su profesión y fundó en Manizales la fábrica de marcos de bicicleta El Ositto, que en un principio era un negocio legal, pero con la llegada de Pablo Escobar, cambio.
La idea de sumarle una t más al nombre era crear la percepción de que los marcos eran italianos, y aunque era una de las marcas más utilizadas dentro del mercado colombiano, la fábrica estaba lejos de registrar las ganancias que tenía Pablo Escobar con la droga, por lo que esté convenció a su hermano mayor de usar la legalidad de la empresa.
Roberto inició ayudando a blanquear parte de las ganancias que Pablo recibía, luego de ello se especula con que era la persona encargada de manejar las finanzas del cartel de Medellín junto a su primo, Gustavo Gaviria, sin embargo, se conocen pocos detalles de su participación en crímenes.
En 1991 Pablo Escobar se entregó a la justicia, y su hermano fue uno de los hombres que participó del proceso de “desmovilización” del cartel, pero Roberto afirmó que fue encarcelado debido a que su hermano consiguió pruebas que lo involucraban para tener compañía de la familia en La Catedral.
“Pablo consiguió unos testigos falsos que me involucraron en un negocio ficticio de droga, y eso fue suficiente para entregarme. La condición del gobierno era que tenía que confesar un delito. La prueba de que no tuve nada que ver con narcotráfico es que jamás fui pedido en extradición por Estados Unidos”, afirmó Roberto a El Comercio.
Los Escobar escaparon de prisión el 21 de julio de 1992, sin embargo, el cartel de Medellín no tenía el mismo poder de antes, por lo que Roberto se entregó de nuevo a las autoridades en octubre; se encontraba preso el día que murió su hermano.
El 2 de diciembre de 1993 fue asesinado Pablo Escobar, en ese entonces Roberto permanecía en la cárcel de Itagüí, en la cual recibió una carta 16 días después, lo que terminó siendo una bomba que le explotó en el rostro.
No murió, pero esa bomba le provocó una afectación irreversible en su visión. Afirmó que solo ve en blanco y negro, además, de que el estruendo hizo que perdiera el 70% de su audición.
En la actualidad se encuentra libre, afirma haber pagado y pedido perdón por los crímenes de su hermano; creó un museo, pero tuvo que demolerlo por no contar con la documentación necesaria para operar con el Régimen Nacional de Turismo, por lo que señala que vive con lo justo y necesario.
Debido a ello, ha señalado en diferentes oportunidades que ha sido víctima de señalamientos por compartir el apellido de uno de los narcos más importantes en la historia de Colombia, motivo por el que demandó a Netflix por un millón de dólares por la utilización de la imagen de Pablo Escobar en la serie Narcos.
No tiene una buena relación con Sebastián Marroquín (hijo de Pablo Escobar), ya que esté afirmó que Roberto había traicionado al capo, lo acusó de haber negociado con la DEA y de apoderarse de parte de la fortuna del narcotraficante.